
Sin maldad / José García Abad
Es muy propio de Pedro Sánchez decirle a los ciudadanos: he gobernado desde el PSOE junto a la otra izquierda en singular coalición, así que en el mínimo plazo posible, el 23 de julio, podéis elegir entre apoyarme a mí o a los que gritan “¡Que vivan las caenas!”, como reclamaban algunos españoles cuando Fernando VII restableció el absolutismo con el auxilio de los Cien Mil Hijos de San Luis para liquidar el trienio liberal, que ya, hace ahora justamente cien años, había gente para todo.

Lo menos que me merezco –debe pensar Sánchez– es morir de un plebiscito en la cabeza. Aclaro, por si alguien tiene apolillado el Derecho Romano, que plebiscito viene de plebe, o sea de la votación del pueblo bajo, prescindiendo de la camarilla de los patricios, que nunca votarán a Sánchez, ni los de dentro ni los de fuera de su partido, pues los patricios hacen mesa aparte como partido transversal. Lo tiene claro el presidente: prefiere ganar o perder por un plebiscito y no por unas vulgares elecciones
Lo menos que me merezco –debe pensar Sánchez– es morir de un plebiscito en la cabeza. Aclaro, por si alguien tiene apolillado el Derecho Romano, que plebiscito viene de plebe, o sea de la votación del pueblo bajo, prescindiendo de la camarilla de los patricios, que nunca votarán a Sánchez, ni los de dentro ni los de fuera de su partido, pues los patricios hacen mesa aparte como partido transversal. Lo tiene claro el presidente: prefiere ganar o perder por un plebiscito y no por unas vulgares elecciones.
Lo que no le perdonan
Los patricios no perdonan a Pedro Sánchez sus confianzas con los independistas catalanes y vascos, con Esquerra y con Bildu que, en mi opinión, hay que contemplar diferenciadamente, denunciando, por supuesto, la atrocidad de los candidatos a las últimas elecciones de gente con las manos manchadas de sangre pero respetando su representación parlamentaria que es lo que les exigíamos para que dejaran de matar.
Sin embargo, me parece razonable la jugada, ciertamente arriesgada, con los de Esquerra Republicana de Cataluña; sus negociaciones con Pere Aragonès, presidente de la Generalitat, incluidos los indultos a los rebeldes de 2017 y la suavización del delito de sedición, entre otras.
Son concesiones que han rebajado la tensión en Cataluña, que no es poca cosa, que en mi opinión no justifican los rasgados de vestiduras generadas en distintos círculos de la ‘sociedad civil’, entre ellos el Manifiesto de los Catedráticos y, lo que es más doloroso, las roturas del vestuario de algunos mandarines de su partido.
¿Diferencian entre la derecha y la izquierda?
¿Justifican estas discrepancias internas que ahora, de cara a las elecciones del 23 de julio, dejen de contar lo más importante en juego: la pugna entre la izquierda y la derecha? Quizás para alguno de los patricios esta diferencia ha dejado de tener importancia.
Yo, como miembro de la plebe, me beneficio de los memes que con tanta rapidez y buen sentido analizan la realidad. El último que he recibido me dice que no es necesario que Feijóo pida la derogación del sanchismo: “Lo derogo yo –afirma–: queda derogado el aumento del salario mínimo, volveremos a los 600 euros. Queda derogada la reforma laboral, volveremos a la de Fátima Sánchez; queda derogada la Ley de la Vivienda, el que pueda pagarse el alquiler que ponga el propietario, bien; el que no pueda, allá él; bajaré todos los impuestos a las grandes fortunas; desaparece el ingreso mínimo vital; se acabarán los ERTEs, las moratorias y cualquier tipo de protección…, etc.
Lleva ejerciendo la profesión de periodista desde hace más de medio siglo. Ha trabajado en prensa, radio y televisión y ha sido presidente de la Asociación de Periodistas Económicos por tres periodos. Es fundador y presidente del Grupo Nuevo Lunes, que edita los semanarios El Nuevo Lunes, de economía y negocios y El Siglo, de información general.