Tras las recientes cartas y chats de militares de alto rango retirados criticando al Gobierno y sugiriendo la necesidad de un golpe de Estado e, incluso, de fusilar a 26 millones de españoles, quienes han contribuido a democratizar nuestras Fuerzas Armadas desde la Transición asisten preocupados a este inesperado asomo de anticonstitucionalismo castrense que parecía definitivamente arrinconado. Julián García Vargas, exministro de Defensa con Felipe González, habla por primera vez en este artículo, escrito en exclusiva para El Siglo, de las posibles causas de esta deriva y de lo que sería necesario hacer para eliminarla.
Julián García Vargas
Hace pocas semanas se celebró el vigesimoquinto aniversario del fallecimiento del teniente general Gutiérrez Mellado. Su figura, enfrentándose en el Congreso de los Diputados al teniente coronel Tejero, el golpista por excelencia, con Milans del Bosch, ha quedado como un momento decisivo de la consolidación de la democracia. La imagen de un teniente general de apariencia frágil, enfrentándose desarmado a un fornido oficial de la Guardia Civil, atrabiliario y zafio, que, pistola en mano amenazaba a los representantes de la soberanía, es memorable.
El teniente general Gutiérrez Mellado fue el gran iniciador de la modernización de nuestras Fuerzas Armadas. Con el presidente Suárez se enfrentó a dimisiones sonadas, manifestaciones públicas ilegales de uniformados, desplantes de indisciplina de altos mandos, reacciones airadas frente a decisiones políticas del gobierno y dos intentos de golpe de estado (‘Galaxia’ y 23-F). Todo ello apoyado en llamamientos a “la autonomía militar” y a la dependencia de las Fuerzas Armadas directamente del Rey y no del Gobierno.
“Algo ha cambiado en el buen entendimiento conseguido entre la sociedad y sus representantes y la gran familia militar en los últimos años”
Era una actitud que nada tenía que ver con la de los militares educados en Saint Cyr, Sandhurst o en West Point, educados en la tradición de la primacía del poder civil constitucional sobre el militar.
Tras el 23-F, consolidadas las reformas del teniente general Gutiérrez Mellado (de las Reales Ordenanzas y de la justicia militar principalmente) esas muestras de indisciplina y de injerencia en la política general disminuyeron mucho. Aun así, en diciembre de 1981, cien oficiales publicaron un manifiesto de apoyo a los golpistas en Madrid, sufriendo el correspondiente arresto. Y en abril de 1983 en algunos cuarteles llegó a circular una lista de políticos “indeseables”.
Las razones para esa reducción fueron varias.
La primera, la indiscutida autoridad de Su Majestad, Juan Carlos I, que con su actitud el 23-F desacreditó y cortó de raíz las frecuentes indisciplinas.
La segunda, el desprestigio en la sociedad y en el colectivo de las Fuerzas Armadas de la imagen de los militares golpistas.
La tercera, la convicción creciente entre los militares más lúcidos de que los cambios políticos y sociales eran irreversibles e iban en la dirección de alinear España con las democracias occidentales.
La cuarta, la autoridad creciente de los gobiernos socialistas de Felipe González, que dieron muestras de saber a dónde querían dirigir a España.
“La aparición de Vox ha cambiado en algún modo la actitud de ciertos militares, sobre todo en la reserva. Vox ha contribuido al rechazo a la aparente reescritura partidista de la historia reciente”
No obstante, los primeros gobiernos de Felipe González tuvieron algunos motivos de inquietud. De entrada, el poco conocido intento golpista del día de reflexión, previo a las elecciones generales del 28 de octubre de 1982, felizmente abortado fechas antes.
Posteriormente, el Gobierno, con un ministro de Defensa catalán, Narcís Serra, fue aceptado de mala gana por una parte de las Fuerzas Armadas. Hay que tener en cuenta que, a la llegada del PSOE, según informes confidenciales, aproximadamente el 20 por cien de los oficiales simpatizaban con los golpistas. Deben considerarse además los continuos atentados de ETA contra las Fuerzas Armadas y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. La actitud decidida del nuevo Gobierno ante el terrorismo, incluida su destacada presencia en los funerales de las víctimas y la mejora de la información sobre lo que se pensaba en los cuarteles, fue normalizando la situación.
Sin embargo, todavía en 1985 se produjo otro abortado proyecto de golpe, previsto en La Coruña, que fue afortunadamente el último.
El ministro Narcís Serra tuvo notables resistencias, incluida la pretensión de indulto a los golpistas del 23-F, hasta que la Ley de Defensa Nacional de 1984 culminó las reformas previstas por Gutiérrez Mellado. Supuso el fin de la autonomía militar sustituyendo a la Junta de Jefes del Estado Mayor por el presidente del Gobierno y el ministro de Defensa como máximos responsables de las Fuerzas Armadas. Para ello contó con un equipo de militares leales, viajados y constitucionalistas, encabezados por el entonces coronel Veguillas en su gabinete.
No hubo reacción a esas medidas porque iban en la línea de homologar el ordenamiento militar español con el de los países occidentales, que eran ya nuestros aliados en la OTAN. La entrada definitiva de España en la Alianza, sancionada en el referéndum de 1986, y basada en el Decálogo de Paz y Seguridad de Felipe González, cerró definitivamente el capítulo de la pretensión de la autonomía militar y la injerencia de los militares en las decisiones políticas.
Nuevas promociones de oficiales y generales mejor formados, ilustrados y bien relacionados internacionalmente fueron promovidas a todos los puestos importantes.
“También parece tener influencia el retiro de Su Majestad Juan Carlos I, cuya autoridad directa era muy destacable en esas promociones preconstitucionales”
En los años posteriores, las misiones internacionales dieron proyección pública y un elevado prestigio a todas nuestras unidades, incluidas las más tradicionales como la Legión. Fue un honor y una suerte para mí mandarlas durante cinco años. Durante ese tiempo sentí su lealtad y comprobé su alta profesionalidad.
Todo ello, coincidiendo con una amenaza terrorista interminable, dirigida contra militares y miembros de las Fuerzas de Orden Público inequívocamente constitucionalistas como el entonces teniente general Veguillas.
¿Por qué ahora parece que se vuelve atrás?
Con los pronunciamientos de los últimos meses parece que, informativamente al menos, se vuelve atrás, con manifiestos extemporáneos publicados por nostálgicos mandos en la reserva que dañan la buena imagen conseguida por nuestras Fuerzas Armadas.
Algo ha cambiado en el buen entendimiento conseguido entre la sociedad y sus representantes y la gran familia militar en los últimos años, basada en el distanciamiento de la política de los altos responsables de la milicia.
Creo que hubo un síntoma chocante en uno de los últimos relevos de la cúpula militar. Nada menos que el Jemad (2008-2011), el teniente general Rodriguez, y el JEME (2008-2012) y eficaz organizador de la Unidad Militar de Emergencias (UME), el teniente general Coll, saltaron a la política a los dos partidos extremos del arco parlamentario: uno a Podemos, en 2015, y el otro a Vox, en 2018. Ambos son dos militares constitucionalistas, dignos de todo respeto, que hicieron una excelente labor en sus puestos. ¿Casualidad o expresión de algo más? En cualquier caso, algo llamativo por su coincidencia, por no seguir la tradición de los antiguos ‘jemes’ de mantenerse fuera de la política y, sobre todo, por los partidos elegidos.
“El Gobierno, en su conjunto, debería estar bien informado sobre las inquietudes de militares en la reserva y en activo y procurar que su discurso y su acción política esté presidido por la prudencia en los grandes temas nacionales”
La evolución de los acontecimientos en Cataluña ya produjo alguna declaración de un teniente general en la época de Rodríguez Zapatero. No obstante, la aparición de Vox ha cambiado en algún modo la actitud de ciertos militares, sobre todo en la reserva. Ha atraído a sus filas de diputados dos generales (Rosety y Asarta) y a un teniente general del Ejercito Aire (Mestre).
Parece que su retórica nostálgica del franquismo ha calado en ciertos miembros de promociones antiguas, formadas en el preconstitucionalismo y en algunos otros que no aceptaron con convicción nuestra Carta Magna. Precisamente, en 2018, se publicó una declaración de “respeto y desagravio del general Francisco Franco”, algo impensable fuera de España.
Vox ha contribuido al rechazo a la aparente reescritura partidista de la historia reciente. Los que defienden cierto revisionismo de ella, en nombre de la “memoria histórica”, no son conscientes de su peligrosa carga simbólica.
También parece tener influencia el retiro de Su Majestad Juan Carlos I, cuya autoridad directa era muy destacable en esas promociones preconstitucionales, con las que compartió encuentros frecuentes. El rey Felipe VI goza de gran respeto, aunque su relación con sus compañeros de milicia es más institucional.
En general, los militares de todos los países son profesionales educados en el respeto a la tradición y a la unidad de su nación y a sus símbolos, siendo muy sensibles a las iniciativas que los cuestionen.
La frase “España se rompe”, tan frecuente durante la Transición y ahora de nuevo utilizada es, para muchos de ellos, más que un lema retórico. Es la expresión de una preocupación, alimentada por las frecuentes apelaciones que cuestionan la unidad de España, dentro y fuera del Parlamento e incluso son alentadas por miembros de la coalición de Gobierno, no respondidas con energía. Son apelaciones que van acompañadas de ataques a la Monarquía, al “régimen del 78“ y a aspectos esenciales de la Constitución y de decisiones en contra del español, que les irritan, igual que a muchos de nosotros.
Los episodios insurreccionales a favor de la independencia llevados a cabo en Cataluña, con reiterada voluntad de su repetición por parte de sus organizadores, les parecen inaceptables, como a la inmensa mayoría de españoles.
“Muchos de esos militares aceptaron la Constitución y la primacía del poder civil como algo inevitable. Ahora que ven cómo algunos de los que mandan, incluso desde el banco azul, no creen en ella, se sienten justificados para ponerla en cuestión”
Muchos de esos militares aceptaron la Constitución y la primacía del poder civil como algo inevitable. Ahora que ven cómo algunos de los que mandan, incluso desde el banco azul, no creen en ella, se sienten justificados para ponerla en cuestión y volver a las andadas pidiendo la dependencia directa del Rey y la trasnochada autonomía militar. Son militares que creen servir a España desde la política más que desde el ejercicio de su profesión, aunque estén en la reserva.
¿Qué hacer?
El Gobierno viene actuando correctamente en política militar. Está haciendo un notable esfuerzo económico de dotaciones presupuestarias para equipamiento militar en momentos económicamente comprometidos. Es algo que le critican desde varios ángulos, sin tener en cuenta los compromisos europeos en este campo y del efecto positivo de esas inversiones para el I+D industrial, que tiene aplicaciones duales en el campo civil.
La ministra de Defensa es una persona con formación y experiencia, comprometida con los problemas de los militares y sensible a sus preocupaciones. Es el miembro del Gabinete que expresa lo que otros no dicen en público en respuesta a los excesos de sus socios de Gobierno. Eso le ha valido denuncias calumniosas, en el viejo estilo del NKVD soviético, de ser “la preferida de la ultraderecha”.
Es importante que los militares en activo, que están muy mayoritariamente en desacuerdo con los pronunciamientos de los retirados, lo expresen, sobre todo internamente.
Las autoridades no tienen muchos mecanismos legales para actuar frente a los militares retirados que inapropiadamente piden “un cambio de timón”, como le exigían a Suárez y Gutiérrez Mellado. Es algo que se debería reconsiderar para el futuro, porque los uniformados, aun en la reserva, mantienen una proyección social que no tiene un civil.
“Es importante que los militares en activo, que están muy mayoritariamente en desacuerdo con los pronunciamientos de los retirados, lo expresen sobre todo internamente”
De momento, las autoridades han actuado con los medios a su alcance, en defensa de la buena imagen de nuestras Fuerzas Armadas reforzada por sus actuaciones en la pandemia y en las recientes nevadas. Hay que destacar que cada vez que surge un problema serio, ahí están las Fuerzas Armadas para contribuir a resolverlo, sea sanitario, de inmigración o de emergencias. Toda esa gran labor queda perjudicada gravemente por las estridencias de los retirados que hablan de “fusilar a millones de compatriotas.”
Mientras tanto, el Gobierno, en su conjunto, debería estar bien informado sobre las inquietudes de militares en la reserva y en activo, y procurar que su discurso y su acción política esté presidido por la prudencia en los grandes temas nacionales que a todos nos deben importar, como el cumplimiento estricto de la Constitución de 1978, la Monarquía, la unidad de España, el español como lengua común y el respeto a sus símbolos y tradiciones.
Sr.Ministro.
Estimo que confunde en su artículo, fatalmente, la situación de retirado con la de reserva.
Los militares retirados que han escrito defienden precisamente la Constitución del 78, ese es precisamente el motivo de las cartas de parte de la Promoción XXIII del ET , las intrusiones en el chat del EA no las comento por anodinas, ilegales en su obtención, y sin sentido.
La formación de la Promoción XXIII no es preconstitucional, o lo es tanto como la suya, que a tenor del actual PSOE sería también reprobable por su comportamiento constitucional.
No existe ningún ruido de sables, si indicios de subversión interna en la
coalición de Gobierno, como Vd. apunta.
No hay deseos de preeminencia sobre el poder civil, esos conceptos son de la posguerra,
por Dios.
Lo que sí le diría es que la purga sigue siendo uno de los procedimientos que emplearon, Vd. también, y emplean, cuando son gobernantes, y la purga intelectual es coartar la libertad de expresión de los que la detentan, los militares retirados, que la poseen en plenitud.
No intente dividir a los militares, que están unidos por su juramento de defensa de la Unidad de España y de su ordenamiento constitucional., desde el primer día, nosotros cumplimos lo que juramos.