Ha habido ‘efecto Illa’ y el PSC ha conseguido ganar las elecciones, pero el resultado deja muy complicado su acceso al Govern. Y es que el independentismo amplía su apoyo y supera por primera vez el 50% de los votos, esta vez con ERC al frente, que consigue el tan largamente esperado sorpasso a Junts. Será, por tanto, Pere Aragonès quien lidere la formación del Govern, con la prioridad de repetir la mayoría actual junto a la posconvergencia y la CUP. Sin embargo, por primera vez en toda esta década de procesismo, hay una mayoría alternativa a la independentista en el Parlament. Una mayoría de izquierdas con ERC, PSC y Comuns difícil de poner en marcha, pero que no se puede descartar y que sería la opción ideal para garantizar la estabilidad del gobierno de Pedro Sánchez.
El 14-F deja casi un triple empate en cabeza que no termina de dejar a ninguno de los protagonistas, PSC, ERC y Junts, completamente satisfecho. Los socialistas vuelven a ser la fuerza más votada -lo que no sucedía desde hace más de una década-, con el 23% de los votos y 33 escaños, pero el ‘efecto Illa’ no deja al PSC con capacidad de gobernar. ERC consigue, al fin, su gran objetivo, superar a Junts, con el 21% de los apoyos y también 33 escaños, y asumirá, salvo sorpresa mayúscula, la presidencia de la Generalitat. Sin embargo, la diferencia es tan estrecha que Pere Aragonès no se puede independizar tan fácilmente de Junts y, a priori, se le complica la otra posibilidad que ofrece el Parlament: la de gobernar con los Comuns y el apoyo externo del PSC. Junts es la que sale peor parada, quedando como segunda fuerza del independentismo con el 20% de los votos y 32 parlamentarios. Pero Laura Borràs ha mejorado sensiblemente las previsiones que les daban las encuestas y, si juegan bien sus cartas, seguirán en el Govern. Prioridad absoluta para una tradición política, la de Convergència y sus mutaciones posteriores, que ha gobernado Cataluña 34 de los últimos 41 años.
La construcción de un gobierno independentista no está exenta de dificultades. Aragonès, en la noche electoral, se acordó de los presos de su partido y de Marta Rovira, exiliada en Suiza, pero no de Carles Puigdemont y del resto de miembros de Junts, tanto en prisión como en Bélgica
Aragonès subrayó en la noche electoral que sus prioridades pasan por la amnistía y la autodeterminación, aunque también aludió a la mayoría de izquierdas que hay en el Parlament, dejando todas las opciones abiertas. Como ya adelantó en campaña, Aragonès intentará la construcción de un gobierno de amplia base, tratando de incorporar a la mayoría que ha gobernado la Generalitat en los últimos años a los Comuns. Una opción imposible y que habrá que ver en qué desemboca a lo largo de los próximos días. Entre otras cosas, porque la construcción de un gobierno puramente independentista no está exenta de dificultades.
La relación entre los núcleos dirigentes de ERC y Junts es muy mala. Tan mala que Aragonès, en la noche electoral, se acordó de los presos de su partido y de Marta Rovira, exiliada en Suiza, pero no de Carles Puigdemont y del resto de miembros de Junts tanto en prisión como en Bélgica. No hay que olvidar que fue hace un año cuando Quim Torra daba por finiquitada la legislatura y anunciaba la convocatoria electoral, ante la divergencia de estrategias y la degradación de las relaciones personales entre los consellers de uno y otro partido. Han sido la pandemia y el temor de Junts a unas encuestas nada halagüeñas, los factores que han alargado el epílogo de este Govern.
Además, tampoco hay que olvidar que Laura Borràs está procesada por presuntos delitos de corrupción durante su etapa el frente de la Institució de les Lletres Catalanes. Borràs se las habría ingeniado presuntamente para favorecer a un amigo con contratos que, en total, le reportaron casi 260.000 euros entre enero de 2013 y enero de 2018.Unos contratos divididos que como mucho alcanzaban los 18.000 euros cada uno, evitando así la obligación de concederlos mediante concurso público.
Habrá que ver si ERC transige con su inclusión en el Govern, al igual que con la de Joan Canadell, número tres de la lista de Junts por Barcelona y la voz más trumpista y supremacista con la que cuentan los herederos de Carles Puigdemont. De momento, la candidata de CUP, Dolors Sabaté, ya dijo en campaña que no investiría a Borràs y fue corregida inmediatamente por la dirección de su partido. La unidad de acción de la cupvergència goza de muy buena salud.
A la hora de cuadrar un govern independentista también hay que tener en cuenta que la CUP -muy reforzada por los resultados de las urnas, que la colocan con 9 escaños, 5 más que los que tenía hasta ahora- plantea un referéndum al final de la legislatura. Una nueva etapa procesista que no parece estar en los planes de Aragonès.
Moncloa ‘entra’ en el Parlament
Los agradecimientos de Salvador Illa en la noche electoral estuvieron encabezados por el jefe de gabinete de Pedro Sánchez, Iván Redondo, y su adjunto, Paco Salazar, lo que da una idea de hasta qué punto Moncloa se ha implicado en la campaña. A la espera de cómo evolucionan las negociaciones para saber si el PSC está en condiciones de evitar un nuevo Govern independentista, la mejor noticia para los socialistas es el hundimiento del PP, superados ampliamente por Vox. La estrategia de tensión puesta en marcha por Pablo Casado sale seriamente abollada de las elecciones catalanas, dejando a las derechas sumergidas en pulso que, a priori, despeja el camino del gobierno de coalición hasta el final de la legislatura. Peor noticia para Sánchez es el desplome de Ciudadanos. La formación de Inés Arrimadas le ofrece un contrapeso a Unidas Podemos que, poco a poco, se va diluyendo, con la viabilidad de la formación naranja seriamente comprometida a medio plazo.
De los ocho escaños con los que contarán los comuns, siete son por Barcelona, lo que da idea de la potencia política que aún conserva Ada Colau. El resultado, además, deja escapar un suspiro de alivio en el cuartel general de Podemos, tras los malos resultados en Euskadi y, sobre todo, en Galicia.
Habrá que ver qué apoyos consigue sumar Salvador Illa para la investidura a la que ha asegurado que se presentará, algo a lo que no se atrevió Inés Arrimadas tras las elecciones de 2017. Illa sí quiere tener, al menos, la oportunidad de reforzar su posición como la alternativa al independentismo, aunque muchas carambolas, hoy sumamente improbables, necesita Illa para terminar siendo investido president. Lo que sí está más al alcance de su mano -aunque también se dibuja como tremendamente complicada- es tejer una mayoría de izquierdas. No hay que olvidar que Illa aterriza como candidato del PSC por sus buenas expectativas demoscópicas, pero también por su capacidad de tender puentes con una ERC que es pieza fundamental de la estabilidad del gobierno de Pedro Sánchez. Mientras Miquel Iceta está muy marcado por el 155 y por su participación en las manifestaciones de Sociedad Civil Catalana, Illa ha tejió todo tipo de pactos desde la secretaría de Organización del PSC, antes de la su incorporación al Ministerio de Sanidad, y fue una figura clave para que ERC apoyara la investidura del presidente del Gobierno.
Si la opción progresista es viable por primera vez desde hace más de una década lo es gracias a que Catalunya en Comú ha aguantado, y a que la buena campaña de su candidata, Jessica Albiach, ha mejorado sensiblemente las previsiones de las encuestas. Eso sí, de los ocho escaños con los que contarán los comuns, siete son por Barcelona, lo que da idea de la potencia política que aún conserva Ada Colau desde el ayuntamiento de la capital catalana. El resultado, además, deja escapar un suspiro de alivio en el cuartel general de Podemos, tras los malos resultados en Euskadi y, sobre todo, en Galicia, donde se quedaron fuera de la cámara.