
Mireia Borrás
Portavoz de Ciencia del Grupo Parlamentario Vox
La innovación en España estaba con respiración asistida antes de la pandemia, está en la UCI tras estos meses y, si no tomamos medidas adaptadas al sector y gestionamos adecuadamente los fondos europeos, corremos el riesgo de que muera a la cola de los países menos innovadores del mundo.
Cerrando este 2020 con los peores índices económicos del mundo debido a la pésima gestión de esta crisis sanitaria y económica, resulta una gran noticia que España pueda optar a 140.000 millones de euros para los próximos seis años entre transferencias y préstamos a devolver en dos ejes de actuación clave que tienen que ver directamente con la ciencia y la innovación: la transformación digital y el Pacto Verde Europeo.
Lamentablemente y teniendo en cuenta el fracaso de España a la hora de ejecutar las ayudas a la I+D+i en sectores estratégicos, es importante que desde las instituciones planteemos soluciones que aborden no sólo el “cuánto” se destina, sino en el “cómo” se gestiona. Es decir; necesitamos más que una onerosa cuantía de fondos europeos, especialmente cuando el año pasado se presupuestaron 7.070 millones de euros y apenas se ejecutó la mitad debido a la excesiva complejidad burocrática e ineficiencia financiera de nuestro país.
Otra de las dolencias que padece nuestro tejido innovador es la escasa colaboración público-privada, de la que dependen en gran medida el funcionamiento de los sistemas de innovación, a través de herramientas y mecanismos que faciliten el intercambio de conocimiento. La cooperación entre el sector público de investigación y el sector privado debe ser una de las prioridades de las políticas de innovación: resulta primordial crear vínculos que permitan a la empresa mantener el contacto con el mundo científico y tecnológico, y a la Universidad incrementar la orientación práctica de la docencia.
También son preocupantes las elevadas tasas de abandono escolar prematuro, que contribuyen a una alta proporción de trabajadores poco cualificados, y cuyo problema empeora aún más la ya escasez de capacidades técnicas en una economía que, a su vez, está siendo incapaz de generar suficientes empleos altamente cualificados, lo que refleja su escasa dinámica de innovación.
“Una inversión en I+D+i sobre el PIB del 3% es posible si se reducen las partidas destinadas a duplicidades o gasto superfluo”
De ahí la necesidad de aprovechar el momento histórico de inversión en el que vivimos y en donde es indiscutible la necesidad de invertir en un sector tan estratégico e importante para la recuperación económica como la ciencia e innovación, sin las cuales no habrá reconstrucción posible. Por eso, España tiene la oportunidad de dar un salto con los fondos de recuperación europea Next Generation UE en investigación, desarrollo, innovación y digitalización.
Cierto es que España parte de una enorme desventaja frente a países de su entorno por la escasa inversión en I+D+i respecto al PIB que representa (un 1,24% del PIB; prácticamente la mitad en comparación con otros países europeos) y la Estrategia de Ciencia y Tecnología se ha marcado como meta que España alcance en 2027 una inversión del 2,14%. Sin embargo, tal y como hemos defendido en diferentes iniciativas desde VOX, consideramos imprescindible la consecución a la mayor brevedad de un porcentaje de inversión en I+D+i sobre el PIB del 3%, en línea con los compromisos adquiridos por España con la UE. Es un objetivo ambicioso, pero perfectamente posible si se reducen correlativamente las partidas destinadas a duplicidades o gasto superfluo.
Por ejemplo, desde VOX hemos instado al Gobierno a fusionar en un único ministerio las competencias relativas a Economía, Industria, Comercio, Empleo, Ciencia, Investigación e Innovación y, en otro departamento, la propuesta y ejecución de las políticas estatales en materia de Educación, Formación Profesional y Universidades.
Otra herramienta clave para promover la innovación son los incentivos fiscales a las empresas, ya que es el sector privado el que moviliza la mayor parte de la inversión en I+D+i. Para ello debemos tener en cuenta que las empresas valoran sus inversiones con un mix de riesgo y rentabilidad que garantice su supervivencia. La I+D tiene mucho riesgo y sus frutos son difíciles de medir y proteger. Para ayudarles es clave mejorar los incentivos fiscales para pymes y grandes empresas, con medidas disruptivas y eficaces como el cashback para la monetización de la deducción por I+D+i. Así, en un reciente estudio de la Airef sobre los efectos de las deducciones fiscales de I+D+i en la economía, se establece que por cada euro de incentivo fiscal se incrementa en 1,5 euros el gasto privado en I+D+i, es decir las deducciones tienen más repercusión en España que en la media de la OCDE.
“Defendemos la colaboración público-privada y la política del “no molesten, políticos” que intentamos ejercer desde el Congreso”
Sin embargo, que España no sea capaz de ejecutar todos los fondos de la Unión Europea que va a comenzar a recibir a partir del próximo año para modernizar y transformar su economía es una preocupación compartida por la oposición y el sector empresarial. Y a esta preocupación se le suma otra; el hecho de que se garantice que cada euro gastado genere más de un euro de nuevo PIB. Solo así podremos reembolsar mañana los créditos que se desembolsen hoy. Con la demostrada incapacidad de este Ejecutivo durante la gestión de la crisis, estas preocupaciones se multiplican.
Sorprende ver también cómo problemas como la precariedad laboral de los investigadores y científicos -en donde las únicas medidas del Gobierno sean los tenure-track sin seguimiento, aumentar la tasa de reposición al 110% sin haber resuelto los problemas que han provocado ya la fuga de casi el 10% de toda nuestra fuerza investigadora, y presupuestar apenas 62 millones para nuevas convocatorias de formación e incorporación de doctores en empresas- provocan no sólo una indolencia mayor de la sociedad civil ante unas cuestiones cuya gestión no suma demasiada atención mediática sino el agravamiento de una situación de abandono al sector de la ciencia cada vez más vergonzosa como país.
En todo caso, pese al abandono institucional, España es el tercer país en número de ensayos médicos, hemos alcanzado un récord histórico en inversión en ensayos clínicos (662 millones de euros) con un crecimiento anual del 7% entre 2005 y 2017, y 8 de los 12 proyectos en toda Europa sobre nanomedicina estén siendo coordinados desde España, lo que nos da la razón a quienes defendemos la colaboración público-privada y la política del “no molesten, políticos” que algunos intentamos ejercer desde el Congreso, pues es gracias a esa colaboración y libertad de ciudadanos y empresas que hemos logrado tamaños éxitos en materias como la medicina de precisión o clínicas de terapias avanzadas.
Y frente a los burócratas del gasto desmedido, público y entorpecedor, en VOX apostamos por facilitar en vez de obstaculizar: mejorar el entorno estimulador sobre la innovación, simplificando y reduciendo burocracia, proporcionando marcos jurídicos seguros y estables para que las empresas y agentes económicos puedan trabajar, emprender y generar riqueza.
Porque tal y como expresó Gregorio Marañón, “la verdadera grandeza de la ciencia acaba valorándose por su utilidad”, y aquella política que no asuma como propio tal principio en su utilidad y beneficio para la sociedad que administra será muchas cosas, pero no será buena política.
Buen artículo. Echo de menos dos puntos: La necesidad de potenciar las tecnologías duales que permitan aprovechar las sinergias entre el mundo civil y militar y que, si bien es importante el papel de las subvenciones, el auténtico motor de la innovación en la gran industria es el compromiso de adquisición o al menos las posibilidades de comercialización.