Virginia Miranda
Adolfo Suárez abrió cuatro décadas de democracia apelando al valor de la palabra y ambos conceptos inspiran ‘La democracia en palabras’ (Punto de vista editores), una recopilación de los discursos más relevantes de la reciente historia de España a cargo del politólogo Miguel Ángel Simón y del sociólogo Joan Navarro. El también socio y vicepresidente en LLYC y cofundador de +Democracia destaca la vigencia de los textos de la Transición, valora la importancia histórica de las comparecencias de Juan Carlos I a pesar de las circunstancias y avanza que una futura edición habrá de contar con oradoras como Irene Montero e Inés Arrimadas y con la intervención de Pablo Casado en la moción de censura de Vox.
Usted y el politólogo Miguel Ángel Simón han recopilado los discursos más relevantes para España en 40 años de democracia. ¿Por qué éstos y no otros?
Son los más recordados, los más pronunciados y, de alguna forma, los discursos que han marcado época. Había discursos muy específicos de momentos muy claros y, como había que elegir, son los más significados.
¿Han envejecido bien estos discursos?
Han envejecido extraordinariamente bien. Da gusto releer alguno de ellos. Los de la Transición y la primera etapa de la democracia, bajo la presidencia de Adolfo Suárez, son discursos de un alto valor moral con apelaciones a una España que en ese momento no existía, una aspiracional, y de alguna forma se estaba configurando con aquellas palabras. Los nuevos reflejan muy bien el cambio de situación, sobre todo de la última década. Los discursos van cambiando su forma de referir el país conforme el país va cambiando.
¿Cuál es para usted el discurso más valioso? Por histórico, por emotivo, por movilizador.
A mí me gustan mucho los primeros discursos de la Transición. El de Carrillo renunciando a la República para poder traer la democracia a España, las palabras de Suárez apelando a esa democracia que hoy tenemos muy normalizada pero que en aquellos momentos no se escuchaban de un dirigente político. El del propio rey, cuando en su primera intervención en el Parlamento dice que en este país había que tener un reparto social de la propiedad. Son discursos que han construido la democracia y leerlos hoy resulta tremendamente inspirador.
“Da cierta tristeza leer las grandes intervenciones de Juan Carlos I en la Transición a la luz de los acontecimientos actuales”
Los discursos pertenecen a quienes los pronuncian, pero antes pasaron por muchas manos. ¿Qué políticos han sabido ‘levantar’ un discurso regular?
Casi todos los que aparecen aquí son grandes parlamentarios. Que en algunos casos han estropeado excelentes discursos y, en muchos otros, han hecho de discursos bastantes mediocres una pieza importante. La famosa frase “váyase usted, señor González” de José María Aznar no aparecía en el texto. Quienes lo habían escrito la descartaron considerando que no era oportuna en aquel momento, pero Aznar se la quedó y la colocó sin estar preparada por los técnicos. Aquella fue una frase que marcó época y ayudó al advenimiento de la política del PP.
Dice que los protagonistas del libro son grandes parlamentarios pero, ¿un buen texto ha sido capaz de animar a un orador en un mal día?
Un buen texto puede ayudar a un político que tiene un día mediocre y, si se pega al discurso, normalmente sale bien. Hay muy buenos políticos que saben leer buenos discursos sin que suponga para ellos el mínimo esfuerzo independientemente de cómo se encuentren ese día.
El libro recoge algunos discursos de Juan Carlos I, al promulgar la Constitución, después del 23-F o tras su abdicación. ¿Resisten bien el paso del tiempo a pesar de las polémicas que ahora rodean al rey emérito?
Hay que reconocer que da cierta tristeza leer las grandes intervenciones de Juan Carlos I en la Transición y en los primeros momentos de la democracia a la luz de los acontecimientos actuales. Pero los textos están ahí y no sólo eso; en su momento ayudaron muchísimo las palabras del rey. Aquella comparecencia histórica tras el golpe de Estado tuvo el valor de hacer posible la implantación de la democracia en España y hay que verla así, indistintamente de lo que nos pueda parecer hoy la monarquía.
Hace pocas semanas, la opinión publicada y hasta los partidos en el Gobierno felicitaban a Pablo Casado por su discurso en la moción de censura de Vox a Pedro Sánchez. ¿Merecería ser incluido en una futura edición?
Sin lugar a dudas. Pablo Casado entendió bien que la moción de censura no era contra el presidente Sánchez sino contra él e hizo un discurso a la altura. Además, supo gestionar bien la tensión sobre la expectativa de lo que iba a votar focalizando todavía más la atención en su actuación y salvó muy bien lo que fue una envestida de su socio de Gobierno. No tiene más trascendencia desde el punto de vista histórico que la de un reajuste entre las dos fuerzas de la derecha. Pero, en la siguiente edición, ese discurso es imprescindible.
El criterio cronológico y de representatividad ha dejado fuera de la recopilación a las mujeres. Pero Ciudadanos ya tiene una presidenta y otras políticas pueden seguir escalando posiciones, como Irene Montero como posible sucesora de Pablo Iglesias. ¿Cuál de ellas le parece mejor oradora para aparecer en una nueva edición?
En la siguiente edición tendrán un hueco como líderes y porque, además, las dos son excelentes oradoras. Cada una en su registro, con un estilo completamente diferente. Irene Montero es más mitinera, más emotiva en la manera de dirigirse a su electorado. Inés Arrimadas transmite a sus votantes la tranquilidad que un partido de centro derecha les da. No olvidemos que fue la número uno en Cataluña cuando se presentó a las elecciones. Tenemos también políticas que no están al frente de sus partidos, pero sí permanecen en ellos de forma estable y saben manejar muy bien las tablas parlamentarias. Estoy pensando en Ana Pastor. Elegante, sabe controlar los gestos y, a pesar de su rictus riguroso y sobrio, en las fiestas de Navidad en el Congreso contaba unos chistes estupendos y eso es una habilidad extraordinaria en política.
¿Qué le parece Cayetana Álvarez de Toledo? Fue una portavoz parlamentaria temida, pero se le reconocía solvencia intelectual.
Indistintamente de la evaluación del contenido, no es una parlamentaria brillante, es una parlamentaria de florete corto. Busca la efectividad sobre el fondo. Sin quitarle el mérito de haber subido a la tribuna a repartir estopa a diestro y siniestro, en el libro pensamos en recopilar palabras que van construyendo no tanto el momento, sino una época, de modo que no sería una parlamentaria de la que pudiéramos recoger discursos de recorrido.
“Adolfo Suárez se sorprendería del tono bronco actual, pero se reconocería muy positivamente en el país que hemos construido”
Dice la presidenta de Efe, Gabriela Cañas, una de las personas invitadas a participar en el libro con textos inspirados en los distintos periodos históricos, que “cuarenta años después, el espíritu pactista parece haberse volatilizado”. ¿En qué se diferencian el mensaje de Tarradellas de 1977 y el de Puigdemont en 2016? ¿Los discursos de Carrillo e Iglesias, o de Fraga y Casado, o de González y Sánchez?
Lo resumo y el ejemplo vale para todos: Tarradellas habla para la historia y los líderes actuales de ERC lo hacen para el Telediario de dentro de una hora. La diferencia es muy grande. En el caso de Tarradellas se estaban construyendo metáforas con carácter histórico. Ahora, cuestiones ingeniosas que llamen la atención para que el periodista se fije en el dardo, en la frase, en el titular de prensa que, dos días después, ya se ha olvidado.
El libro recoge las intervenciones de Adolfo Suárez y Felipe González en el debate de los Pactos de La Moncloa, a cuyo espíritu apeló el Gobierno en los primeros meses de la pandemia para encontrar una salida pactada a la crisis económica. Aquel futuro no escrito del que hablaba Adolfo Suárez, ¿por qué se ha acabado torciendo tanto como para no reconocerse en ese pasado no tan lejano?
Si pudiera hacer una valoración de cómo está el país, creo que Adolfo Suárez se sorprendería del tono bronco y no le gustaría la tendencia a la falta de institucionalidad que tiene todavía la política parlamentaria. Pero se reconocería muy positivamente en el país que hemos construido entre todos. Probablemente pudiera tener un cierto sentimiento de orgullo por un país mucho más democrático, avanzado, tolerante y solidario de lo que él pensó y no le gustaría esta bipolaridad tensa que en el fondo no se transforma en hechos concretos. Hay una bronca en el Parlamento que no tiene que ver con el clima de la calle ni con la gestión política cotidiana. Hay una sobreactuación que tiene que ver con el ritmo de los tiempos, la propia comunicación y lo rápido que se consume todo.