Algo se mueve en el PP y en el PSOE. El acuerdo alcanzado por Juanma Moreno y Ximo Puig para demandar al Gobierno una mejora de su capacidad tributaria resitúa a sus protagonistas en el tablero político. El primero ha exportado fuera de Andalucía un modelo pactista alternativo al de su colega en Madrid. El segundo se ha afianzado como el barón ascendente que, con su visión descentralizadora del Estado, confía en dar la campanada en el congreso socialista del que Valencia es sede este mes de octubre. Reclamando un nuevo modelo de financiación, la suma de voluntades multiplica dos opciones de más largo recorrido.
La foto de Juanma Moreno y Ximo Puig estrechando la mano está dando de qué hablar y eso significa que, en parte, el barón popular y el socialista han conseguido su objetivo. No tanto el oficial como el oficioso, de carácter interno y largo alcance.
En un encuentro en el sevillano Palacio de San Telmo, los presidentes de Andalucía y de la Comunidad Valenciana acordaban exigir al Gobierno un “fondo de compensación transitorio” mientras se negocia un nuevo modelo de financiación autonómica que lleva años de retraso y que “en la actualidad sigue generando diferencias de recursos entre comunidades de más de 30 puntos porcentuales por habitante ajustado”, señala un comunicado conjunto.
“Mantener esta situación no es sostenible”, lamentaba Puig en alusión a la prórroga sostenida por Pedro Sánchez. Esta alianza “no es ningún frente” ni “va contra nadie”, aseguraba Moreno tras llegar a un acuerdo con quien insiste en hablar de “procés invisible” y “dumping fiscal” de la Comunidad de Madrid.
Lo cierto es que el jefe del Ejecutivo valenciano se ha aliado con un barón popular metiendo presión al líder de su propio partido y su colega andaluz ha reivindicado que otro PP es posible con Isabel Díaz Ayuso en plena efervescencia. Y, a pesar de ello, el balance de daños ha sido mínimo porque los dos llegaron a la cita con los deberes hechos.
El federalista
El valenciano ha logrado que Escrivá vea recorrido a un impuesto para ricos en Madrid con el que compensar el efecto de la capitalidad
Desde que apoyara a Susana Díaz en las primarias del PSOE, mucho han cambiado las cosas para Ximo Puig. El president valenciano ha demostrado fidelidad a Pedro Sánchez ayudando a rebajar la presión de las baronías críticas, apenas representada ya por el castellanomanchego Emiliano García-Page.
Hace tan sólo un mes, con el valenciano José Luis Ábalos fuera de juego tras su salida del Gobierno y de la secretaría de Organización del PSOE, el también secretario general del PSPV formalizaba su candidatura a la reelección en el congreso del partido que se celebrará el próximo mes de noviembre habiéndose librado de su mayor enemigo interno.
Y Valencia acogerá el 40 Congreso del PSOE del 15 al 17 de octubre –la elección “viene a confirmar el apoyo del Partido Socialista a lo que se está haciendo en la Comunitat Valenciana”, decía hace unas semanas–, donde Puig llevará una “una visión más federal, más descentralizada y capaz de entender la España de las Españas”, sostenía durante el debate de las enmiendas que su partido defenderá en el cónclave.
La buena racha de Puig no está exenta de contratiempos de carácter orgánico. La prensa valenciana aireaba recientemente la incapacidad de ximistas y sanchistas para pactar en Alicante la lista de delegados al congreso federal y aventuran tensiones de cara al congreso provincial que deberá celebrarse tras el autonómico. Pero se ha labrado una trayectoria de líder ascendente que, de facto, encarna la visión descentralizadora de la política.
El pasado mes de julio, él y la sanchista Francina Armengol celebraban en Palma una cumbre bilateral donde, a propósito de la interconexión de la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares, defendieron avanzar hacia “un mayor federalismo en las relaciones entre las comunidades autónomas y el Gobierno de España”. “Entre el soberanismo y el centralismo está la vía federal”, sostuvo Ximo Puig, que los últimos meses ha cultivado relaciones al más alto nivel autonómico y también estatal reivindicando su estrategia y su protagonismo político.

Así, en agosto recibía al titular de Seguridad Social, José Luis Escrivá, que vio con buenos ojos la propuesta del valenciano de crear un impuesto para las rentas altas de Madrid con el fin de compensar la desigualdad fiscal del resto de autonomías por el efecto capitalidad; el pasado día 13 se reunía en Alicante con la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, para preparar el Foro Mediterráneo Occidental; y hace unos días mantenía un encuentro en el Palau de la Generalitat con secretario general de CC OO, Unai Sordo, que defendió una mejora de la financiación autonómica después de que su anfitrión hubiese sellado su acuerdo con Juanma Moreno en Sevilla.
Lo hizo tras reunirse con su compañero de partido y secretario general del PSOE-A, Juan Espadas, a quien la entente cordiale entre su contrincante político y su aliado orgánico le deja en una situación delicada.
El moderado
El presidente de la Junta de Andalucía también había preparado el terreno cuando tuvo lugar un encuentro en el que venían trabajando las consejerías de Hacienda de ambos gobiernos autonómicos.
La víspera, Juan Manuel Moreno recibía a la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, quien le avanzó que la titular de Hacienda, María Jesús Montero, tiene previsto presentar en noviembre un documento que sirva de base para debatir un nuevo modelo de financiación de las comunidades autónomas.
Aunque el tono de la también ministra de Economía estuvo lejos de ser complaciente –los “planteamientos victimistas no han llevado nunca a nada positivo”, dijo–, el barón popular mantuvo el perfil amable y moderado que lleva tiempo ensayando en Andalucía y que ahora quiere exportar al resto del país y, sobre todo, al PP. Un perfil a prueba de contratiempos como el de Granada: esta semana se reunía con su alcalde, el socialista Francisco Cuenca elegido en julio tras la ruptura del pacto del Gobierno entre Ciudadanos y el PP, para hablar de una acción “conjunta y coordinada” con el fin de mejorar las conexiones ferroviarias.
Más reciente ha sido su encuentro con Fernando López Miras para sumar apoyos en su demanda de reforma del modelo de financiación autonómica. Días después, volvería a ver al murciano junto al resto de barones populares citados por Génova para participar en una mesa de presidentes autonómicos en el marco de la convención nacional con la que el PP espera relanzar el liderazgo de Pablo Casado.
A diferencia de Génova, el barón popular hace gala de contactos con sus adversarios políticos dentro y fuera de Andalucía
Un liderazgo que sigue debatiéndose entre los pros y los contra de dejarse arrastrar por el discurso de Vox para crecer por la derecha mientras las baronías ya han tomado partido. La madrileña no deja lugar a dudas. La andaluza, tampoco. A pesar de que el suyo es el primer Gobierno popular sostenido con los votos de la formación de ultraderecha, Juan Manuel Moreno ha logrado que la prensa regional pase por alto esta circunstancia y le defina como un político de centro.
Como Ximo Puig, Moreno Bonilla apoyó a la opción perdedora en las primarias de su partido. Y aunque Teodoro García Egea le ganó el pulso en el congreso del PP de Sevilla imponiendo a su candidata, el político andaluz goza de poder territorial y posibilidades de crecimiento. Tantas como las que pudiera tener Isabel Díaz Ayuso.
La próxima cita con las urnas debería ser la andaluza. Si se agota la legislatura, en noviembre de 2022. Pero la posibilidad de un adelanto planea sobre la Junta desde hace meses. Concretamente, desde la fallida moción de censura en Murcia y su efecto colateral en Madrid. Y más cuando Vox amenaza con torpedear los Presupuestos para forzar unos nuevos comicios.
Mientras el PP-A explora la posibilidad de sumar a los socialistas en la aprobación de unas nuevas cuentas públicas, su presidente gana tiempo para elegir el momento electoral más adecuado y para demostrar su voluntad de llegar a pactos con sus adversarios políticos. Los populares andaluces se convencieron en tiempos de Javier Arenas de que sólo el voto moderado les haría ganar elecciones y esa es la baza política a la que está jugando Juan Manuel Moreno.
También y en clara contradicción con la estrategia de Génova, a nivel nacional. Porque, si Pablo Casado no logra formar gobierno después de unas próximas elecciones, no será Isabel Díaz Ayuso la única que esté esperando su oportunidad.