¡Vaya gente! / Mara del Prado
El mundo respira aliviado y la crónica social puede, por fin, hacer su habitual perfil de la primera dama electa de Estados Unidos. Con la suerte de que habrá cambios en la residencia privada de la Casa Blanca y de que una mujer accederá a la vicepresidencia del país por primera vez, lo que permite mayor detalle del que suelen conceder los políticos masculinos a este tipo de informaciones.
Jill Biden llama la atención de hola.com porque pretende mantener su trabajo de profesora en el centro de formación profesional Northern Virginia Community College cuando su marido jure el cargo el próximo 20 de enero como 46º presidente del país norteamericano, algo que no ha hecho hasta ahora ninguna de sus predecesoras.
Nacida hace 69 años en Nueva Jersey como Jill Jacobs en el seno de una familia trabajadora, la que ya fuera segunda dama durante el periodo de Barack Obama creció junto a sus cuatro hermanas en Pensilvania, el Estado que acabó de inclinar la balanza a favor de su marido tras el ajustado conteo de votos que siguió a las elecciones del 3 de octubre.
Ella misma contó en el New York Times que tiene independencia económica desde que empezó a trabajar con 15 años y se dedica a la docencia desde mediados de los 70. Según reveló su portavoz en Los Angeles Times, sus alumnos la llamaban ‘doctora B’ -a los 56 años se doctoró con una tesis sobre cómo prevenir el abandono escolar- y, cuando su marido fue vicepresidente, algunos de ellos desconocían tan relevante parentesco.
Ahora y después de haber participado en mítines para hablar de educación o inmigración, incluso en solitario, resulta altamente improbable que quedara algún estudiante despistado si, como pretende, el servicio de seguridad de La Casa Blanca da el visto bueno a la continuidad de sus clases; aquí en España, la periodista Letizia Ortiz dijo que seguiría trabajando después de conocerse su compromiso con el entonces príncipe Felipe y ya saben lo que duró aquello.
¿Y quién es Kamala Harris? Pues una persona extraordinaria. Hija de padre jamaicano y madre india, la futura vicepresidenta de Estados Unidos se convirtió en la primera mujer negra en hacerse con la jefatura de la fiscalía general de California y la primera en representar a este Estado en el Senado. “Romper barreras te hace sangrar, pero siempre merece la pena”, llegó a declarar en una entrevista para la agencia Efe.
Y vaya si lo ha vuelto a hacer. Con esta filosofía se postuló a la nominación presidencial demócrata de 2020 y, después de que Joe Biden lograra el mayor número de apoyos, se sumó a su tique electoral contra el más correoso contrincante republicano que podían tener. Donald Trump avivó el voto demócrata pero también el trumpista y la candidatura de Biden y Harris tuvo que echar el resto para ganar.
La ya fallecida madre de la futura número dos de la Administración estadounidense, Shyamala Gopalan, declaraba hace algunos años en una entrevista en Los Angeles Times que la cultura india, de la que ha bebido su hija, adora a las diosas y, por tanto, “produce mujeres fuertes”. Tanto como para llevar a Harris lo más lejos posible. Y eso que aún no ha tocado techo.