
Sin Maldad / José García Abad
He residido algún tiempo en la madrileña calle Factor donde, al asomarme al balcón, me topaba a la derecha con el Palacio Real y a la izquierda con la Catedral de la Almudena, a la derecha el Rey y a la izquierda el Arzobispo. Con frecuencia se me mezclaban la ceremonia del desfile de carrozas con las que se acercaban los nuevos embajadores a la presentación al Rey de sus credenciales, o con los coches con banderines que acompañaban a un jefe de Estado en un almuerzo ceremonial con el jefe del Estado, coincidente con el arranque de una procesión religiosa o con una concentración de fieles al pie de la Catedral.
No creo que haya otro escenario en el que se manifieste con tanta nitidez la proximidad de la Iglesia y del Estado, del altar y la Corona, que parecía desmontar el principio constitucional de un Estado aconfesional, de la separación de la Iglesia y del Estado, base de un Estado democrático. Todo un símbolo arcaico.

No creo que haya otro escenario en el que se manifieste con tanta nitidez la proximidad de la Iglesia y del Estado, del altar y la Corona, que parecía desmontar el principio constitucional de un Estado aconfesional, de la separación de la Iglesia y del Estado, base de un Estado democrático. Todo un símbolo arcaico
No es casualidad que la nueva catedral, que sustituía a la de San Isidro, también denominada Colegiata de San Isidro el Real, olvidando su pasado labrador, se edificara justamente donde está, un horrible edificio, un pastiche neorrománico, neogótico y neoclásico, concebido en su origen, en 1883, como panteón para la reina María de las Mercedes, esposa de Alfonso XII, diseñado por el marqués de Cubas, que se convirtió en catedral en 1993 cuando fue consagrada, aún sin terminar, por el papa Juan Pablo II. Un adefesio que nos oculta una maravillosa vista de la Casa de Campo, en cuya cripta están sepultados junto a la esposa de Alfonso XII numerosos aristócratas y grandes empresarios.
Ataques a la no confesionalidad del Estado
Parece que pasa desapercibido el ataque a la no confesionalidad del Estado las ceremonias políticas celebradas en la catedral, especialmente llamativa en este caso, cuando el pasado 9 de noviembre, en la misa en honor de la Virgen de la Almudena, se escenificó el abrazo entre la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, que confiesa perdió la fe a los nueve años, y el alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida, miembro del Opus Dei.
Lo curioso es que fue Felipe González quien pasó la gorrilla a los empresarios para culminar las obras eternas para concluir la catedral, lo que agradecieron públicamente los cardenales Rouco y B, que no comulgaban con la izquierda.
Suquía acudió primero en petición de ayuda crematística al presidente de la Comunidad de Madrid, como contó Joaquín Leguina a Telemadrid. Su primera reacción –confiesa– fue escabullirse. “Yo pondré el mismo dinero que ponga el alcalde”, Enrique Tierno Galván. Y Leguina recuerda: “Una vez paseando por delante del Palacio Real, Tierno me había dicho: “Pero esta historia de la época de Alfonso XII de que querían hacer aquí la catedral, juntar el trono y el altar… ¡Que se queden las ruinas como están, que no están mal!”. Así que pensé: “Éste no va a dar un duro”. Pero no, me equivoqué de medio a medio».
Para vencer las vacilaciones del alcalde, el arzobispo dio un giro a su argumento: “Vamos a dejarnos de hablar de catedral. Esta es la cornisa panorámica de Madrid”, le espetó, mostrándole un dibujo de Chueca con una simulación de las vistas del conjunto palacio-catedral tal como quedarían.
¡Vaya cornisa que tapaba un hermoso panorama! Se retomaron las obras, pero seguía faltando una inyección final de capital. Así que la diócesis acudió al presidente González, quien convocó en una cena en La Moncloa a los máximos responsables de la banca y de las principales empresas del país, conminándolos a aportar una cantidad anual que él mismo fijó, y que todos desembolsarían escrupulosamente.
Lleva ejerciendo la profesión de periodista desde hace más de medio siglo. Ha trabajado en prensa, radio y televisión y ha sido presidente de la Asociación de Periodistas Económicos por tres periodos. Es fundador y presidente del Grupo Nuevo Lunes, que edita los semanarios El Nuevo Lunes, de economía y negocios y El Siglo, de información general.