
Joan Capdevila
Haga el ejercicio de empezar a escribir en Google: “La banca…” y aparecerá “la banca… siempre gana”. Será que, en nuestros días, la sabiduría popular reside en Google, pero no sabría expresarlo mejor: “La banca siempre gana”. Y si siempre gana la banca, los que no somos banca, siempre perdemos.
En lo que se suele llamar la era de la revolución digital, el sistema bancario sólo ha intentado ahorrar costes y mejorar márgenes, aun a sabiendas de que dejaba de dar servicio a sus teóricos clientes. Se han cerrado multitud de oficinas, y en las que quedan, los horarios ya van con cita previa casi siempre y la atención al público, la antes llamada “ventanilla”, con más colas que en el metro en hora punta.

Los bancos deberían ser prudentes, dando un mucho mejor servicio, y dejando de querer multiplicar sus beneficios a golpe de comisiones
Podríamos llamar al fenómeno de ‘desbanquización’ actual “exclusión financiera”: la gente mayor desatendida (en serio, ¿ven a sus madres manejando ‘apps’ de servicios financieros?), la ruralidad desatendida (no ya sin oficinas, ya casi sin cajeros), los comercios desatendidos (“venga usted sólo en jueves a ingresar el metálico que en quince días se lo anotaremos en cuenta”… ¡en divisas van más rápido que con moneda de curso legal!), los jóvenes con necesidad de avales paternos, y los marginados sin ni tan sólo capacidad de abrir una cuenta corriente.
Y en una sociedad en la que ni cobrar (ni pagar) una nómina, ni una subvención ni una ayuda social, ni prácticamente cualquier servicio básico se puede pagar ni gestionar sin una cuenta corriente y una domiciliación y por tanto una transacción electrónica, proveer a la población de una cuenta corriente es un derecho básico, fundamental, por tanto, un servicio público y cobrar por ello abusivamente, indecente.
Veamos cómo les ha ido a los bancos en este dificilísimo 2022… todos los augurios anuncian para los seis grandes bancos españoles un beneficio récord por encima de los 20.000 millones de euros. Todos ustedes han visto subir vertiginosamente los tipos de interés, impulsados por el Euribor y catapultados por unas comisiones de intermediación que se han ido multiplicando. Por cierto… ¿alguien ha visto remunerar sus cuentas corrientes? ¿O acaso no sirven también para financiar las deudas? Seis grandes bancos, seis, como los Mihura de los carteles de los toros. Seis grandes que después de la crisis de 2008 se han quedado para demostrar que a golpe de auditorías e informes de buen gobierno y ‘compliance’, propios o de grandes consultoras, se pueden seguir manteniendo sueldos y prebendas con siete ceros sin parpadear. Que si éste fuese el precio a pagar para tener el servicio financiero que obligatoriamente hemos de tener, pues aún se podría explicar. Pero sueldazos de cuatro oligarcas, y sus cohortes pretorianas, basados en los malos tratos al ciudadano contribuyente… pues no vamos bien. Nada bien.
A la inflación galopante, que gracias a un invierno caliente y a una guerra en semipausa, ha visto cómo por fin se regulaban los precios de la energía, especialmente el gas, tenemos que añadirle desde hace unos meses la inevitable subida de tipos de interés. Si los sindicatos han hecho los deberes y han pactado convenios razonables, si los empresarios siguen en la brecha, los bancos deberían de seguir con la misma prudencia dando un mucho mejor servicio, y dejando de querer multiplicar sus beneficios a golpe de comisiones. Si con la crisis de 2008 acabamos concentrando los bancos, no vaya a ser el caso que la avaricia de los seis grandes acabe creando un monstruo antisocial (y no descarten que la propia avaricia también actúe concentrando mucho más al sector, haciéndolo cada vez más amenazantemente sistémico) como para que nos concentremos en trabajar por un banco… público. Al menos, así ganaremos todos de verdad.
¿Qué ha hecho el Gobierno? pues miren, poquito: fiarse de quien engañó a nuestros progenitores con paraguas de aquellos de los del dicho como las preferentes, por ejemplo, y creerse auténticos “te lo juro por Snoopy” vestidos de promesas de autorregulación.Así, con mis deseos para los lectores de El Siglo de un feliz y saludable año 2023, para ellos y sus familias, les conmino a que de la prosperidad se ocupen revisando sus cuentas e hipotecas y sus draconianas condiciones con la entidad que les haya tocado en suerte, que nadie, ni Nadia Calviño, lo hará por ustedes.
Presidente de la Comisión de Industria del Congreso de los Diputados y portavoz en la de Transición Ecológica. Veterinario y empresario pyme durante 25 años. Ahora Diputado a Cortes (pero no me lo tengan en cuenta) independiente en el G.P. Republicano (ERC). Licenciado en la UNEX, tengo un Máster en la UAB y un Programa Ejecutivo en Deusto BS.