Vaya gente! / Mara del Prado
Unas llegan y otras se van. Llegan Jill Biden y Kamala Harris como nuevas protagonistas de la crónica social de la Administración estadounidense y se van Melania e Ivanka Trump. Durante meses se han escrito miles de páginas sobre el pasado de la próxima primera dama y la vicepresidenta electa. Ahora se escriben las primeras líneas sobre el incierto futuro de la mujer y la hija de Donald Trump.
De su hija y consejera en la Casa Blanca, como su yerno, Jared Kushner. Ellos se han convertido en el mejor ejemplo de lo dura que es la caída de aquellos que se ven despojados del poder. Cuentan en Nius que han tenido que sacar a sus hijos del colegio privado en Washington al que asistían desde hace tres años debido a las protestas de los padres que les acusan de poner en peligro a las familias al no respetar las medidas contra el coronavirus.
Se quejan, y lo hacen ahora que empiezan a preparar las maletas para desalojar la sede del Gobierno norteamericano, de que no llevan mascarillas en actos públicos y no han guardado confinamiento tras mantener estrecho contacto con positivos como Donald y Melania Trump. El colegio habría intentado que los niños siguiesen en el centro y, al mismo tiempo, “garantizar que no se violaran los protocolos”, según la CNN, pero los exconsejeros de la habitación oval han sacado a sus hijos ahora que han perdido su privilegiado estatus.
La deslealtad ha sido otra de las consecuencias de la derrota del candidato republicano a las elecciones del 3 de noviembre. A Lysandra Ohrstrom, una periodista que fue dama de honor en la boda de Ivanka y Kushner en 2009, le ha faltado tiempo para traicionar a quien, dice, fue su mejor amiga. “Tenía el radar de Trump para el estatus, el dinero y el poder y el instinto de su padre de apuñalar a otros por la espalda para salvarse a sí misma”, cuenta en Vanity Fair, donde asegura que, tras recomendar a la hija favorita del magnate la novela ganadora del Pulitzer Empire Falls, de Richard Russo, sobre personajes de la clase trabajadora en un pequeño pueblo de Maine, ella le contestó: “Ly, ¿por qué me dices que lea un libro sobre jodida gente pobre? ¿Qué parte de ti piensa que a mí me puede interesar eso?”.
En el caso de Melania Trump, lo peor puede ser la irrelevancia. Según publica Page Six, la primera dama saliente ha recibido una oferta para escribir sus memorias en la Casa Blanca. “Sería su dinero, una oportunidad para que ella ganara por su cuenta”, habría declarado una fuente al medio estadounidense, que añade: “Me han dicho que su esposo la está animando”. De ser cierto, podría aclarar los malos gestos que ella y su marido se han profesado en público desde el día de la proclamación hace ya cuatro años.
Pero, ni por esas, parece que vaya a tener fácil alcanzar el éxito de su predecesora: en cuatro meses, Michelle Obama batió todos los records con su libro de memorias editado por Penguin Random House y, el pasado marzo, ya había vendido diez millones de ejemplares. 1,4 millones de copias la primera semana. ¿Habrá empezado Melania a sentir el vértigo?