
El Acento / Inmaculada Sánchez.
Iba a ser empeño imposible que, conociéndose la sentencia del ‘procés’ en octubre y fijada la cita con las urnas en noviembre, la campaña electoral no fuese devorada por el conflicto catalán. Lo que era menos esperado han sido las escenas nocturnas de coches ardiendo, adoquines por los aires, cristales rotos y cientos de policías intentando contener una muchedumbre durante horas en Barcelona. Imágenes que no veíamos en nuestro país desde hacía mucho tiempo y que han cambiado radicalmente el escenario político del largo pulso entre el independentismo catalán y el Estado español.
Un histórico 155, otro presidente en Moncloa y años de cárcel para los líderes del ‘procés’ después, la situación en Cataluña, lejos de encaminarse hacia cierta ruta de solución ha tomado un rumbo incierto y altamente inquietante. La cercanía de las próximas elecciones del 10 de noviembre, que, a priori, no figuraba en el cuaderno de respuesta a la sentencia del Supremo que manejaban el activismo ‘indepe’ ni los partidos, ha venido también a calentar aún más el clima.
Hará falta mucha inteligencia política para gestionar el humo y los rescoldos del incendio catalán. El independentismo tiene que hacer frente a la sentencia, a su división y a la llegada de la violencia a sus filas. El Gobierno, a un nuevo escenario en el que debe abrirse paso la política.
Pedro Sánchez está fiando buena parte de su rédito electoral al capital que pueda acumular gestionando con “firmeza y moderación” el estallido de Cataluña tras la sentencia. De ahí sus reuniones de esta semana con Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias. Los altercados violentos en Barcelona y la tardanza del ‘president’ Torra en condenarlos y desmarcarse de ellos está reforzando a Moncloa en su estrategia de confiar a la ‘agenda catalana’ la remontada que no le vaticinan las encuestas. De los pasos que vayan dando PP, Cs y Podemos en tan inestable escenario dependerá su acierto.
Casado está, por el momento, frenando las presiones que desde su propio partido le empujan a retomar el duro discurso con el que se estrenó en la anterior campaña de abril. Apostar por la Ley de Seguridad Nacional, en lugar de un 155 inmediato, como pedía el 28-A con menos motivos que ahora, es la ‘centrada’ posición a la que ha mutado, convencido que la anunciada debacle de Ciudadanos le sacará del pozo de los 66 diputados. El hundido Rivera, por su parte, ha visto en la sentencia y sus consecuencias un inesperado trampolín para impulsar su insospechada resurrección y ha retomado con pasión el patriótico discurso español que le hizo nacer hasta el punto de sólo ser superado por Vox en las medidas excepcionales que pide al Gobierno tomar en Cataluña. Iglesias, por su parte, navega con dificultad en esta marejada apelando al entendimiento y el diálogo junto a sus ‘comunes’ socios. En tiempos de fuego, la templanza cotiza a la baja.
Va a hacer falta, sin embargo, mucha inteligencia política para gestionar el humo y los rescoldos del incendio catalán, si se pretende apagarlo. El independentismo tiene que hacer frente a la sentencia, a su división y a la llegada de la violencia a sus filas. El Gobierno, el de en funciones y el que llegue tras el 10-N, a un nuevo escenario en el que no puede haber otra opción que abrir paso a la política.
Periodista y directora de El Siglo desde 2011, revista que contribuye a fundar, en 1991, formando parte de su primer equipo como jefa de la sección de Nacional. Anteriormente trabajó en las revistas Cambio 16 y El Nuevo Lunes y en la Cadena Ser. Actualmente también participa asiduamente en diferentes tertulias políticas de TVE y de Telemadrid.