El Partido Popular ha cerrado filas con Pablo Casado. La convención con la que Génova preparaba su rearme ideológico se ha convertido en una reunión de conservadores en torno a su presidente, protagonista de una cita que estuvo precedida por el pulso de Isabel Díaz Ayuso y que ha sido contraprogramada por su inexplicable gira por Estados Unidos. De Mariano Rajoy a José María Aznar, pasando por Alberto Núñez Feijóo y la mismísima Esperanza Aguirre, las muchas almas que cohabitan en la formación han dado un voto de confianza a su jefe de filas. Como les ocurriera a sus antecesores, aún le queda una tercera oportunidad antes de que se le echen encima.
“Espero que seas presidente del Gobierno. Y, además, lo vas a hacer bien”. Como un afiliado disciplinado, José María Aznar apareció en la convención nacional del PP con una misión y cumplió con creces. Apenas hizo esperar a su audiencia y no quiso dejar lugar a dudas.
Tanto es así que dio la impresión de haber adornado un relato que se parecía demasiado al de Nicolas Sarkozy. Relajado a pesar de su condena por corrupción y tráfico de influencias y de que un día después sería declarado culpable de financiación ilegal, el presidente francés acababa de contar que, la primera vez que vio a Pablo Casado hace once años en el Eliseo, le dijo: “Tú un día serás presidente de España”.
Alivio en Génova después de que Aznar le dijera a Casado: “serás presidente del Gobierno”
Lo reveló durante la jornada madrileña celebrada este pasado miércoles, invitado del PPE como el expresidente de la Comisión Europea y de Portugal, Jose Manuel Durao Barroso, o el expresidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, para cerrar filas con el líder español.
El jueves, en la parada sevillana de la itinerante cita popular, era Aznar quien se dirigía a Casado para sacarle una sonrisa por primera vez en mucho tiempo: “El otro día me recordaba una persona que, cuando tú trabajabas conmigo […], yo le dije: ese que está ahí al fondo, ese va a ser presidente de España”.
El jefe de las filas conservadoras llevaba tiempo escuchando los lacerantes mensajes de quien fuera jefe de Gobierno. “En la indefinición nunca se encontrarán las recetas adecuadas”, “ganarse los galones es responsabilidad de cada uno” o “a un presidente de una Comunidad no se le puede pedir que esté en silencio” no son cosas que se le diga a un líder que se ha de hacer valer.
Lo que una convención ha unido
Pero hasta los más escépticos, incluso los ofendidos y los defenestrados, han dado un voto de confianza a Casado. Los primeros en hacerlo han sido Mariano Rajoy, que había perdido cualquier vínculo con Génova cuando la dirección nacional rompía con su pasado para no dar más explicaciones sobre la caja B, y el propio Aznar, que sólo deslizó una crítica cuando instó a su hoy presidente a tener “ambición reformista”, “ejercer el liderazgo, hablar claro a la gente y expresarse con claridad moral”.

Por lo demás, todo fueron parabienes. Incluso de Esperanza Aguirre. Después de haber dicho que en Génova hay “niñatos” y “chiquilicuatres” y de alentar la candidatura de Isabel Díaz Ayuso a la presidencia del PP de Madrid, se presentó en el cónclave popular “apoyando a Pablo, que va a ser nuestro próximo presidente”, dijo en una conversación informal rescatada por la prensa.
Si acaso, el menos complaciente fue Alberto Núñez Feijóo, anfitrión en la primera parada compostelana de la convención que, con la seguridad de quien sólo ha conocido la mayoría absoluta, se manifestó a favor de que gobierne la lista más votada, antigua reivindicación de los populares que cayó en el olvido en las elecciones andaluzas que ganó Susana Díaz e hicieron presidente a Juan Manuel Moreno Bonilla.
A la tercera… ya se verá
Ni cuando perdió las elecciones generales, las de abril y las de noviembre de 2019, había necesitado tanto Pablo Casado el calor del partido. Hasta el sector moderado, incómodo con la proximidad a Vox en el fondo y en las formas, sabe que no es el momento de abrir un debate sobre el liderazgo.
Porque sería un suicidio político, sobre todo ahora que las encuestas aventuran un sorpasso al PSOE, y porque el tres es un número mágico para el PP. Aznar primero y Rajoy después necesitaron hasta tres oportunidades para ser presidentes del Gobierno. Perdieron en dos ocasiones, pero a la tercera llegaron a La Moncloa.
Algunos de los dirigentes y exdirigentes que han apoyado estos días a Casado no las tienen todas consigo y comienzan a tomar posiciones ante una eventual derrota, pero nadie de forma ostensible y mucho menos alentando un debate sucesorio como Isabel Díaz Ayuso.
Los aplausos a Martínez-Almeida han servido para medir la respuesta del PP a la estrategia de Ayuso
El peso de la ausencia
La tercera jornada de la convención del PP se ha celebrado en Madrid en ausencia de su presidenta. Por un viaje a Estados Unidos programado con antelación, la excusó Casado. En su lugar, el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, ejercía de anfitrión.
Lo hacía precedido de una larga ovación a la que se han atribuido varios destinatarios: el también portavoz nacional, que lleva semanas intentando contener el tsunami provocado por su compañera en la Puerta del Sol; el presidente del partido, que ha visto cómo su convención era contraprogramada por una sonora -por ruidosa- gira americana; y la ausencia de Díaz Ayuso.
Los poderes de la baronesa madrileña emanan de la Real Casa de Correos y del 4-M. Después de haberla alentado en foros y titulares de prensa, Aznar y Aguirre se han replegado para sumarse al consenso en torno a Casado. La jefa del Ejecutivo regional apenas ha tejido alianzas con el resto de barones populares y su paso al frente ha acabado por sacarla de la foto de unidad.
Tras un viaje internacional sin brillo ni fines claros, el aterrizaje de Ayuso en Valencia alimenta una atención mediática que comenzó hace un mes, una eternidad en política sin resultados visibles. La dirección nacional no va a adelantar el congreso regional del PP de Madrid y ella se está viendo obligada a salir al paso de las preguntas sobre su presunta intención de disputarle a Pablo Casado el liderazgo del partido.
Génova y Sol deberán calmar los ánimos, pero la herida tardará en cicatrizar. Al menos Casado podrá reconfortarse con los recuerdos de la convención más dulce.