¡Vaya gente! / Mara del Prado
No imaginaba Isabel II cuando concedió a la duquesa de Sussex el privilegio de acompañarla en el tren real que la mujer de su nieto Harry iba a salirle rana. O tal vez sí y trataba de convencerla de las bondades de la monarquía del muy frío y lluvioso reino británico. La historia ya saben cómo acaba; la exactriz puso un océano de por medio y se fue con su marido y el pequeño Archie a la cálida y hollywoodiense California, dejando atrás a toda una Familia Real con su plebeya duquesa de Cambridge.
Porque procederá de una familia de origen humilde que con la empresa Party Pieces hizo fortuna en el negocio de las fiestas infantiles, pero pocas personas lucen como Kate el estampado tartán y el broche de amapolas que conmemora el armisticio de la Primera Guerra Mundial.
Transcurridos cerca de diez años de su boda con el príncipe Guillermo y tres bisnietos después, la soberana británica por fin ha visto claro que la mujer del futuro rey de Inglaterra es una de los suyos y le ha permitido subir en la soberbia máquina de hierro, que encargó la reina Adelaida y utilizó por primera vez la reina Victoria en 1842.
La duquesa podría haber aceptado la invitación de mala gana. Recuerda Hola que su cuñada ya acompañó a la abuela de sus respectivos maridos en un viaje de trabajo en 2018, poco después de su boda con Harry, y ambas pasaron la noche en el Royal Train, donde un equipamiento completo y funcional aunque un tanto anticuado -no se actualiza desde los años 70- recorre sus nueve vagones, antaño adornados con pinturas de oro de 23 quilates y ricas telas de seda y satén.
Si Kate sintió celos, lo disimuló su mascarilla de estampado -tan, tan británico- Liberty. Combinado un abrigo verde de corte militar y una bufanda -cómo no- de tartán con los colores de la Navidad, subió a bordo del tren junto a su marido para “compartir su gratitud en nombre de la nación” y rendir homenaje “al trabajo inspirador de personas y organizaciones” que han luchado contra la pandemia.
En una gira de 2.000 kilómetros con un total de diez paradas en Escocia, Inglaterra y Gales, los duques de Cambridge han visitado residencias de ancianos, hospitales y bancos de alimentos al ritmo de Merry Christmas Everyone, Jingle Bells o Santa Claus is Coming to Town. Todo muy propio para la época del año y para un año como 2020.
Kate no tendrá una carrera cinematográfica como la de Meghan pero, de haber un premio a la mejor intérprete al servicio de la Corona británica, Isabel II ya no dudaría qué nombre grabar al pie de la estatuilla.