ESPECIAL NUEVA DEFENSA/ Javier Quintana
La invasión de Putin a Ucrania ha supuesto una reconsideración de las políticas europeas en torno a seguridad y defensa. Si bien hasta ahora Europa miraba la guerra desde una cómoda posición de observador, Rusia ha traído la contienda a sus puertas y ha provocado que la sociedad europea vea a sus fuerzas armadas con una perspectiva diferente (ya no tan enfocada en intervenciones exteriores) y que, consecuentemente, los gobiernos aumenten su gasto militar. Pese a que las balas y misiles sobrevuelan el cielo ucraniano, la guerra se proyecta en todo el viejo continente de mil formas. Y su repercusión más problemática está siendo, sin duda, la cuestión energética.
El año 2021 ya finalizó con tensiones en el marco del mercado energético. Durante ese curso los precios del gas natural y electricidad alcanzaron picos nunca antes vistos. En España, el megavatio hora de electricidad llegó a los 400 euros ese mes de diciembre. Sin embargo, pocos se imaginaban al comer las uvas esas navidades que los meses venideros sumirían a Europa en una profunda crisis de abastecimiento de energía. Durante el primer semestre de 2022 el precio de la principal referencia europea en el mercado gasístico, el TFF holandés, fue cinco veces superior a los índices del curso anterior. La agresión de Putin al pueblo ucraniano puso en jaque el equilibrio energético del continente y agudizó la problemática.
Rusia jugó sus cartas desde el comienzo de la contienda y, consciente de la dependencia europea con respecto al gas ruso, decidió ejercer la política del chantaje. Durante estos últimos meses se ha vivido un enfrentamiento en torno a la energía paralelo al choque en el campo de batalla. Las persistentes amenazas rusas sobre cortes de abastecimiento eran respondidas por la UE con sanciones económicas. Esta misma semana tuvo lugar el último episodio de este toma y daca. Ante el tope al precio del crudo ruso presentado por la UE (con el apoyo del G-7 y Australia), Putin ha amenazado con vetar la venta de petróleo al G-7. «En cuanto a nuestra reacción, ya lo dije: simplemente no venderemos a aquellos países que toman tales decisiones. Pensaremos tal vez incluso en la posibilidad (…) de reducir la producción», advirtió el mandatario ruso. Putin ha sido fiel así a sus advertencias de hace unos meses, cuando dijo que Rusia no tenía problema en detener todo abastecimiento si Europa imponía topes a sus importaciones.
En cualquier caso, el Kremlin sigue amenazando con una paralización total del suministro energético, aprovechando que tiene a China como comprador para el excedente que no se vende en Europa.
Búsqueda de nuevos horizontes
Los estados miembros han tratado de mantener el control del mercado a través de dos frentes: por un lado, la búsqueda de abastecimiento alternativo al ruso y, por otro, la intervención directa en el mercado y el manejo de los precios para salvaguardar el bienestar, sobre todo, de los grupos sociales más vulnerables que se están viendo más afectados por la crisis. El objetivo no era otro que el de moderar los desorbitados precios energéticos que se dieron durante el inicio del conflicto y que derivaron en una escalada inflacionaria que ha acabado afectando a todo tipo de bienes y servicios.

En cuanto a este reabastecimiento, ya desde el mismo inicio de la guerra la UE se propuso como objetivo, dentro de la estrategia denominada como REPowerEU, reducir su dependencia energética con Moscú. Mientras se acumulaban las sanciones económicas a Rusia, Europa buscaba alternativas para pasar el invierno sin necesidad de imponer ningún tipo de restricción en el consumo a sus ciudadanos.
Se evidenció entonces la carencia de alternativas que Europa ostentaba para paliar el corte ruso. Se da el caso de que Rusia es, tras Estados Unidos, el segundo mayor productor mundial de gas y el país poseedor de las mayores reservas. Previamente al inicio del conflicto bélico el 45% de la compra anual de gas de la UE era gas ruso. El complicado transporte de este combustible fósil, a través de gasoductos, hacía prever que no sería fácil buscar un recambio de suministrador. Las democracias europeas se pusieron manos a la obra en busca de fórmulas.
La UE ha puesto el punto de mira en países como Qatar, que posee una gran reserva de gas licuado y recientemente ha cerrado acuerdos con países como España, Alemania o Francia (que necesitan ahora, en mayor o menor medida, nuevas terminales para almacenarlo); o Argelia, sin duda los grandes beneficiados de la crisis energética. Este último país (pese a las tensiones latentes el último año) es uno de los principales suministradores gasísticos de España, lo que hizo al país ibérico partir con ventaja en este rearme energético.
Asimismo, miembros como Francia apuestan por consolidar su programa nuclear, mientras que en Alemania e Italia el aumento de su capacidad de almacenamiento y la mejora de interconexiones entre los estados miembros se ha vuelto la prioridad.
Los desembolsos anunciados por Dinamarca, Alemania, Países Bajos y Bélgica para incentivar la energía eólica en el Mar del Norte es otra de las medidas celebradas por la UE.
España, protagonista con el `BarMar´
De esta búsqueda de mejora de las interconexiones de abastecimiento nace el proyecto `BarMar´. En un principio el MidCat pretendía ser el nuevo gasoducto que, aprovechando la inmensa capacidad regasificadora y de almacenaje de España, abasteciera a Europa del gas procedente del Magreb. Tras un largo tira y afloja de España, Portugal y Alemania con Francia, finalmente el proyecto ha sido reemplazado recientemente por el de `BarMar´ (H2Med). Francia no veía rentable construir un gasoducto para transportar hidrógeno verde, por lo que definitivamente en 2025 comenzarán las obras del que se convertirá en el mayor hidroducto del mundo. Pese a este cambio de última hora, este nuevo proyecto también podría colocar a España como principal hub energético europeo a partir de energías renovables.
Este nuevo paradigma y la capacidad regasificadora de nuestro país han mantenido a España estos últimos meses en boca de todos sus socios europeos.
Intervención del mercado
Además de estas medidas en pos de una mejora del abastecimiento energético, los gobiernos europeos han adoptado políticas económicas enfocadas en la materia energética para tratar de frenar el proceso inflacionista. Las medidas fiscales, el intervencionismo en el mercado, directrices para tratar de ahorrar energía o compensaciones económicas para grupos específicos han sido las principales líneas a seguir por los socios de la UE. Las principales potencias han optado por medidas como subvenciones al precio de la gasolina y del gasoil, reducciones del IVA sobre productos energéticos, ayudas para el transporte público, intervención directa del mercado eléctrico, inversión en renovables o impuestos sobre la energía.
Todas estas acciones han supuesto un esfuerzo brutal para las arcas públicas. En el caso de España, se estima que el coste de las mismas será de unos 16.000 millones de euros, por los 27.000 millones de Francia o los 15.000 millones que Alemania ha presupuestado.

El control del mercado eléctrico ha sido el punto donde más han discernido las decisiones de los distintos gobiernos. En el caso de Francia, el país galo ha limitado el precio a pagar por los consumidores finales de electricidad. Si la factura se incrementa más de un 4% en 2022, se produce un déficit de tarifa que es sufragado por el Estado. Además, los franceses renacionalizaron la compañía eléctrica EDF.
En Alemania, Olaf Scholz dio luz verde a la bajada del IVA del gas.
Por otro lado, quienes probablemente han salido mejor parados de su reestructuración de la tarifa eléctrica han sido Portugal y España. La llamada `excepción ibérica´, que ha puesto un tope al precio del gas, ha supuesto todo un alivio para ambos países.
A través de este mecanismo (acordado con la Comisión Europea en junio) se pretendía limitar el precio del gas en el mercado mayorista, es decir, el precio del gas utilizado para la obtención de electricidad. Así pues, el precio de este se limitó en un principio a 40 euros/MWh los seis primeros meses, aunque irá aumentando progresivamente hasta el fin de la vigencia de la medida en mayo de 2023.
La `excepción ibérica´ ha dado un respiro a España y Portugal con el precio del gas
Los resultados de la medida han sido excelentes para los intereses de los consumidores. Este mismo lunes pasado el precio promedio de la luz para clientes sujetos a la tarifa regulada vinculada al mercado mayorista fue de 130,24 euros/MWh. Sin la aplicación del mecanismo ibérico, el precio promedio rondaría los 276,13 euros/MWh. No cabe duda pues de que su puesta en marcha ha sido un éxito. Más aún si tenemos en cuenta las previsiones del año que viene para Francia o Alemania, que colocan su megavatiohora cerca de los mil euros.
En este orden de asuntos, cabe destacar también la reducción del 20% de la factura eléctrica de las industrias electrointensivas italianas que se incrementa más de un 30% puesta en vigor por el Gobierno. También los italianos han pedido un esfuerzo a las eléctricas, que tendrán que acatar la subida del impuesto sobre beneficios promulgado por el Ejecutivo.
En el caso de España, su impuesto a las eléctricas ha sido otra medida muy sonada.
Las medidas destinadas a frenar el consumo de hidrocarburos han sido también algunas de las más cuestionadas. El Gobierno español aprobó hace unos meses dentro de un paquete de medidas para el ahorro energético una limitación de 27 grados centígrados de aire acondicionado y 19 de calefacción para los centros comerciales. Los italianos pusieron un vigor una medida similar que fue igualmente objeto de polémica.
En definitiva, si bien Europa ha sabido afrontar medianamente bien el descalabro energético, no cabe duda que Rusia ha conseguido poner patas arriba toda la política económica de los estados miembros de la UE.
Estos países están tomando medidas destinadas a lograr emanciparse por completo de Rusia. Sin embargo, en algunos casos podrían resultar incluso contraproducentes con sus propios intereses en un futuro próximo. La clave, como en casi toda problemática derivada del conflicto en Ucrania, está en el límite que se imponga Putin.