E. S.
Un año después del inicio de la pandemia los jóvenes son más agresivos, comen peor, fuman más, ayudan menos en las tareas de casa y tienen peores respuestas hacia sus progenitores. Estas son algunas de las conclusiones del estudio de Amalgama7, ‘Adolescentes y Pandemia: las secuelas psicológicas del confinamiento 365 días después’. Según el análisis de esta entidad especializada en la atención terapéutica y educativa, la fatiga psicológica derivada de las restricciones sociales, del miedo al contagio, de la precariedad y de un futuro incierto han aumentado los casos de ansiedad y estrés postraumático en la población en general y en determinados colectivos de jóvenes. A pesar de sus resultados, el análisis que reproducimos a continuación señala que, con las herramientas adecuadas, la mayoría de comportamientos negativos pueden revertirse.
La entidad Amalgama7, especializada en la atención terapéutica y educativa para adolescentes, jóvenes y sus familias, ha analizado con detalle las secuelas provocadas por la reclusión y las restricciones 365 días después desde el inicio del confinamiento por la pandemia de Covid.
En colaboración con la Fundación Portal, entidad social sin ánimo de lucro de ámbito estatal dedicada a la atención de adolescentes afectados por patología dual y sus familias, han realizado un exhaustivo estudio sobre los comportamientos de los jóvenes y sus familias durante este último año.
El estudio, de carácter aleatorio respecto a la procedencia de los 2.000 padres y madres de adolescentes y jóvenes de entre 14 y 18 años encuestados, se ha desarrollado en todas las comunidades autónomas de España. La investigación, de carácter longitudinal, explora determinados comportamientos de los adolescentes en época de preconfinamiento, durante el confinamiento y en la etapa posterior, desde el postconfinamiento y hasta la actualidad.
El estudio, dirigido por el doctor y director clínico de Amalgama7, Jordi Royo y Isach, explora las conductas de los adolescentes con respecto a aislamiento (encerrarse en su habitación y poca comunicación), colaboración y cumplimiento en tareas domésticas y escolares, malas contestaciones, insultos o incluso agresiones respecto a padres, hábitos alimentarios y consumo de tabaco, alcohol o derivados del cannabis (marihuana, hachís…).
La panorámica del Covid
En todo el mundo más de 116 millones de personas han confirmado el diagnóstico de coronavirus, de las cuales casi 66 millones se han recuperado y más de dos millones y medio han perdido la vida. España, golpeada por la tercera ola, ha superado los tres millones de casos diagnosticados y el número oficial de fallecimientos ha alcanzado ya la cifra de 70.000 personas.
El coste de las limitaciones generadas por la pandemia es también relevante desde la perspectiva de la salud mental individual, familiar y comunitaria
Todo el país permaneció, entre el 14 de marzo y el 21 de junio del año 2020, en estado de alarma y en confinamiento domiciliario obligatorio. Entre la segunda y la tercera oleada de diseminación del coronavirus, el Gobierno decretó un segundo estado de alarma durante 15 días y todas las comunidades autónomas, en mayor o menor medida, regularon y notificaron diversas restricciones y limitaciones con el fin de contener el repunte de contagios que nos legaron las pasadas fiestas navideñas.
En la actualidad, continúa Royo Isach, se han descrito hasta diez variantes del SARS-COV-2 que muestran diferencias genéticas con la secuencia original del virus. Simultáneamente, se han desarrollado diversas vacunas y se ha iniciado un proceso de vacunación en varios países del mundo. “El ritmo de vacunación, aunque no es el deseado ni el esperado, va avanzando y con él, un notable descenso de la incidencia de contagios”.
Aun así, recuerda el director clínico de Amalgama7, las restricciones continúan siendo severas y los especialistas insisten, reiteradamente, en la necesidad de contener el virus por medio de la adopción de un determinado comportamiento individual basado en la reducción, al máximo, de los contactos familiares, laborales y sociales y del cumplimiento de todas las medidas preventivas difundidas. Por eso “el coste de las limitaciones generadas por la pandemia en general y del tiempo de confinamiento en particular, no es solo económico, es también relevante desde la perspectiva de la salud mental individual, familiar y comunitaria”.
La fatiga psicológica derivada de las restricciones sociales, del miedo al contagio, de la precariedad laboral y económica, de un futuro incierto… “ha aumentado los casos de ansiedad, de depresión y de estrés postraumático en la población en general y en determinados colectivos de adolescentes y de jóvenes, se ha disparado también los comportamientos oposicionistas y, en muchos casos, antisociales”.

Es en este sentido que la Fundación Privada Portal, dedicada a la atención a chicos y chicas con patología dual y a sus familias, y Amalgama7, especializada en la atención terapéutica y educativa para adolescentes, jóvenes y sus familias, han llevado a cabo el estudio Adolescentes y Pandemia: las secuelas psicológicas del confinamiento 365 días después para valorar el posible impacto en la salud mental individual y familiar como consecuencia de las limitaciones originadas por la irrupción del Covid-19.
Las personas encuestadas han sido preguntadas por los cambios conductuales protagonizados por los hijos e hijas adolescentes y las posibles secuelas psicológicas acaecidas desde el final del confinamiento y hasta la actualidad. Las cuestiones planteadas han versado sobre las conductas de aislamiento y comunicación, la colaboración en las tareas domésticas y el cumplimiento de las escolares, el trato de los progenitores, los hábitos alimentarios, el consumo de tabaco, derivados del cannabis o alcohol o las posibles conductas violentas.
Los problemas del aislamiento
Experto en atención terapéutica a adolescentes y responsable del estudio, Jordi Royo Isach explica que los adolescentes empeoraran después del confinamiento debido a la situación tan estresante que se nos presentó a todos a partir de marzo del 2020, que entremezclaba la incertidumbre por el futuro, el miedo a lo desconocido, la sobreinformación constante “y, por supuesto, el propio desasosiego para no contraer el virus del Covid-19; todo junto, una bomba de relojería en pocos metros cuadrados”.
En un estudio publicado con anterioridad por Amalgama7, donde se preguntaba por el clima familiar, se evidenciaba que más del 50% de familias que convivían con adolescentes de edades comprendidas entre los 14 y 18 años reconocían haberlo pasado “muy mal” durante la etapa del confinamiento, a la vez que destacaban las pocas herramientas que tienen a su alcance para hacer frente a según que situaciones de malestar familiar.
Entre los chicos andaluces de 14 a 16 años prevalece la situación de aislamiento, con un porcentaje del 79%
Según el director clínico de la entidad, los padres, ante la situación de desbordamiento global que estaba sufriendo la sociedad, tendieron a ser más permisivos “porque nadie les dio pautas adecuadas para hacer más llevadero el tiempo de encierro”. Pero “acusar a los padres de los comportamientos de los hijos es erróneo, ya que tendemos a infantilizar a los adolescentes que, en su mayoría, son muy conscientes de los errores que cometen”, precisa.
Una de las secuelas que más condiciona en la actualidad a los padres con hijos e hijas adolescentes es el aislamiento. Si bien durante esta etapa de la vida es normal que chicos y chicas busquen su propio espacio para poder establecer su independencia respecto al resto de miembros de la familia, también hay tics que indican que alguna cosa no está funcionamiento correctamente.
¿Qué ocurre cuando este aislamiento es extremo? ¿Qué ocurre cuando apenas quiere salir de su habitación, cuando no quiere comer con el resto de la familia o cuando ni siquiera cuida de su higiene personal? Ante este hecho, el director clínico de Amalgama7 manifiesta: “Cuando tenemos a un chico o una chica que presenta estos comportamientos durante al menos seis meses, los especialistas consideramos que puede tratarse de un trastorno psicopatológico y, desgraciadamente, la tendencia de la situación actual va a provocar un crecimiento considerable de este comportamiento”. En estos casos, los padres y madres deben ser conscientes de la gravedad del problema y pedir ayuda lo antes posible para invertir la tendencia.
Los datos
El aislamiento voluntario del adolescente implica la tendencia a recluirse en su propia habitación, a expresar dificultades para salir a comer o cenar con el resto de la familia, a disminuir la comunicación con los padres o a preferir a sus amigos cibernéticos a los reales.

Es en los chicos andaluces de 14 a 16 años en los que más prevalece la situación de aislamiento, con un porcentaje del 79%. Cerrar con cerrojo para que nadie pueda invadir su espacio, no interactuar con hermanos o demás familiares o malgastar horas delante de las pantallas son algunos de los rasgos que intervienen en un proceso de aislamiento en los jóvenes.
Por otra parte, el 54% de las chicas y un 58% de los chicos no colaboran en las tareas domésticas básicas del hogar; en total, uno de cada tres no ayuda en casa. Además, el 58,3% de los padres entrevistados reconocen que sus hijos aumentaron las malas contestaciones (frente al 30,1% que se daban en tiempos de preCovid) y un 11,9% confiesa que llegaron al insulto (frente al 3,8% del mes de febrero). El dato más preocupante es que un 23,2% de los adolescentes que antes del confinamiento no daba malas respuestas a sus padres han incorporado este mal comportamiento a su día a día. Por autonomías, los jóvenes andaluces y los residentes en las islas Baleares y Canarias son los que más insultan a sus progenitores.
En cuanto a los consumos adictivos, los menores de 16 a 18 años fuman más tabaco en la actualidad que en tiempos previos a la pandemia (un 2% más) y también han disparado su ingesta de alcohol tras el confinamiento: 31% en la actualidad frente al 21% de hace más de un año. El estudio señala que los adolescentes catalanes de 18 son el tramo que más alcohol consume respecto al resto de tramos de edad y comunidades.
Un 23,2% de los adolescentes que antes del confinamiento no daba malas respuestas a sus progenitores han incorporado este mal comportamiento a su día a día
El documento, que también analiza el consumo de los derivados del cannabis desde el post confinamiento, indica que es en el norte de España donde más se ha incrementado en comparación con el resto de las comunidades (un 6% frente al 2% de Madrid, Cataluña o Andalucía).
Respecto a los hábitos alimentarios, los adolescentes madrileños y los del norte de España (62%) son los que peores datos registran. Según las estadísticas, los chicos que trabajan se alimentan peor que los que estudian y, por comunidades, Madrid tiene un porcentaje del 60% en la actualidad frente al 30% previo. Por lo tanto, el confinamiento ha doblado el número de adolescentes que se comen mal. Por géneros, las chicas se alimentan peor que los chicos tras el confinamiento: 54% ellas y 46% ellos.
En este comportamiento de violencia filio parental ‘Agresión física hacia los padres’, los casos obtenidos no son significativos. Pero en términos absolutos, si se extrapola estos porcentajes al conjunto de la población de adolescentes españoles analizados, se obtienen órdenes de magnitud situados en una horquilla de entre 6.000 y 32.000 adolescentes dependiendo del periodo analizado. Este comportamiento es visible en el perfil de menores que ni estudian ni trabajan y aquellos que residen en viviendas cedidas.