
José Luis Centella
Los resultados de las elecciones madrileñas obligan a la izquierda a realizar una profunda reflexión en la medida en que la victoria de Isabel Díaz Ayuso y del sector más duro de la derecha auspicia aún más confrontación política y social.
Díaz Ayuso ha logrado un gran resultado: se ha ‘comido’ a Ciudadanos, que entra en una fase terminal puede que definitiva, y frena el crecimiento de Vox. Ha sabido movilizar a votantes abstencionistas e, incluso, parece que ha roto los bloques para ganar un porcentaje del electorado socialista. El peor resultado histórico del PSOE en Madrid no se corresponde con las subidas de Unidas Podemos y de Más Madrid.

El resultado de Unidas Podemos no es bueno porque, a pesar de haber presentado a Pablo Iglesias y conseguir cierta subida en porcentaje y escaños, no ha logrado el objetivo de romper la campaña y centrar el debate entre los máximos dirigentes del PP y de Unidas Podemos
La responsabilidad de los pésimos resultados del PSOE no es achacable sólo a un “mal candidato” y una “mala campaña”. Hay que valorar razones más profundas de un modo general, por ejemplo, la repercusión que tiene la crisis en amplias capas populares, a pesar de las políticas sociales del Gobierno de coalición.
Resulta significativo que ni Más Madrid ni, mucho menos, Unidas Podemos han sido capaces de recuperar el voto que llegó a confiar en un proyecto de transformación social como instrumento para defender los intereses de las capas más desfavorecidas. Pero Más Madrid sí ha sabido poner en valor sus dos años de trabajo como oposición al Gobierno de Díaz Ayuso y atraer un porcentaje del voto socialista. Ahora le toca la responsabilidad de administrar el ‘sorpasso’ frente al PSOE de forma no excluyente.
El resultado de Unidas Podemos no es bueno porque, a pesar de haber presentado a Pablo Iglesias y conseguir cierta subida en porcentaje y escaños, no ha logrado el objetivo de romper la campaña y centrar el debate entre los máximos dirigentes del PP y de Unidas Podemos. Además, la dimisión de Iglesias en la misma noche electoral aumenta la sensación de derrota.
A todo ello se suma la desaparición de Ciudadanos, que fracasa de nuevo en su intento de ocupar el centro apelando a quienes podían buscar un refugio moderado frente a una situación de bloques políticos cada vez más enfrentados.
Está muy claro que desde la misma noche electoral se ha recrudecido la ofensiva política y mediática contra el Gobierno de coalición. En ella, Isabel Díaz Ayuso, a pesar de tener junto a ella a su líder nacional, Pablo Casado, continúa siendo el referente público de la oposición a Pedro Sánchez. Además, normaliza la relación con Vox y cambia la estrategia que la dirección del PP había diseñado tras la respuesta de Casado a Abascal durante la moción de censura de la ultraderecha.
Quedan abiertas incógnitas a medio plazo, entre ellas cómo quedará la nueva estrategia de un PP que buscaba la moderación como instrumento para atraer al votante de Ciudadanos, mientras se ha visto que con un discurso duro y frentista se pueden cosechar esos votos e incluso algunos del PSOE. Es evidente que ahora algunos dirigentes territoriales del PP, en especial los andaluces, pueden verse tentados a adelantar elecciones, tras comprobar que la gestión de la pandemia no penaliza a los gobiernos a nivel autonómico.
Tampoco hay que perder de vista la entrada de la ultraderecha en los barrios populares, en la medida en que su estrategia reaccionaria, autoritaria y equiparable con la extrema derecha europea ha consolidado apoyos mediáticos y sociales importantes. Toda la izquierda debe ser muy consciente de que ahora es necesario defender a un Gobierno estatal que está aún más si cabe en el punto de mira político de las derechas. Esta defensa tiene que ser correspondida con más políticas sociales desde el Gobierno para recuperar el apoyo de una base social que hoy puede sentirse defraudada. Al mismo tiempo, hay que dotarse de un proyecto de sociedad con más valores solidarios e igualitarios para entrar también en la disputa de la hegemonía ideológica. Los resultados en Madrid no reflejan sólo una política institucional, sino el avance del pensamiento reaccionario e insolidario.
Responsable federal de la Conferencia Interparlamentaria de Izquierda Unida y presidente del Partido Comunista de España (PCE), partido del que ha sido secretario general entre 2009 y 2018. Maestro de profesión, fue concejal en el Ayuntamiento de la localidad malagueña de Benalmádena, provincia donde inició su actividad política y por la que fue elegido diputado al Congreso en 1993, 1996 y 2000. En la X Legislatura (2011-2015) volvió a la Cámara Baja como diputado por Sevilla, ocupando la portavocía del Grupo Parlamentario de IU, ICV-EUiA, CHA-La Izquierda Plural.