
El Acento/ Inmaculada Sánchez
Pocas veces como en estos duros meses de pandemia -ya más de un año… y lo que nos queda- hemos tenido ocasión de sentir en nuestras carnes la imperiosa necesidad de los servicios, el aliento y el dinero público. Pocas veces como ahora los centros de salud, los hospitales o las residencias de mayores han centrado nuestras conversaciones de barrio y de familia, tanto como la información sobre cómo cobrar un ERTE o solicitar ayudas al alquiler o para autónomos. Buen momento, pues, para hablar de impuestos.
Esta semana, además, el presidente Sánchez ha presentado ante el Congreso las líneas generales del Plan de Recuperación, Reconstrución y Resiliencia que pretende canalizar los 140.000 millones que llegarán de Bruselas en los próximos años para volver a poner en pie nuestra economía y los empleos arrasados por el Covid: solidario maná europeo nutrido por los muchos impuestos pagados, y por pagar, de alemanes, franceses o griegos y, por supuesto, españoles. Pocas oportunidades como ésta para defender, también, la armonización fiscal.

Mientras hasta el FMI y la Casa Blanca proponen subir impuestos para reconstruir la economía destrozada por el Covid, Díaz Ayuso vuelve a prometer la mayor bajada fiscal de la historia para los madrileños. Buen momento para defender lo que significa la solidaridad fiscal y para retratar a quien la ataca.
Hasta voces nada sospechosas de ejercer de paladines del estatismo o de lo público, como el Fondo Monetario Internacional, lanzan estos días propuestas tan inverosímiles en otros momentos como la de crear una tasa Covid mundial, aunque sea temporal, para hacer frente al destrozo económico de la pandemia, vía subida de impuestos a las corporaciones que han salido más beneficiadas de la situación, como las farmacéuticas y los gigantes de internet, o a las grandes fortunas. Incluso a Jeff Bezos, el dueño de Amazon, no le ha parecido tan mal (los ricos también necesitan que no se hunda en exceso la economía de consumo).
La presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, sin embargo, juega en otra liga, ajena a tendencias exógenas, y, por mucho que píe el FMI o por más que la nueva Administración Biden, también, haya propuesto un sustancial incremento del Impuesto de Sociedades (del 21 al 28 por ciento) para financiar su macroplan de infraestructuras post-Covid, la candidata del PP al 4-M ha reiterado como promesa estrella de su campaña una rebaja de impuestos histórica a todos los madrileños, incluido un 0,5 por ciento lineal en el tramo autonómico del IRPF, que ya es el más bajo de todo el Estado.
El candidato socialista Ángel Gabilondo, ha debido verse obligado a contrarrestar el discurso y ha solemnizado como uno de sus primeros compromisos, caso de gobernar, no tocar un solo tributo en los dos años que restan de legislatura, dando por bueno, por tanto, el dumping fiscal del que acusan la mayoría de los gobiernos autónomicos del país a la Administración de la Puerta del Sol. La ministra de Hacienda, Maria Jesús Montero, obligada, por su parte, a cuadrar las cuentas con las 17 autonomías, sin embargo, ha creado en estos días su Comisión de Expertos para estudiar la prometida armonización fiscal autonómica augurando futuras subidas a los recortados tributos madrileños y dando munición a los de Ayuso sobre las supuestas ‘mentiras’ del candidato socialista.
Gabilondo, caso de llegar a presidente, podrá cumplir su promesa y no subir los impuestos sobre los que tenga competencia, aunque no podrá impedir que una norma estatal le marque sus límites. Y recordemos que el pactado programa de gobierno del PSOE y Unidas Podemos incluye una reforma fiscal para hacer el sistema más progresivo que incluye una subida de dos puntos del IRPF para rentas superiores a 130.000 euros anuales, el estudio de mecanismos para gravar más a las grandes fortunas o la reducción de bonificaciones para que el Impuesto de Sociedades efectivo llegue a un mínimo del 15 por ciento.
Al menos, el debate fiscal, uno de los que retratan y definen a un gobierno, ha logrado hacerse un hueco en la dura y enfangada campaña del 4-M. Ya era hora. La fiscalidad es una de las principales armas de la solidaridad. Y en momentos tan graves como el actual es cuando no hay que dudar en usarla.
Periodista y directora de El Siglo desde 2011, revista que contribuye a fundar, en 1991, formando parte de su primer equipo como jefa de la sección de Nacional. Anteriormente trabajó en las revistas Cambio 16 y El Nuevo Lunes y en la Cadena Ser. Actualmente también participa asiduamente en diferentes tertulias políticas de TVE y de Telemadrid.