
Al momento de escribir estas líneas las tropas del ejército ruso siguen realizando ataques en Kiev y Jarkov mientras Putin amenaza con apretar el botón nuclear y Zelensky solicita la incorporación a la Unión Europea. La preocupante rapidez con la que se suceden los acontecimientos hace que cualquier reflexión quede rápidamente caduca. Sin embargo, la atrocidad de una invasión militar a un territorio soberano poniendo en juego los derechos y libertades de millones de ciudadanos no puede paralizarnos.
Estamos asistiendo a una guerra que invariablemente cambiará el destino de nuestro continente y de nuestro mundo. Los demócratas no podemos ponernos de perfil ante un conflicto que está poniendo en cuestión nuestros valores y el orden internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Y está sucediendo a las puertas de Europa. Por eso, me resulta preocupante la infantilización de cierta parte de nuestro espectro político ante todo lo que nos jugamos como sociedad.

Resulta aún más inconcebible que en este escenario, Podemos, un partido que forma parte del Gobierno de España, asuma un papel tan desleal con los intereses de España y de la Unión Europea
Defender los valores compartidos que han hecho de Europa un territorio de convivencia y paz duradera es una obligación moral para todos los que creemos en el proyecto comunitario frente a una agresión en nuestras propias fronteras. Nuestro compromiso ciego con una Europa unida como solución y no como problema nunca nos ha impedido hacer una reflexión crítica sobre las carencias en materia de unidad económica, política o militar. Ha tenido que ser un conflicto de este calibre para que Europa supere tabúes –en palabras del propio Josep Borrell– y afronte una agresión contra todos los valores y principios democráticos que sostuvieron el nacimiento de la Unión.
Resulta aún más inconcebible que en este escenario un partido que forma parte del Gobierno de España asuma un papel tan desleal con los intereses de España y de la Unión Europea. El antiamericanismo de Podemos no es nada nuevo. Lo vimos al inicio del conflicto primero cuestionando el papel de la OTAN y luego aceptando a regañadientes el papel de España como aliado internacional. Ahora toca el turno de rechazar que la Unión Europea financie la entrega de armamento a Ucrania –una petición expresa de su presidente–, oponerse a sanciones impuestas desde Bruselas o ponerse de perfil ante la rectificación del Gobierno al decidir enviar material militar ofensivo a Ucrania de manera bilateral.
España necesita ser un actor internacional cuya voz se escuche de manera armónica con la de nuestros aliados, pero también con la firmeza de quien es una de las potencias del continente. Para ello, es indispensable que el Gobierno actúe con la seguridad de estar haciendo todo lo posible por defender una causa justa, y no midiendo las fuerzas por contentar a socios más preocupados por su pureza ideológica que por el destino de millones de vidas inocentes.
Si sus socios no están a la altura, la oposición sí lo estará. Lo hemos vivido en la gestión de una pandemia mundial y lo vemos ahora con una guerra en Europa: en los momentos difíciles, la oposición responsable siempre ha estado al lado de los intereses de España. No pueden decir lo mismo algunos de los que se llaman bloque de investidura. Por eso hemos vuelto a tender la mano al Gobierno para que abandone al populismo e impulse una alianza como la que impera hoy en Europa, una mayoría de gobierno con liberales, conservadores y socialdemócratas. Una alianza por la democracia.
El sentido de Estado y el patriotismo no sirven de nada en discursos vacíos de cara a la galería, hay que demostrarlo con hechos. Los liberales tenemos muy claro lo que somos y lo que defendemos: estuvimos en las calles de Madrid apoyando al pueblo ucraniano; estamos con el Gobierno por lealtad a España; y estaremos siempre frente al nacionalismo, sea cual sea, defendiendo la libertad.
Sabemos que al drama del conflicto bélico en las calles de Ucrania hay que sumarle las consecuencias personales de millones de familias que están huyendo de la guerra hacia lugares seguros. Un drama que se repite en cada guerra, pero que en este caso sufrimos de manera aún más cercana. Posiblemente cerca de cuatro millones de personas crucen la frontera con Polonia en las próximas semanas. Un drama ante el que no cabe otra postura que tender la mano y prestar ayuda tanto a nivel comunitario como nacional. Ahí también nos encontrarán a los liberales, por eso fuimos los primeros en proponer una serie de medidas en coordinación con el resto de socios comunitarios para acoger de manera efectiva a los ucranianos que lo necesiten.
Estamos asistiendo a momentos fundamentales para nuestra historia y debemos estar a la altura. No podemos dejarnos paralizar por el miedo y defender la causa del pueblo ucraniano porque, como ha dicho el propio presidente Zelensky: están peleando por la libertad que hoy nosotros disfrutamos. Su lucha es la nuestra y no nos podemos permitir no estar a su lado.
María del Carmen Martínez Granados (Jerez de la Frontera, 1979). Diplomada en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Huelva. Diputada en el Congreso de los Diputados por Cádiz desde 2019. Previamente ocupó un escaño en el Grupo Parlamentario de Ciudadanos en el Parlamento de Andalucía. Actualmente es portavoz del GPCs en las Comisiones de Hacienda; Industria, Comercio y Turismo; Agricultura, Pesca y Alimentación; y Transición Ecológica.
Creadora de la marca Miss Catas, proyecto empresarial para acercar el mundo del vino a todos los públicos con catas exclusivas para particulares y empresas. Fundadora y presidenta de la Asociación de Sumilleres de Cádiz. Es también miembro de la Asamblea de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa).