
Guillermo Díaz
Arranca la legislatura y ‘El Siglo’ incorpora a su plural plantel de firmas a nuevos protagonistas de nuestra actualidad política. Esta semana abrimos nuestras páginas al secretario de Comunicación de Ciudadanos, Guillermo Díaz. El también diputado por Málaga aportará cada mes su análisis del nuevo escenario político. Bienvenido.
Una de las ideas que más me gustaron de los ‘homos’ de Harari es la del poder de las ficciones humanas. La importancia de la imaginación.
Según el autor israelí, el poder de nuestro lenguaje respecto a otras formas de comunicación en otras especies es su capacidad para crear ficciones. Las gacelas levantando la cola advierten a sus compañeras de la presencia de un león, pero no tienen una señal para pedir que llueva o para iniciar un juicio por el asesinato de una de sus crías. La expansión de estas ficciones da lugar a los imaginarios colectivos: dioses, países o el dinero. Todas, ideas de gran utilidad en su momento. Muchas, esenciales hoy en día: sus derechos y los míos y la posibilidad de acudir a un tribunal a reclamarlos se basa en que hemos acordado creer en ellos. Pero no están en la naturaleza.

El PSOE de Pedro Sánchez vira 180 grados y ya no iguala, diferencia. Se abandona la reivindicación del débil para atender al narcisismo del que se siente diferente, diferente a mejor, nunca a peor
Las ficciones pueden proporcionarnos grandes beneficios, el dinero nos ha permitido un mercado complejo, los derechos humanos son un noble intento de que toda la especie viva mejor. Y la historia nos hace ser optimistas. La obra de Pinker se centra en demostrar que el mundo mejora, a pesar del mensaje del populismo. Los populistas que ahora entran en el Gobierno de España sostienen que empeoramos y ponen todo su empeño en que así sea para que la evidencia deje de ser tan implacable con ellos. Si todo el mundo asume que la Ilustración, la ciencia y la libertad nos han llevado a vivir mejor, seguirán siendo los caminos a seguir por los gobiernos y las sociedades bien informadas y estas serán cada vez más. La parte mala del asunto es que los enemigos de la evidencia también usan el lenguaje, se especializan en ello y son capaces de crear ficciones que nada tienen que ver con los hechos. Ficciones que, a pesar de ello, pueden gozar de un gran apoyo social.
Hay ficciones que generan buenos resultados y las hay que no traen nada bueno. Pero los efectos de una ficción ya no son imaginarios, son factuales y evaluables. Esto no es nuevo, el camino de la humanidad viene determinado por los imaginarios colectivos de los que nos hemos dotado. A veces para bien y otras para mal. También de la prevalencia de unos sobre otros.
La otra ficción preponderante que ahora quiere imponerse afecta a nuestro sistema de derechos y libertades. Si hemos acordado que éstos emanan de la Constitución y ésta establece que actúa en toda la nación, estos derechos y libertades han de ser los mismos en toda España. Las leyes rompen con algunas de las situaciones que pueden darse en la naturaleza si no hay un elemento corrector: la entropía es la mayor fuerza del Universo, y este no es justo.
Pero ahora el Gobierno de España tiene como base una amalgama de partidos que creen otra cosa y pretenden imponerla como imaginario sustitutivo al que nos hemos dado: los derechos y libertades emanan del suelo.
Una suerte de pensamiento animista que plantea la sustitución de la ley por la piedra.
Y son los partidos que blanden estas tesis los que el PSOE ha elegido como socios. Queda la izquierda hueca. En esta traición sin precedentes se abandona la solidaridad de clase para imponer la de la vecindad, para ello quebrantan el marco legal establecido y acordado. La lucha obrera era un objetivo por encima de cualquier lealtad patriótica. Pero ahora queda una izquierda que busca la preservación de lo propio y levantar un muro frente al otro.
Los patrocinadores de esta ficción acuden a la sacralidad de los sentimientos para justificar su traición de clase. Como si en democracia se pudieran defender sentimientos distintos a aquellos que se sostienen en la idea de que todos somos acreedores de los mismos derechos. Es grave que la socialdemocracia española abrace el reconocimiento de una desigualdad entre las personas en función del suelo que pisen. Es difícil defender que uno es de izquierdas cuando asume como irrenunciable uno de los elementos que más condiciona las oportunidades del ser humano: su nacionalidad.
El PSOE de hoy vira 180 grados y ya no iguala, diferencia. Se abandona la reivindicación del débil para atender al narcisismo del que se siente diferente, diferente a mejor, nunca a peor.
Asumir que los derechos emanan del suelo y que la historia se limita a descubrirlos es dar prevalencia a los muertos sobre los vivos.
El PSOE cambia de Internacional: se muda a la Internacional Nacionalista.
Guillermo Díaz Gómez (Málaga, 1978). Diputado de Ciudadanos (Cs) por Málaga desde la XII Legislatura. Actualmente es el secretario de Comunicación de Cs. Licenciado en Derecho por la Universidad de Málaga. Miembro como no ejerciente del Colegio de Abogados de Málaga. Ha trabajado gestionando grandes complejos de exhibición cinematográfica. Es autor de los libros ‘Hipatía de Alejandría’ y ‘Las mentiras del cine bélico’.