Emérito desde hace cerca de siete años, a Juan Carlos I le rodea una corte de irreductibles de lo más variopinta. Su regularización fiscal ha descubierto la generosidad de su primo, Álvaro de Orleans, y se sabe de sus ganas de regresar a España por un puñado de portavoces oficiosos. Periodistas, regatistas, un magnate del azúcar… Expatriado en Abu Dabi, la distancia geográfica no ha hecho mella en sus relaciones sociales con personas estrechamente ligadas a los intereses del padre de Felipe VI. Personas que, a pesar de todo lo sabido, defienden el pasado y el presente de un hombre en el punto de mira.
Hace algo más de un año, cuando salieron a la luz las fundaciones donde Juan Carlos I ingresó los 100 millones de dólares de una presunta comisión saudí, el nombre de Álvaro de Orleans comenzó a circular por las redacciones de los medios españoles. Primo lejano del rey emérito, administra una de ellas, Zagatka, que volvía a ser noticia en fechas recientes tras la segunda de las regularizaciones fiscales del exmonarca.
El 22 de marzo, este ingeniero y empresario de profesión declaraba ante la Fiscalía del Tribunal Supremo sobre los más de ocho millones de euros que la fundación desembolsó para costear los vuelos privados del exmonarca. A Juan Ignacio Campos y Alejandro Luzón, que investigan al padre de Felipe VI por presunto blanqueo de capitales y fraude fiscal, les dijo que no era el testaferro de su pariente y que con su generosidad pretendía velar por la privacidad del exjefe del Estado. De hecho, aseguró, en cualquier momento le reclama la millonaria suma de dinero de su patrimonio personal.
Se estrecha el círculo
Tras su abdicación en la primavera de 2014, el emérito pasó taciturno un periodo de transición. Las crónicas de aquella época contaban que andaba deprimido y echaba de menos el ajetreo que había vivido hasta entonces. El oficial y, sobre todo, el personal.
En distintas fechas desde la expatriación de Juan Carlos I, el magnate Pepe Fanjul y el periodista Raúl del Pozo han dicho que volverá cuando él quiera
De su agenda se cayeron algunos teléfonos para ir a parar a la lista de contactos de su hijo el rey. Pero había algunos que no le eran de utilidad a Felipe VI y sí a su ocioso padre.
Por ejemplo, el de Álvaro de Orleans. También el de Pepe Fanjul. Intimo amigo de Juan Carlos I, es dueño del imperio azucarero Fanjul Corporation, uno de los empresarios más poderosos de Estados Unidos y artífice de Casa de Campo, donde se especuló sobre la posibilidad de que fuera el destino elegido por el emérito tras su marcha forzosa de España. La razón: la asiduidad con la que el abuelo de la princesa Leonor frecuenta este resort de lujo en República Dominicana.
Defensores a ultranza
Además de darle alojamiento con todo tipo de comodidades, Fanjul forma parte del heterogéneo grupo de amigos y oficiosos portavoces del emérito. Durante más de un año encadenando polémicas, ni Zarzuela ni Felipe VI han salido en defensa de Juan Carlos I. La respuesta que ha recibido de Casa Real y de su hijo ante las investigaciones judiciales de las que está siendo objeto han sido la retirada del sueldo y la ‘sugerencia’ de un exilio sin billete de vuelta. Así, los amigos han venido a cubrir las carencias familiares e institucionales de un hombre que se siente incomprendido y maltratado por un país desagradecido, empezando por la primera magistratura del Estado que representó durante casi 40 años.
“Hablo casi todos los días con el rey desde hace muchos años”. El magnate del azúcar es un hombre de negocios discreto, pero el pasado mes de septiembre concedía una entrevista a la edición española de Vanity Fair para hablar del emérito cuando llevaba más de un mes residiendo en la capital de Emiratos Árabes Unidos. Tras subrayar su grado de cercanía y complicidad con el exmonarca, puntualizó que el hecho de que se haya “desplazado” fuera de España “no quiere decir que sea una situación permanente”. De hecho, añadió, “no tienen ningún expediente contra él, así que puede regresar cuando quiera”. El exmonarca “siempre dice que va a volver”, reveló.
El mensaje de aquellos que presumen de su proximidad con Juan Carlos I es muy parecido. Como el de Pedro Campos, otro de los fieles de quien fuera jefe del Estado. Él capitanea el grupo de amigos gallegos que el emérito comenzó a frecuentar desde que la corte mallorquina se fue desintegrando, cuando las competiciones de vela dejaron de tener interés sin un yate Fortuna donde descansar y con una Audiencia provincial enfrascada en un caso de corrupción contra su yerno.

Cobraron así protagonismo las regatas en la localidad pontevedresa de Sanxenxo, donde Campos tiene un chalé familiar y una habitación a disposición del exmonarca. Armador del Bribón 500, el barco con el que compitió el rey Juan Carlos en la modalidad de 6M los años previos a la pandemia y al exilio, en octubre desmentía en Vanitatis que estuviera haciendo gestiones para preparar un eventual traslado del emérito al resort dominicano de Fanjul.
Lo que sí hizo el 16 veces campeón del mundo, presidente del Real Club Náutico de Sanxenxo y sobrino del expresidente del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo, fue reconocerse como firme defensor de la figura histórica de su amigo frente a unos ataques que “han sido tremendos y no nos podemos olvidar de su gran papel de representación en el mundo entero y de lo mucho que ha hecho por España”.
Porque el mundo árabe está lleno de ‘primos’ del emérito -así le llaman los jeques-, pero también en España e Iberoamérica ha cultivado amistades abnegadas y hospitalarias. Incluso algunas que no le dan cobijo ni comodidades, pero sí un altavoz que, sin ayuda, la preceptiva discreción de quien aún pertenece a la Familia Real no puede permitirse.
El pasado mes de febrero llamaba a sus amigos periodistas Carlos Herrera y Raúl del Pozo para desmentir los últimos rumores sobre su salud, un asunto que le enoja particularmente. Al primero le mandó una fotografía donde aparecía con Mohammed bin Zayed Al Nahayan, príncipe heredero y hermano del actual jeque de Abu Dabi. Con el segundo tuvo una charla que, para mayor difusión, reprodujo en una intervención telefónica en La Sexta. “A sus 83 está buscando una novia, un trabajo y un piso porque lo tiene jodido todo. Y va a volver pronto porque no hay ninguna ley que lo prohíba”. Nuevamente, una apelación al libre albedrío de un rey que fue destronado y no acierta a comprender tanto revuelo con sus finanzas.
El exmonarca ha cultivado amistades abnegadas y hospitalarias. También aquellas que no le dan cobijo y comodidades pero sí un altavoz para defenderse
Meses atrás, el pasado octubre, Herrera también se había mostrado comprensivo con las ‘penalidades’ emiratís de su amigo Borbón. Está “tranquilo y con toda la seguridad imaginable”, pero “se aburre mucho y está de Abu Dabi hasta los huevos”, aseguraba el periodista de La Cope en declaraciones a El Economista. El 5 de enero, coincidiendo con el cumpleaños del padre de Felipe VI, dedicaba el editorial de su programa a un hombre al que se le ha negado cualquier “ápice de humanidad”. “Un país que blanquea terroristas, que nombra vicepresidente a chavistas, que aprueba presupuestos con golpistas… que no me digan que el principal problema es un rey de 83 años al que tenemos confinado sin acusación formal alguna a miles de kilómetros”, lamentaba desde la emisora de la Conferencia Episcopal.
Sanxenxo, también irreductible
En estos ocho meses de exilio, personas próximas al emérito, algunas de forma anónima y otras con nombre y apellidos, han anunciando su inminente regreso. Para unas regatas, para la Navidad, para celebrar su aniversario, otra vez para unas regatas… La última vez se habló de ello en febrero, para asistir a una competición en Sanxenxo a mediados de marzo. Pero, según informó el diario El Mundo por fuentes de empresarios amigos del exmonarca, Zarzuela volvía a pararle los pies. Hasta que no se resuelva el periplo judicial, no quieren verle por Palacio.
De hecho, cuenta José Antonio Zarzalejos en su libro Felipe VI. Un rey en la adversidad (Planeta) que la Casa Real baraja la posibilidad de buscarle una nueva residencia para que no vuelva a instalarse en el complejo donde reside el jefe del Estado.
Nada se sabe de este extremo pero, la localidad pontevedresa, sin parecer el lugar más adecuado para su nivel de representación, le daría el recibimiento cálido que cree merecer. En su última visita, en enero de 2020 a pocas semanas del estallido de la pandemia, El Faro de Vigo publicaba que su intención era pasar en ella un fin de semana al mes y septiembre al completo. A principios de marzo, El Español se desplazaba a Sanxenxo para comprobar que, si vuelve, le recibirán con los brazos abiertos. “Nos puso en el mapa, así que no tenemos por qué repudiarlo. ¿Cómo no vamos a quererlo? Lo que haya hecho no nos afecta. Se lo perdonamos todo”, cuenta un hostelero.
Porque a pesar de todo, dando incluso por ciertas las irregularidades presuntamente cometidas por quien fuera jefe del Estado, hay a quienes no les importa. Sean personas conocidas o anónimas. Por imagen, prestigio o publicidad. Al fin y al cabo, uno y otros sacan algo a cambio.