
El Acento/ Inmaculada Sánchez.
Estos años de pandemias, guerras y crisis están dado un vuelco a paradigmas hasta ahora intocables de la economía capitalista en la que nos movemos desde hace décadas. Ni la feroz crisis financiera de 2008 hizo tambalearse un solo pilar del edificio del neoliberalismo imperante, por mucho que el entonces presidente francés, Nicolás Sarkozy, solemnizase aquella llamada a «refundar el capitalismo» sobre bases más éticas de la que no se volvió a saber.
Ha tenido que llegar una crisis sanitaria mundial y una inesperada guerra en territorio europeo, con consecuencias en el suministro energético de las economías más avanzadas, para que, por fin, algo se mueva en el manual de herramientas del sistema.

El gasto público global ha crecido un 14 por ciento en los últimos cinco años mientras el PIB solo lo ha hecho un punto. La dirigencia mundial ha entendido que sin el colchón publico no hay sociedad ni economía que resista tantas crisis consecutivas.
El dato es poco conocido. Nos lo dio el máximo ejecutivo de una de las principales empresas del país a un reducido grupo de periodistas esta semana acompañado de su sorpresa y perplejidad: entre 2019 y 2023 el PIB mundial apenas ha crecido alrededor de un 1 por ciento, debido al frenazo obligado por la pandemia, mientras que el gasto público global lo ha hecho nada menos que un 18 por ciento. Cruzando los datos correspondientes, el peso de ese gasto público respecto a la economía había ganado el equivalente a cuatro puntos porcentuales.
El mismo alto ejecutivo nos reconocía que, antes de producirse la invasión rusa a Ucrania, sus temores respecto al futuro inmediato giraban en torno a los problemas que traería el retorno a la disciplina fiscal que exigiría la Unión Europea tras la pandemia. Sin embargo, el escenario bélico volvió a llamar a la puerta de las arcas estatales. Y, esta vez, la UE, pese a las múltiples discusiones, no ha escatimado recursos.
Los fondos europeos, pero también la prevalencia de un reconocible discurso socialdemócrata que vuelve a recorrer Europa, están haciendo vivir una nueva edad dorada al gasto público, que ha aparcado, por el momento, la mala reputación con la que lo arrinconó el neoliberalismo.
Incluso al otro lado del Atlántico, Joe Biden se propone repartir nada menos que 400.000 millones de dólares en ayudas directas a sus empresas para apoyarlas en la transición energética e impulsar a la economía estadounidense, lo que supondrá el mayor desembolso publico desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En la reciente cumbre de Davos las elites económicas europeas han pedido a los gobiernos un plan de similares dimensiones para contrarrestar los efectos deslocalizadores y para la competitividad de sus empresas que tendrá semejante tsunami de ayudas.
El gasto público ha vuelto. Ahora falta la política fiscal, redistributiva y justa, que lo sostenga. Pero para eso, a lo peor, hace falta que nos caiga encima otra debacle.
Periodista y directora de ‘El Siglo’ desde 2011, revista que contribuye a fundar, en 1991, formando parte de su primer equipo como jefa de la sección de Nacional. Anteriormente trabajó en las revistas ‘Cambio 16’ y ‘El Nuevo Lunes’ y en la Cadena Ser. Actualmente también participa asiduamente en diferentes tertulias políticas de TVE y de Telemadrid