El Covid vuelve a casa por Navidad. A pesar de que más del 90 por ciento de la población adulta está vacunada, ómicron ha hecho estragos a las puertas de la Nochebuena. Con la atención primaria desbordada y los test de antígenos convertidos en lo más demandado de la cesta de la compra, el Gobierno y las Comunidades Autónomas se reunían 48 horas antes de la cena más familiar para pasarse la responsabilidad de unas medidas que llegan tarde y que resultan insuficientes para la variante más contagiosa. Porque, siendo también la menos peligrosa, nadie quiere asumir el coste de imponer restricciones. Menos ahora, que la recuperación económica está a la vuelta del Año Nuevo y también un nuevo ciclo electoral.
Pedro Sánchez se daba cita el 22 de diciembre con los jefes de los Ejecutivos autonómicos para hablar de la pandemia. A 48 horas de la Nochebuena. Con la incidencia registrando récords de casos notificados en España. 49.823 la víspera del encuentro.
Horas antes de la conferencia de presidentes celebrada de forma telemática desde el Senado, Pablo Casado reprochaba al presidente en la sesión de control al Gobierno que hubiera “tropezado seis veces con el mismo virus”, sin “aportar nada a la solución” y usando a las comunidades “como escudos humanos”. “Deje de jugar a la lotería con el futuro de los españoles”, le espetó mientras los números del sorteo giraban en el bombo.
La conferencia de presidentes se ha celebrado con récord de contagios registrados
“Los padres van a celebrar la Navidad con sus hijos y los abuelos con sus nietos. No se preocupe por eso”, contestaba el presidente al líder popular, que acababa de referirse a un país “conmocionado” por las dudas sobre los encuentros de estas fiestas.
“España ha resistido, no se ha vencido y está avanzando”, subrayaba Sánchez. Sin embargo, el pleno estaba mermado por el medio centenar de positivos por Covid entre sus señorías y los centros de salud vivían una jornada más de largas colas de pacientes a la espera de una prueba PCR.
Para todos los gustos
Una nueva ola de Covid ha vuelto y, con ella, la pelea partidista. El cruce de reproches es ya todo un clásico de la pandemia. Igual que la dificultad de adoptar medidas efectivas. El estado de alarma le costó caro políticamente al Gobierno que, objeto de reproches por parte de la oposición de derechas y desautorizado dos veces por el Tribunal Constitucional, sigue apostando por la cogobernanza.
Las autonomías, por su parte, tienen su propia estrategia. Antes de la conferencia de presidentes, los jefes de los ejecutivos catalán y madrileño tomaban la delantera desde dos extremos opuestos. El primero, arriesgándose a enfrentarse con los sectores empresariales afectados –y con el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña–, con el toque de queda y la limitación de aforos.
La segunda, ‘salvando’ las celebraciones con el fin a las cuarentenas de los contactos estrechos con positivos que califica de “innecesarias”, a pesar de la rapidez con la que está subiendo la incidencia, la hospitalización y, en menor medida, el ingreso en UCI.

Cortando por lo sano, la Comunidad de Madrid espera acabar con la saturación de la atención primaria, donde ya no se prescriben test de antígenos o PRC a las personas vacunadas que han estado con otras infectadas a pesar de que es ésta la forma en que se propaga el virus.
Una decisión que no comparte su colega gallego. En la cumbre de presidentes extraordinaria para analizar la pandemia, Alberto Núñez Feijóo se manifestó en contra de acabar con el confinamiento de los contactos estrechos. De hecho, la madrileña volvió a quedarse sola en su singular forma de asistir a la cita con el Gobierno central y el resto de comunidades autónomas.
A pesar de ello, no hubo grandes anuncios. La medida de mayor impacto será el regreso a las mascarillas obligatorias en el exterior, aprobada al día siguiente en Consejo de Ministros pero insuficiente para los epidemiólogos que, recuerdan, el mayor riesgo de contagio está en los interiores, los más frecuentados durante los invernales encuentros de familias y allegados.
Sánchez vuelve a apostarlo todo a la vacunación y, además de alguna novedad como la disponibilidad de la red de hospitales de las Fuerzas Armadas y sus efectivos para actuar de rastreadores, planteó un calendario de vacunas pediátricas y dosis de refuerzo para intensificar el ritmo, al objeto de que el 80% de los mayores 60 años hayan recibido su tercer pinchazo antes de que acabe el año o las personas de entre 40 y 49 años completen su cartilla de vacunación la primera semana de marzo.
Sin restricciones. La recuperación económica y política del presidente está en juego.
La recuperación, en cuarentena
Tras la euforia provocada por la aprobación de los fondos europeos, que tienen a España como primer destino, las previsiones de crecimiento se han moderado. El Gobierno arrancaba el curso político con unas expectativas optimistas, previendo un crecimiento del PIB del 6,5% para este año y del 7% para el que viene.
Ante las reuniones en espacios cerrados de estas fechas, la respuesta han sido las mascarillas en exteriores
Pero el Instituto Nacional de Estadística frustró la progresión –el 2% registrado el tercer trimestre sitúa nuestro Producto Interior Bruto dos décimas por debajo de la zona euro– y los organismos internacionales coinciden en rebajar las cifras. Como la OCDE, que prevé una subida del 5,5%, o el FMI, que acaba de situarla en el 5,8%, seis décimas menos que hace tres meses.
A pesar de ello, el escenario no deja de ser positivo. Los Presupuestos expansivos para 2022 y la ejecución prevista de los NextGenerationEU son un buen punto de partida pero, en sus últimas estimaciones del año, los analistas coinciden en lanzar una advertencia: el crecimiento por encima del 5% estará en función de la capacidad del Ejecutivo para desplegar las ayudas europeas de forma rápida y eficaz y de la evolución epidemiológica.
Mal de muchos
Hace dos años que un nuevo virus irrumpía en la localidad china de Wuhan para cambiar el mundo tal y como lo conocíamos. Occidente echaba el cierre dos meses después, dejando para la historia la perturbadora imagen de calles vacías, UCIs saturadas y fallecidos sin un último adiós.
La situación ha mejorado, pero no lo bastante. Lo peor de todo es que la evolución del coronavirus es impredecible y, aunque las vacunas se han revelado efectivas, ni son suficientes ni hay llegado a todo el mundo.
Ni siquiera allí donde están disponibles. En Europa, los países del sur han tenido una mayor aceptación de las dosis, con Portugal y España a la cabeza. En Alemania, Países Bajos o Bélgica los movimientos antivacunas frenaban en seco los pinchazos quedando por debajo de un 70%, porcentaje que, con las variantes delta y ómicron en plena efervescencia, no ha podido evitar que alcancen niveles de incidencia récord.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, abría el debate en la Unión Europea sobre la inmunización obligatoria y ya se han sumado varios países. Después de anunciar el confinamiento de toda la población, Austria la va a imponer desde el 1 de febrero. También Bélgica, que la exigirá a partir del 1 de enero y ha sido objeto de protestas ante la sede del Ministerio de Sanidad.

La determinación del nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, para imponer la vacuna obligatoria en su país, también ha desatado la reacción de los movimientos negacionistas y de la ultraderecha. Pero esa está siendo la tendencia. A partir de marzo, se impondrá en los sectores profesionales dedicados al cuidado de las personas más vulnerables.
Asimismo, es obligatoria para el personal sanitario, profesores, militares, policías y socorristas de Italia. También para los profesionales de la salud de Francia, Reino Unido, Grecia y Hungría, una medida que se suma al pasaporte Covid exigido para acceder a restaurantes o comercios y para viajar por casi toda Europa; al test que, como prevención extra, se requiere para entrar a Portugal, Reino Unido, Islandia y Lituania; y al progresivo cierre de fronteras con los países con incidencia disparada.
A pesar de la determinación de estos países, la variante ómicron, menos peligrosa pero más contagiosa que las anteriores, está exigiendo adoptar más medidas de urgencia. Países Bajos ha establecido un confinamiento estricto de cuatro semanas, hasta el 14 de enero. En Alemania, la Bundesliga jugará a puerta cerrada y las reuniones no podrán superar las diez personas. En Portugal, Francia y Noruega se ha cerrado el ocio nocturno. También en Dinamarca donde, habiendo superado la incidencia por encima de los 2.000 casos por 100.000 habitantes, se han establecido toques de queda en la hostelería.
El resto estudia posibles nuevas restricciones, pero los países de nuestro entorno también temen meterle un nuevo cerrojazo a la economía, un miedo que se ha hecho sentir en las bolsas europeas.
Porque, aunque el peso del sector servicios en España es mayor que en los vecinos del norte y nuestro turismo está sufriendo una caída drástica de las reservas de ciudadanos europeos, todos temen que ómicron ponga freno a su recuperación. El comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, a propósito de la incertidumbre provocada por las nuevas variantes y su impacto sobre el crecimiento de los Estados miembros de la UE, ha explicado que “los nuevos y los viejos riesgos se están materializando con un notable aumento de casos y la reintroducción de nuevas restricciones, colapsos en la cadena de valor y aumentos en la inflación”.
Como si se tratara de una revisión de Atrapado en el tiempo –película también conocida como El día de la marmota–, las fiestas de este año van a recordar mucho a las navidades pasadas. Lo malo es que no tienen la gracia de Bill Murray. Aunque la situación resulta tan enojosa como la que atormentaba a su personaje.