¡Vaya gente! / Mara del Prado
Doña Letizia se ha vestido de fiesta. En otra época era costumbre. En pandemia es toda una novedad. La reina confinó los brillos y las galas cuando Pedro Sánchez decretó el estado de alarma. Justo cuando saltaba el primero de una larga lista de escándalos protagonizados por su suegro el emérito. Qué coincidencia.
El caso es que, de forma telemática o presencial, la consorte de Felipe VI nos había acostumbrado a los trajes de chaqueta y los colores sobrios, a ese estilo de mujer trabajadora y comprometida con el mundo que le rodea mientras las crisis sanitaria, social y económica desaconsejaba los lujos hedonistas.
El Covid sigue aquí, contagioso, doloroso y mortal, pero las vacunas permiten empezar a perderle miedo. Las vacunas por grupos de edad y de riesgo, que bastante ha tenido Zarzuela con Juan Carlos I y sus hijas las infantas como para que los reyes vayan a saltarse la cola. Pero las vacunas no son sólo unas dosis profilácticas contenidas en cada uno de los viales. Las vacunas son también la esperanza de volver a la normalidad, de disfrutar sin remordimientos y de celebrar la vida.
Un poco de todo eso había metido doña Letizia en su maleta andorrana. Ningún rey español había visitado oficialmente el Principado y este ha sido el primer viaje de Estado del monarca desde el estallido de la pandemia. La ocasión merecía por tanto que la madre de la heredera al trono renovase su vestuario. Pero ojo, como concepto. Hola destaca que sólo llevó tres cambios de ropa -se ve que es poco- y no estrenó ninguna prenda. Pero se dejó llevar por la coquetería y ese anhelo de felicidad compartida marcando su figura con tres cinturones para tres looks de reina.
El más sencillo combinaba unos tobilleros negros con una blazer príncipe de Gales de Carolina Herrera que dejaba ver el escote de un top lencero ribeteado de encaje. También de diario era un vestido midi de Massimo Dutti color burdeos y larga abertura lateral. Y para la cena de gala se subió a unos Manolo Blahnik y vistió un pantalón recto y un cuerpo rosa empolvado con diseño de corpiño y aplicaciones de plumas de avestruz de The 2nd Skin.
Sexy y en forma lució en todas sus apariciones, demostrando que las restricciones no la han apartado de su rutina de ejercicios ni del perfeccionismo con el que cincela su musculada figura. A su lado, don Felipe parecía mayor. Con su traje de raya diplomática, corbata azul celeste y camisa blanca, el rey aparentaba los 53 años que tiene. Alguno más, incluso.
Tal vez no se cuide tanto como su esposa. Tal vez la edad se le ha echado encima tras más de un año sobrellevando disgustos. Menos mal que Sánchez acaba de darle una buena noticia y, antes del verano, ya le habrá tocado su vacuna. Menos mal que al menos puede librarse del Covid.