ESPECIAL NUEVA DEFENSA/ Javier Quintana
La Organización del Tratado del Atlántico Norte quedó diezmada tras la desaparición del Pacto de Varsovia. La caída de la Unión Soviética se llevaba consigo la principal razón de ser de la Alianza Atlántica. Desde entonces, su intervención civil en Afganistán y su polémico apoyo a George W. Bush en la `guerra contra el terror´ han mermado la popularidad de la organización. Sin embargo, el nuevo contexto geopolítico surgido del conflicto bélico en Ucrania ha supuesto una oportunidad para que la OTAN retome el vuelo. La cumbre de Madrid fue testigo de la unidad entre unos estados miembros que buscan un nuevo horizonte.
En 1945 el mundo quedó dividido en dos grandes bloques. Los territorios bajo influencia soviética quedaron sujetos a una doctrina socialista que las democracias europeas y Estados Unidos temían que traspasara sus fronteras. Comenzaba la Guerra Fría, un conflicto que no derivó nunca en una gran escalada bélica pero que mantuvo al mundo entero durante décadas sumido en un clima de tensión irrespirable. Fruto de ese temor occidental al `fantasma del comunismo´ Estados Unidos y otros once países crearon en 1949 la OTAN, también conocida como Alianza Atlántica. Los integrantes de la misma se comprometieron así a salvaguardar los intereses de cada uno de los componentes del tratado. La Unión Soviética no se quedó de brazos cruzados, y solo seis años más tarde firmó con la mayoría de países del este de Europa el Pacto de Varsovia. Tras varias décadas de choques intermitentes, en 1991, con la mayoría de repúblicas soviéticas ya independizadas, Mijail Gorbachov dimitió como presidente de la URSS. Desaparecía así el estado que motivó la fundación de la organización. Se especuló con una posible desaparición de la Alianza, cosa que tanto Margaret Thatcher como otros líderes descartaron por completo. “Uno no cancela su póliza de seguro de hogar sólo porque haya habido menos robos en su calle en los últimos doce meses”, indicó la entonces primera ministra británica.
En busca de una nueva razón de ser
A partir de entonces, la OTAN buscó una nueva razón de ser. La organización empezó a dejar algo más de lado la mera defensa territorial en favor de otros objetivos, como intervenciones en crisis internacionales o, como la Alianza Atlántica prefiere llamarlas, `misiones de paz´. Somalia o Kosovo son ejemplos de estas empresas llevadas a cabo por la OTAN en los años 90. Comenzó también una paulatina marcha hacia el este de Europa que fue inquietando al Kremlin: en 1999, la República Checa, Polonia y Hungría entraron en la OTAN. Ya entonces los rusos advertían de la posible escalada que podría darse en caso de que la organización fuera ampliando el cerco en torno a ellos.
La respuesta norteamericana al 11-S fue otro duro golpe para la Alianza Atlántica. Pese a que finalmente la OTAN participó en la guerra de Afganistán (principalmente en labores de reconstrucción y entrenamiento que con el paso de los años han sido muy cuestionados), en un primer momento el presidente americano, George W. Bush, rechazó el apoyo de la organización. Al país más poderoso del mundo le era indiferente librar la contienda solo que con el apoyo de la OTAN. Todo un golpe de realidad para la Alianza Atlántica.

Más adelante, en 2003, la OTAN colaboró en la invasión de Iraq, a pesar de que muchos de sus miembros no compartían la decisión. Los resultados vuelven a ser nefastos, y su popularidad y relevancia internacional caen a pasos agigantados los años posteriores. El presidente francés, Emmanuel Macron, describió en 2019 el estado de la organización como de “muerte cerebral” después del distanciamiento de Donald Trump con la misma y la consecuente retirada de las tropas americanas de Siria. “Existe un riesgo considerable de que a la larga desaparezcamos geopolíticamente, o al menos que ya no tengamos control sobre nuestro destino”, opinó por aquel entonces el líder francés. La alianza, siete décadas después de su creación, se había convertido en un barco a la deriva.
Paralelamente a estas infructuosas intervenciones, nuevos miembros fueron ingresando en la OTAN: Bulgaría, Rumanía, Eslovenia, Eslovaquia, Lituania, Albania, Croacia…
La invasión rusa, un `nuevo sentido´
Llegamos a febrero de 2022. Putin invade Ucrania y la OTAN vuelve a estar, de golpe y porrazo, en el centro del tablero político como principal baluarte de la seguridad europea frente a Rusia. Tras la retirada de Afganistán, este nuevo conflicto parece devolver a la organización su misión histórica: garantizar la seguridad de sus miembros frente al ataque de un tercero.
La OTAN ha ido avanzando en este sentido desde la anexión rusa de Crimea. En la cumbre de 2014 en Gales, la Alianza toma el Plan de Acción de retroactividad como hoja de ruta, que incluía medidas de garantía para los países de Europa central y del este. Dos años más tarde, en Varsovia, se consolida este idea de defensa colectiva con la activación de la Presencia Avanzada Mejorada (`Enhanced Forward Presence´) en Europa Oriental, lo que se traduce en cuatro batallones establecidos en Lituania, Estonia y Letonia. En febrero de este año, ante la escalada de la tensión ruso-ucraniana, la EFP se extendió a Eslovaquia, Bulgaria, Hungría y Rumanía. Biden también advirtió a Putin de que la Alianza respondería si Rusia hacía uso de armas químicas.
Madrid, cita clave
Hasta este año los encuentros entre los miembros de la OTAN habían tenido un carácter bastante simbólico. En algunas ediciones, incluso, la foto de familia entre los dirigentes mundiales llegó a ser lo más llamativo de las reuniones. Sin embargo, la guerra magnificó la relevancia de la última cita.
La cumbre celebrada en Madrid el pasado mes de junio redefinió el Concepto Estratégico, que coloca a Rusia como “primera amenaza” para la organización. La última vez que se revisó este concepto fue en la cumbre de Lisboa, en 2010, y por aquel entonces Rusia era considerada como un socio estratégico. Además, la potencia china, muy tenida en cuenta en este nuevo texto, ni siquiera aparecía en la anterior versión del texto.
Resultado de esta preocupación por el crecimiento exponencial del país asiático fue la invitación a socios del Indo-Pacífico como Japón, Australia o Corea del Sur a participar en el encuentro, pese a no pertenecer a la OTAN.
La cita en Madrid ha redefinido la estrategia político-militar de la Alianza
Se redefine así la estrategia político-militar, hasta entonces algo dispersa.
Por otro lado, Suecia y Finlandia (estados tradicionalmente neutrales), aun sin ser países miembros, también asistieron a la cita y escenificaron su solicitud de adhesión a la Alianza que se está tramitando con rapidez tras el respaldo de todos los países miembros. Turquía, que durante mucho tiempo se opuso a estos ingresos, finalmente dio su brazo a torcer en esta última cumbre. De esta forma la Alianza se garantiza el control de cientos de kilómetros de frontera con Rusia.
Por su parte Putin indicó acerca de la futura anexión de los países bálticos que “no dudaría” en responder si se instalan contingentes militares en estos territorios. Además, en cuanto a este rearme de la OTAN, China se ha quedado al margen y ha mostrado estos meses su apoyo a la “soberanía y seguridad” rusas.
El 2% del PIB de cada país que se acordó destinar a Defensa en 2014 podría quedarse corto, según Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN
En definitiva, el nuevo contexto geopolítico no solo ha vuelto a poner en valor a la OTAN, sino que el tratado vuelve a atraer nuevos estados. Los únicos miembros de la UE que no forman parte de la organización a día de hoy son Austria, Chipre, Malta e Irlanda.
En la cumbre, además, se remarcó la necesidad de que todos los miembros lleguen cuanto antes a un gasto militar que alcance el 2% del PIB del país. El secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, comentó hace unas semanas que este umbral acordado en 2014 podría, incluso, quedarse corto.
Veremos este próximo año si esta unidad y rearme de la Alianza Atlántica frena finalmente el avance ruso o si, por el contrario, sirve para aumentar la tensión y reforzar la peligrosa amistad entre la propia Rusia y China.