Mara del Prado / ¡Vaya gente!
Mientras Charlene continúa su misteriosa convalecencia, Carolina toma el Palacio. La princesa sudafricana sigue recuperándose no se sabe aún bien de qué y la princesa monegasca hace lo que siempre se le ha dado mejor: ser la auténtica soberana del Principado. Al menos, en los corazones y la crónica social, donde la familia Grimaldi, soberana en dos kilómetros cuadrados de territorio, reina sobre las monarquías de grandes países en PIB y población.
De eso se ha encargado ella, la gran heredera del glamour y de la tragedia de su madre, la hollywoodiense Grace Kelly. “Cumple 65 años convertida en el corazón de Mónaco y en el pilar de su gran familia”, asegura Hola. “Diez años después de quitarse la ‘corona’ de primera dama, ha tenido que dar un paso al frente para apoyar a su hermano, el príncipe Alberto”.
Soslayando el tono de reproche, lo cierto es que a la mayor de los tres hijos de Rainiero y la actriz se la ve en su salsa. Ejerció de primera dama desde la muerte de su madre en 1983 hasta que su hermano, que heredó el trono por varón, se casó en 2011 con la exnadadora olímpica. Cuenta la revista que si Charlene ha tenido y sigue teniendo problemas para adaptarse a su vida de royal ha sido por culpa de su cuñada, a la que “medios franceses y alemanes” pintan como “la ‘malvada’ del cuento”.
Pero, “más allá de las intrigas de la corte”, Carolina de Mónaco, princesa de Hannover –mantiene el título a pesar de su separación de Ernesto, padre de su hija Alejandra–, sigue brillando como “una de las mujeres más fascinantes de nuestra era”. Pelín forzado, tal vez. Pero, tras protagonizar una vida de novela, cumple el 23 de enero los 65 convertida en toda una superviviente.
Doña Letizia es otra superviviente. Aunque ella es Charlene. Esto es, la plebeya que se casa con el príncipe y logra superar la prueba de las cuñadas. Visto así, el ‘premio’ para la vencedora es el papel de mala. ¿Será casualidad que sean mujeres? No creo. Pero sí parece claro que su mayor logro es hacerse una coraza frente a las críticas. Y eso, sin duda, ayuda a aligerar la carga.
Miren si no cómo lucía exultante, en la recepción anual del cuerpo diplomático en el Palacio Real de Madrid, un modelo de Valentino que estrenó la emérita Sofía en 1977. La suegra que la hizo quedar como una nuera despiadada en aquella infausta foto de la abuela con sus nietas en la catedral del Palma. La que va diciendo que no le deja visitar a las niñas ni darles dulces. ¿Y cómo responde la reina? Haciendo como si nada. Así son las supervivientes.