Pere Aragonès será el candidato a la investidura en el Parlament, pero habrá que ver cuando pueda tomar posesión. Si puede, porque el fantasma de la repetición electoral todavía no se ha espantado del Palau de la Generalitat. Las negociaciones con Junts todavía están muy verdes y aunque los líderes de ERC quieren tenerlo cerrado para la segunda votación, el próximo martes, Jordi Sànchez y el resto de líderes de la posconvergencia parecen decididos a apretar las tuercas de unos republicanos que ganaron las elecciones de forma muy ajustada y todavía no las tienen todas consigo. Uno de los principales escollos es el papel que jugaría el Consell per la República que pilota Carles Puigdemont desde Waterloo.
Tras acabar su rueda de prensa del pasado miércoles, la portavoz de ERC, Marta Vilalta, salía a la carrera para llegar a la enésima reunión con los negociadores de Junts. “Hay tiempo”, aseguraba Vilalta. Pero el tiempo se agota y, prácticamente descartado que Pere Aragonès obtenga la investidura en primera votación, habrá que ver si el acuerdo está listo para el martes, cuando se producirá la segunda.
La ventaja de ERC sobre Junts sólo fue de 35.000 votos, menos de la mitad de los que consiguió un PDeCAT que se quedó fuera del Parlament y cuyos votos pueden volver a Junts en el caso de repetir las elecciones
En los círculos políticos y mediáticos catalanes no falta quien señala que Junts tiene ganas de juguetear con Aragonès y, si puede ser, llevarle a una investidura fallida que le ablande en las negociaciones. No deja de ser llamativo que la presidenta del Parlament, Laura Borràs, haya designado a Aragonès sin tener atados los apoyos, cuando el candidato más votado fue Salvador Illa. Si finalmente Junts le concede la investidura en la segunda votación que se celebrará el martes, el retraso en las negociaciones quedará en nada. Pero si no, si el martes el Parlament no ha investido al sucesor de Quim Torra, habrá que ver cómo reacciona Aragonès y el resto de dirigentes republicanos a una votación un tanto humillante.
“Días o semanas”, ese ha sido el indefinido plazo temporal que ha fijado el secretario general de Junts, Jordi Sànchez, en rueda de prensa durante un permiso penitenciario y ante los propios Aragonès y Vilalta. “Unos días o unas semanas, nos es igual, pero seguro que gobernaremos juntos”, afirmaba un Sànchez que, al mismo tiempo, mencionaba lo que ERC no quiere ni oír: la repetición electoral. “Que nadie se equivoque: Junts no jugará ni especulará al cálculo de nuevas elecciones”, subrayó Sánchez, traspasando la responsabilidad de esa hipótesis a los republicanos.
“No queremos que el Govern sea un Vietnam”, afirmaba Sànchez, utilizando el término que ha usado estos días el exportavoz de ERC en el Congreso, Joan Tardà, sobre un nuevo Ejecutivo de coalición entre los republicanos y los posconvergentes. Según Sànchez, Junts quiere evitar “desencuentros, deslealtades y tensiones permanentes que debiliten la mayoría electoral”.
Los dirigentes de ERC no tienen ninguna intención de dar oxígeno político a Puigdemont ni de comprometerse por escrito a un nuevo referéndum unilateral
Todavía no está definido el reparto de áreas y consejerías, pero el principal escollo es el papel que debe jugar el Consell per la República articulado por Carles Puigdemont en Waterloo y la posibilidad de retomar la vía unilateral si el diálogo con el Gobierno no conduce a un referéndum pactado. En su rueda de prensa, Sànchez tiró con bala, recuperando un fragmento del libro de Oriol Junqueras y Marta Rovira, ‘Tornarem a vèncer’: “Dicen que nos tenemos que preparar. Y tiene que hacerse en el Consell de la República y es ahí donde se tiene que tomar las decisiones para definir el embate con el Estado. Es imprescindible el impulso de una dirección política compartida para generar consensos y definir la estrategia de actuación”.
Los dirigentes de ERC no tienen ninguna intención de dar oxígeno político a Puigdemont ni de comprometerse por escrito a un nuevo referéndum unilateral. No hay que perder de vista que el acuerdo con la CUP -finalmente avalado por sus bases con el 59% de los votos- recoge algunas de las grandes aspiraciones de los cuperos, como la renta básica universal, la reforma de los Mossos o la creación de una compañía energética y de una banca públicas. Pero sobre la posibilidad de convocar un nuevo referéndum, el acuerdo sólo alude a decidir, dentro de dos años, si sigue mereciendo la pena el diálogo con el Gobierno o si quizá hace falta “un nuevo embate” por la autodeterminación. Un acuerdo más que asumible para los dirigentes de Esquerra, porque, en el fondo, no compromete a nada. Sin embargo, Jordi Sànchez también ha dejado claro que no se sienten concernidos con ese documento suscrito entre ERC y CUP.
Los republicanos fueron el partido más votado del bloque soberanista, desbancando por primera vez a la posconvergencia. Pero la diferencia fue tan ajustada que no permite a los republicanos emanciparse de las presiones de Junts. La ventaja sólo fue de 35.000 votos, menos de la mitad de los que consiguió un PDeCAT que se quedó fuera del Parlament y cuyos votos pueden volver a Junts en el caso de repetir las elecciones. No hay que perder de vista este cálculo porque es el principal incentivo que manejan Puigdemont y Sànchez, y el gran temor que pesa sobre Aragonès, Vilalta y Junqueras.