¡Vaya gente! / Mara del Prado
“La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color”. Cuando Rubén Darío escribió su Sonatina no imaginó que habría otra alteza que, como su protagonista, permanecería “pálida en su silla de oro”.
Con más de un siglo de diferencia y a 11.000 kilómetros de distancia del Buenos Aires, donde el poema vio por primera vez la luz, Charlene de Mónaco “no ríe” y parece que “no siente”.
Tras más de un año en Sudáfrica y en una clínica privada, a causa de una infección de oído, nariz y garganta y de un “profundo agotamiento físico y emocional”, la mujer del príncipe Alberto reaparecía junto a su marido y sus mellizos, Jacques y Gabriella, para participar en la ceremonia de entrega de los premios de la Fórmula E, esos con los que Alejandro Agag dio la campanada en el mundo de los negocios high class –sostenibles y muy caros, de los que gustan a Leonardo Di Caprio y Brad Pitt–.
Lo hacía más, delgada, más rubia y más seria. Su mirada ausente llamó tanto la atención del público, de las cámaras y de la crónica social que el contraste con la segunda de sus apariciones, con tan solo una semana de diferencia, fue aún más llamativa.
Con motivo de un nuevo acontecimiento deportivo, Charlene de Mónaco volvía a dejarse ver en público con el príncipe Alberto y con sus hijos y lo hacía sonriente. Como hace mucho que no se la veía. En el tradicional torneo de rugby de Sainte Devote, como si realmente estuviera disfrutando y hubiera superado el “profundo cansancio” que provocó su ingreso.
No es habitual que las crónicas escritas estos 15 últimos meses sobre la ‘desaparición’ de la princesa hablen sin tapujos ni eufemismos de un problema de salud mental. Curiosamente, quien no ha tenido reparos en hacerlo ha sido el príncipe. “Necesita tiempo para descansar en el mejor ambiente posible. Cuando las figuras públicas tienen problemas de salud, merecen privacidad como cualquier otra persona”, dijo en la revista People. “Charlene nunca pidió tener estos problemas, pero están ahí, desafortunadamente, y necesitamos espacio y privacidad para abordarlos”. Que así sea.