ESPECIAL Presidencia Española de la UE/ Catherine Mordos.
Pocas veces hemos tenido que afrontar un contexto político tan complejo y difícil como el que se presenta en este segundo semestre de 2023. Tras unas elecciones municipales y autonómicas adversas para los socialistas, la convocatoria de elecciones generales anticipadas, en puertas de la presidencia española del Consejo Europeo, añade dosis de incertidumbre doméstica a un panorama internacional marcado por la guerra de Ucrania y en el que la inestabilidad marca la pauta.
Aunque hay precedentes, no es común que una presidencia del Consejo de la Unión Europea arranque una semana escasa después de unas elecciones generales anticipadas de resultado cuando menos incierto. Y más aún, cuando el escenario geopolítico internacional que rodea estas dos citas clave, aunque menos crispado ue hace unos meses, sigue estando presidido por la incertidumbre y los riesgos estratégicos.
No en vano, ante una guerra que se eterniza, los aliados – los más de 50 países aglutinados en el grupo de contacto de apoyo a Ucrania- siguen mandando mensajes de unidad y proporcionando a Kiev material bélico, aunque no siempre este compromiso es igual de unánime y entusiasta. Muchos con conscientes de que se trata del mayor esfuerzo bélico que ha presenciado el continente europeo desde la Segunda Guerra Mundial y de los riesgos que entraña. Así, por ejemplo, Hungría ha bloqueado recientemente la ayuda militar europea a Ucrania, exigiendo que Kiev saque de su lista negra al OTP, el principal banco húngaro.
El adelanto electoral en España, si bien ha desbaratado la intención de lucimiento, no ha movido un milímetro los planes elaborados por Moncloa en los últimos meses
Paralelamente, la inflación ha castigado duramente tanto Europa como Estados Unidos, con niveles nunca vistos en 40 años, afectando al precio de los de los alimentos como de los carburantes y la energía. Esta situación extraordinaria provocó que se tomaran medidas inéditas, que sin embargo no evitaron del todo duros castigos a diferentes gobiernos, con contestación social en Francia – donde Emmanuel Macron ya no tiene mayoría parlamentaria-, y en Reino Unido, mientras que Italia sigue siendo una incógnita tras la llegada al gobierno de Giorgia Meloni. Incluso en
Estados Unidos, donde afrontan en 2024 unas elecciones presidenciales clave, con un presidente Joe Biden en horas bajas tras perder la Cámara de Representantes y un Donald Trump desafiando los tribunales mientras inflama a sus huestes en mítines incendiarios que le sitúan como potencial candidato a la presidencia.
Mientras, para sumar aún más incertidumbre, Europa está llamada a elegir a sus representantes el 6 y el 9 de junio de 2024, cuando los ecos del escándalo de los sobornos del “Qatargate” aún no se han apagado. Un total de 400 millones de europeos, cansados por un esfuerzo de guerra que no termina de demostrar su eficacia, por una crisis energética que a punto ha estado de dejar a oscuras media Europa, y por una economía que no remonta el vuelo, decidir quiénes ocupan los 705 escaños del Parlamento Europeo, un proceso que iniciará a su vez la renovación de los responsables de las principales instituciones europeas, incluida la Comisión, el brazo ejecutivo de los Veintisiete.
Entre tanto, la actual Comisión, con Ursula von der Leyen a la cabeza, afronta el tramo final de su mandato, en medio de evidentes discrepancias internas y del debate abierto en el Partido Popular Europeo (PEE) en torno a sus relaciones con la boyante extrema derecha europea, pero a menudo euroescéptica. Una situación que, según los expertos, no es de las mejores para llevar a buen puerto y con mano firme el complejo trabajo de mantener unidos a los aliados en la guerra de Ucrania y sus consecuencias.
Para sumar aún más incertidumbre, Europa está llamada a elegir a sus representantes el 6 y el 9 de junio de 2024
En este contexto, en el mes de enero pasado, Suecia asumió con pocos ánimos la presidencia Europea, tras su precipitada entrada en la OTAN como consecuencia de la guerra en Ucrania y la llegada a la coalición de gobierno del partido ultraderechista Demócratas de Suecia. Con estas credenciales, poco se podía esperar del semestre sueco, y los hechos han venido a confirmar los temores, sin grandes avances en temas prioritarios como la seguridad y la ayuda a Ucrania, la elaboración de nuevas reglas de competencia, la crisis energética o la transición hacia energías respetuosas con el medio ambiente.
De esta, España llegaba a su cita con la presidencia, el próximo 1 de julio, en inmejorable situación. La economía boyante – el Banco de España acaba de revisar al alza las previsiones- permitía el Gobierno de Pedro Sánchez aprovechara este semestre para sacar pecho. Y esa era la intención. Los Ministerios estaban desde hace meses dedicados a tiempo completo a preparar la agenda y diseñar las prioridades del semestre español, con un cuidado programa pensado para lucirse de cara a las elecciones generales entonces previstas para finales de diciembre, coincidiendo con un cierre, se supone que brillante, del turno de presidencia español.
Pero el adelante electoral, si bien ha desbaratado la intención de lucimiento, no ha movido un milímetro los planes elaborados en los últimos meses. Incluso le ha permitido a España gestionar con cierta autoridad el incidente vivido en la reciente reunión de la OTAN con representantes de la industria de la defensa, en la que se vetó la presencia de empresas españolas. El incidente llevó al veto de España al Plan industrial de Defensa de la OTAN.
En otros casos, el adelanto electoral ha acelerado los planes, como ha ocurrido con la Adenda al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, enviado a Bruselas para su aprobación a pesar de la inminencia de la convocatoria electoral y de un posible cambio de Gobierno. Una Adenda que refuerza los compromisos del PRTR, gracias a unos Fondos considerablemente superiores al del propio Plan original, con una dotación de 90.000 millones de euros en Fondos Europeos.
Mientras, Sánchez ha empezado a explicar las prioridades del semestre español, sobre la base de cuatro ejes fundamentales: La reindustrialización de Europa, garantizando una autonomía estratégica abierta, la adaptación a los efectos del cambio climático y el avance en la transición ecológica, en coherencia con la crisis energética que está viviendo la Unión, la consolidación del Pilar Social Europeo, y el refuerzo de la cohesión y la unidad europea.
Cuatro son los ejes de la Presidencia española: La reindustrialización de Europa, la adaptación a los efectos del cambio climático y el avance en la transición ecológica, la consolidación del Pilar Social Europeo, y el refuerzo de la cohesión y la unidad europea.
Por lo que se refiere a la reindustrialización de Europa, se trata de afrontar los desafíos derivados de la desindustrialización y la dependencia de terceros países en sectores cruciales como la energía, la salud y la alimentación. Para revertir esta tendencia, los Fondos Europeos jugarán un papel fundamental al impulsar el cambio tecnológico y atraer inversiones en áreas como la digitalización, la inteligencia artificial, las energías renovables y la robotización.
La segunda prioridad se centra en la transición ecológica y la adaptación al cambio climático. Durante la presidencia española, se llevarán a cabo importantes eventos como la Cumbre de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y una Cumbre Climática. El objetivo es avanzar hacia una mayor independencia energética y responder de manera coherente a la emergencia climática y a la crisis energética actual. Esto implica impulsar reformas en el mercado eléctrico, fomentar el uso de energías renovables, reducir la generación de residuos y promover la sostenibilidad en el diseño de productos.
La consolidación del Pilar Social es la tercera prioridad. Se busca lograr una Europa con mayor justicia social y económica, apostando por una economía más competitiva, justa y solidaria. Para ello, se actualizará el Marco Financiero Plurianual 2021-2027, se impulsarán reformas fiscales para garantizar unas cuentas públicas saneadas y se fortalecerá el Pilar Social Europeo para ampliar los derechos de los trabajadores y mejorar la protección de los colectivos vulnerables.
La cuarta y última prioridad es el refuerzo de la cohesión y la unidad europea. Se buscará fortalecer la Unión a través de la unificación del mercado interior, la finalización del proceso de integración bancaria y una mejor gestión de los instrumentos comunes, como los Fondos Europeos. Además, se optimizarán los procesos de toma de decisiones internas de la UE y se consolidará el apoyo a Ucrania.