Macarena Olona ha sido mala para el 19-J y el 19-J ha sido malo para Macarena Olona. La candidata de Vox a las andaluzas ha perjudicado a la marca en estas elecciones y ella se encomienda a Dios tras perder su escaparate en el Congreso, el único escenario que permite brillar a sus dirigentes tras un desigual resultado en las autonómicas. Rocío Monasterio se quedó fuera del Gobierno Madrid, dejando que el poder único de Isabel Díaz Ayuso hiciera sombra a todo lo que le rodea, y Juan García-Gallardo logró la vicepresidencia de Castilla y León, pero sin recorrido previo ni futuro en una cartera sin competencias carece de capacidad de gestión. Con un PP disparado en las encuestas y en los comicios, las estrellas de la ultraderecha se apagan en unos territorios donde el voto conservador comienza a reagruparse.
En su primera valoración tras la noche electoral, el portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, se negaba a admitir los análisis políticos del resultado del 19-J. “Hemos crecido un 25 por ciento”, insistía en rueda de prensa. Pero también admitió que no era ese el desenlace que esperaban. Lo reconoció la propia candidata la noche electoral, que dijo haber esperado “un resultado mejor”.
Subida a la tarima habilitada en Sevilla por la formación para comparecer tras el recuento, Macarena Olona aseguró que seguiría en Andalucía; calificó su candidatura como un “privilegio” y ella “cumple”. O como diría al día siguiente, ella es “un soldado” de su partido, aunque también es “hija de Dios y no puede asegurar cuáles son los designios que hay por delante”. Una forma de dejar la puerta abierta a un posible regreso a la política nacional a un año, previsiblemente, de que las formaciones políticas comiencen a pergeñar las listas para las generales.
José María Figaredo ha tomado el testigo de Olona aludiendo hasta tres veces a Dios
Porque la flamante líder de Vox en el Parlamento andaluz ha sido uno de los principales activos de la ultraderecha, una diputada provocadora que atesora una larga lista de encontronazos con la izquierda; llegó a llamar “sepulturero” al presidente, Pedro Sánchez, y cada vez que se dirigía a la vicepresidenta segunda y titular de Trabajo, Yolanda Díaz, comenzaba con el latiguillo “ministra comunista”.
El testigo de Olona lo acaba de tomar José María Figaredo. Diputado por Asturias y sobrino de Rodrigo Rato, en la sesión de control al Gobierno del pasado miércoles, mientras interpelaba a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, daba hasta en tres ocasiones las gracias a Dios por el batacazo electoral del PSOE en Andalucía.
Aún es pronto para saber si el partido logra el resultado efectista que persigue en sus intervenciones públicas con este abogado y economista de 33 años, de un perfil técnico semejante al de la abogada del Estado trasladada ahora a Sevilla. Lo que parece más claro es que la nueva líder territorial de Vox no encontrará en la Cámara autonómica un altavoz de la resonancia del Congreso y, sin tener capacidad de influencia en un Gobierno que no la necesita y con el que no podrá polarizar como acostumbraba en los plenos de los miércoles.
La larga sombra de la presidenta

Su colega en Madrid sí tiene capacidad para dejar la impronta de Vox en las políticas del Gobierno regional. Con menos peso parlamentario –13 escaños en una Asamblea de 136, frente a los 14 de Olona en un Parlamento de 109–, Rocío Monasterio llegó a un pacto de investidura con Isabel Díaz Ayuso, que se quedó a cuatro diputados de la mayoría absoluta tras el 4-M. El acuerdo incluía un recorte en consejerías, en Telemadrid, en número de escaños y en impuestos.
En el pacto para aprobar los Presupuestos de 2022, la líder de la formación de ultraderecha en Madrid logró dejar su impronta ideológica; consiguió que el Ejecutivo autonómico se comprometiera a auditar los gastos de los centros de menores no acompañados. Chochó con Isabel Díaz Ayuso a propósito de la ley contra la violencia de género y las leyes LGTBI en la región, aunque la presidenta se comprometía, si no a derogarlas, sí a modificarlas.
Sin capacidad de gestión, García-Gallardo solo genera noticias por sus polémicas
Negociación a negociación, Monasterio trata de enseñar músculo parlamentario, pero el acuerdo siempre acaba llegando –en febrero enmendó la ley de blindaje fiscal de Ayuso y en abril se retractó– y su buena relación con la inquilina de la Real Casa de Correos, la dirigente del PP que no tiene complejos en admitir y fomentar el acercamiento de su partido al de Santiago Abascal, ha acabado por desdibujar el papel de la líder de Vox en Madrid.
Ni es Gobierno ni es oposición y, en la constante búsqueda de notoriedad que su formación practica a golpe de provocaciones, Rocío Monasterio se ha visto engullida por una personalidad que, desde la Asamblea regional, la Puerta del Sol o donde quiera que esté, despacha a la oposición de izquierdas y al Gobierno de la nación con un tono agresivo que, no en vano y según las encuestas publicadas al calor del 4-M, la convierte en la política favorita de los votantes de Vox.
Estreno accidentado

Juan García-Gallardo es el dirigente más desconocido de la formación de ultraderecha y el que más lejos ha llegado. El popular Alfonso Fernández Mañueco se quedó a diez escaños de la mayoría absoluta en unas Cortes de 81 diputados y los 13 de Vox le obligaron a aceptar sus condiciones: tres consejerías, las de Industria y Empleo, Agricultura y Cultura y Turismo, y una vicepresidencia sin cartera en manos de este burgalés que apenas supera la treintena y que, penalista de profesión, en su tiempo libre escribía mensajes de contenido homófobo y machista en Twitter ahora desparecidos de la red social.
El líder de Vox en Castilla y León casi calcaba la estructura que diseñaron el barón popular y Francisco Igea cuando, en 2019, el PP y Ciudadanos pactaron un Gobierno de coalición. La principal diferencia es que, en esta ocasión, la vicepresidencia no tiene competencias y, sin capacidad de gestión, el protagonismo de García-Gallardo se ve muy limitado a imprimir doctrina política en el Ejecutivo presidido por Mañueco.
Un trágala para el barón popular que ya le ha obligado a compartir polémicas incómodas. Como cuando, respondiendo a la pregunta de Noelia Frutos, diputada socialista con discapacidad, sobre cómo cree que se debe tratar a las mujeres con discapacidad en la región, el vicepresidente se dirigió a ella diciéndole: “le voy a responder a sus faltas de respeto como si fuera una persona como todas las demás”.
O, más recientemente, anunciando un recorte de 20 millones de euros en las ayudas de la Junta de Castilla y León a sindicatos, empresarios y universidades. Una medida en la que, aseguró, estaba de acuerdo todo el Gobierno, “incluido el presidente”. A pesar de que Mañueco y los consejeros del PP guardaron silencio ante la “sorpresa” de los agentes sociales y la patronal y tardaba una semana en confirmar un tijeretazo en el que Vox había tomado la iniciativa y del que acababa rectificando: García-Gallardo dice ahora que no hay recortes, que la prensa había titulado mal. Sin capacidad de gestión, lo que Vox ha conseguido de momento es alterar el ritmo a la mayoría popular del Ejecutivo. De momento, todo lo que la ultraderecha es capaz de hacer.