La mañana del 28 de mayo estuvo en Huesca para asistir al desfile de las Fuerzas Armadas y al caer la tarde ocupaba ya su palco en el estadio de Saint-Denis para presencial la final de la Champions entre el Real Madrid y el Liverpool. Felipe VI no es un gran aficionado al fútbol y menos al club merengue, pero la ocasión merecía el viaje a París y, en la agenda oficial del monarca, siempre hay sitio para los grandes acontecimientos deportivos.
Más aún si es titular del torneo; recuerden cómo asiste estoico a las pitadas de la afición del F. C. Barcelona o del Atlético de Bilbao en algunas de las finales de la Copa del Rey celebradas estos últimos años.
Doña Letizia tiene la suya, la Copa de la Reina. Desde la final de 2015, la consorte ha tenido oportunidad de cumplir no sólo con el fútbol femenino, también con la igualdad y la visibilidad del deporte de alta competición practicado por mujeres, a años luz de sus compañeros masculinos en reconocimiento y derechos laborales.
Por eso llama tanto la atención que a la madre de la princesa Leonor, a la que tanto le gusta hacer guiños al feminismo en su agenda oficial y en su fondo de armario, le cueste tanto asistir a la final de la Copa de la Reina. De hecho, sólo estuvo en la de 2019, después de que en años previos fuera criticada por ausentarse de una competición que el rey no se salta nunca.
En 2020 y 2021 tuvo la excusa de la pandemia y las restricciones sanitarias, pero a Letizia se la esperaba en la final que disputaron el Barcelona –que ganó– y el Sporting Club de Huelva el domingo, 29 en Alcorcón y no asistió. Pudo evitar algún abucheo de la grada culé, pero de la pitada en Twitter no ha habido quien la librara.