Conocidos empresarios prestaban a Juan Carlos I los 4,4 millones de euros necesarios para hacer frente a la segunda de las regularizaciones fiscales con la que tratar de esquivar las consecuencias penales de un presunto fraude. Sus nombres salían a la luz hace algunas semanas. También se conocían a los amigos que le dijeron no al emérito. Entre ellos, personas muy cercanas en otra época. Época en la que comenzaba a conocerse la afición del entonces monarca por los negocios y en la que “parece que se ha relajado en exceso”, contaba José García Abad en ‘La soledad del rey’ en 2004. El editor de El Siglo sostenía que “las causas están a la vista de quien quiera verlas y tienen nombres y apellidos”. Entre ellos, los de Alberto Cortina y Alberto Alcocer. Quienes fueran “compañeros del rey en todo tipo de cacerías”, hoy no quieren saber nada de él.
Investigado por la Fiscalía del Tribunal Supremo, Juan Carlos I trata de sortear las posibles consecuencias penales de su fortuna y el manejo que ha hecho de ella desde que en 2014 perdiera la inviolabilidad constitucional con su abdicación. El que fuera jefe del Estado lleva ya dos regularizaciones fiscales para evitar una posible imputación. La segunda la hizo frente con el préstamo de 4,4 millones de euros y El Confidencial publicaba hace unas semanas el nombre de los empresarios que colaboraron con el exmonarca a razón de 250.000 euros por cabeza.
El medio identifica también a “otras personalidades próximas al rey” que “rechazaron poner su granito de arena”, entre las que se encuentran “Alberto Alcocer, uno de sus más íntimos amigos y compañero de cacería por todo el mundo. Tampoco su primo, Alberto Cortina, así como Rafael del Pino, presidente de Ferrovial, José Manuel Entrecanales, máximo accionista de Acciona, Borja Prado, expresidente de Endesa, y Juan Abelló, otra de las personas más cercanas al monarca”.
García Abad, en ‘La soledad del rey’, incluyó a los Albertos en “la corte de los negocios de Juan Carlos I”
“Juan Carlos I ha admitido a su círculo más cercano su decepción por que estos empresarios le hayan dado la espalda, ya que les ayudó a hacer negocios en la Transición, así como por no haber ido a visitarle en su retiro en los Emiratos Árabes”, advierte la publicación.
La ayuda fue, en cualquier caso, mutua. Y aunque los escándalos que rodean al emérito acaparan hoy una amplia atención en la prensa, los indicios pasaban de forma más discreta por la agenda mediática hace cerca de 20 años, si bien hubo medios y periodistas que sí advirtieron sobre la conducta del monarca.
Las imprudencias
En su libro La soledad del rey (La Esfera), publicado en 2004, advertía José García Abad, editor de ‘El Siglo’, que Juan Carlos I, quien llevaba entonces 28 años al frente de la jefatura del Estado, “empieza a ser cuestionado aunque todavía soto voce”. Todavía estaba en la cumbre de su popularidad, pero empezaba a acusar un deterioro de su imagen entre la opinión pública informada “a lo largo de la última década, durante la que parece que se ha relajado en exceso. Las causas están a la vista de quien quiera verlas y tienen nombres y apellidos”.
Hablaba también el editor de ‘El Siglo’ de la “obsesión freudiana del monarca de hacerse con un capitalito”. En ella se mezclaron “imprudencias financieras” y “la deficiente elección de sus amigos”. Entre ellos, Javier de la Rosa, Mario Conde, Manuel Prado y Colón de Carvajal o los Albertos. Con José María Ruiz Mateos, Miguel Arias, Francisco Sitges y Zourab Tchokotoua integraban lo que el autor denomina en el libro “la corte de los negocios de Juan Carlos I”. A Alberto Cortina y su primo Alberto Alcocer los engloba dentro de la categoría de aquellos que buscaban “beneficiarse del prestigio social de cazar, esquiar, navegar o divertirse con el monarca”.

Después de que el 23-F “nos salvó de una involución probablemente sangrienta”, el hoy emérito parecía “haberse relajado excesivamente, se ha dejado llevar por amigos impresentables, ha abandonado la prudencia en los negocios”, relata el autor.
Los primeros noventa fueron “sus anni horribiles”, contaba García Abad por aquel entonces, señalando escándalos como el que implicó a los Albertos, “compañeros del rey en todo tipo de cacerías” que a punto estuvieron de entrar en la cárcel; la Sala Penal del Supremo condenó en 2003 a Cortina y Alcocer a tres años y cuatro meses de prisión por falsedad y estafa agravada en el denominado caso Urbanor, relacionado con la venta de los solares de las Torres KIO en la Plaza de Castilla de Madrid. Este último delito, en su modalidad de especial gravedad debido a la “altísima y descomunal” cantidad defraudada por los entonces presidentes del Banco Zaragozano, señala la sentencia, que ascendía a más de 4.000 millones de pesetas –alrededor de 24,5 millones de euros–.
El tribunal daba así la razón a la Audiencia Provincial de Madrid pero el Constitucional, que tardó más de diez años en revisar el caso, anulaba en 2015 la condena al estimar que los delitos ya habían prescrito.
El embajador
Los hijos no son responsables de los ‘pecados’ de sus padres, pero ante la negativa de Borja Prado a asumir parte del préstamo al emérito resulta inevitable recordar los tiempos en que, siendo rey, no recibió un no por respuesta de su progenitor, el ya fallecido Manuel Prado y Colón de Carvajal.
Manuel Prado y Colón de Carvajal, padre de uno de los empresarios que se ha negado al préstamo, fue el “embajador permanente” del hoy emérito
A él dedica todo un capítulo en La soledad del rey, que arranca con una definición que Juan Carlos I le hizo a José Luis de Vilallonga: es “un amigo muy íntimo […], el único en el que podía depositar mi confianza”. Fue el correo del rey, continúa García Abad, el “embajador permanente, el socio, el administrador, pero sobre todo es el amigo que le ha acompañado ininterrumpidamente a lo largo de su reinado”, escribía a principios de los 2000. “Prado es el secretario de todos los secretos. Es un personaje que combina características de pícaro y de héroe. Ha hecho fortuna a la sombra del monarca”.
Lo escribía el autor de La soledad del rey cuando Prado y Colón de Carvajal había sido condenado por sus negocios con Javier de la Rosa en la primera pieza separada del macrosumario de KIO. La agencia de inversiones kuwaití acusó a este último de apropiarse de más de 100.000 millones de pesetas y acumular unas pérdidas de 500.000 millones. “Manuel Prado no ha podido negar que recibió 100 millones de dólares del catalán, pero asegura que no procedían de Kio, sino de otros negocios que emprendió” con De la Rosa en concepto “de asesoramiento, dictámenes, etc”, relata García Abad.
Entre las causas emprendidas en España, el empresario trató sin éxito de implicar al rey en los tribunales, asegurando que los 100 millones se los entregó al entonces jefe del Estado “a través de su hombre de máxima confianza en una cuenta suiza”. Aquél fue “el asunto más comprometedor para el monarca entre aquéllos en los que Prado ha intervenido”, continuaba el autor en La soledad del rey. Revisado el asunto con el paso de los años, resulta ser también premonitorio.