El runrún de un acuerdo de gobernabilidad PSOE-PP vuelve a recorrer los mentideros mediáticos madrileños. La opción, que ya le costó el puesto a Pedro Sánchez en 2016, tiene poderosos partidarios en según qué despachos políticos y empresariales que la promocionan de vez en cuando. Ahora, ha sido el desembarco en Génova de Alberto Núñez Feijóo el que ha reactivado esa posibilidad, que serviría para aislar a Vox -dicen unos- y para sacar de la ecuación de gobierno a UP y al independentismo -dicen otros-. Será complicado que Pedro Sánchez renuncie a agitar el fantasma de Vox y que Feijóo pueda escapar -o quiera- de su abrazo del oso, pero tras las elecciones municipales y autonómicas del año próximo todos los escenarios se abren. Y más después del enfado en ERC y EH Bildu por los casos de espionaje a sus líderes, que deja la mayoría de la investidura seriamente tocada.
En ciertos círculos políticos, económicos y mediáticos despertó cierta esperanza el encuentro que mantuvieron en Moncloa Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Una cita que se alargó durante casi tres horas y que sirvió para empezar a recomponer lo que se había roto bajo el liderazgo popular de Pablo Casado. La entrevista también da para ver el vaso medio vacío, porque de ella no salió ningún acuerdo en firme, sólo un compromiso vago de reactivar la renovación del Consejo General del Poder Judicial. De hecho, en Moncloa se quejan de que ni siquiera saben todavía quién será su interlocutor, el sucesor de Teodoro García Egea en sus contactos con Félix Bolaños. Pero teniendo en cuenta de donde se viene, el cambio de clima es obvio.

Para alimentar el optimismo a los partidarios de una entente PSOE-PP, parece que Feijóo ha abandonado la caricatura que tanto le gustaba a Pablo Casado de un Sánchez aliado con el comunismo, ETA rediviva y el separatismo. La de un presidente del Gobierno “ilegítimo” conchabado poco menos que con la antiEspaña franquista. El nuevo líder del PP se ha enrocado en la bajada de impuestos y una racionalización del gasto burocrático -en lo que parece un regreso a 2012, cuando Mariano Rajoy llegó a la Moncloa-, pero tiene gestos como el de reunirse públicamente con los líderes de CCOO y UGT, Unai Sordo y Pepe Álvarez, algo en lo que Casado no se prodigó precisamente -su cita con los sindicatos tuvo lugar a principios de 2020-.
Por otra parte, quienes ven muy lejana la posibilidad de un entendimiento subrayan que el acuerdo PP-Vox en Castilla y León se acaba de firmar, y que el tablero se inclina para que ese pacto se repita después de las inminentes elecciones andaluzas. Pero no hay que olvidar que el candidato socialista Juan Espadas era partidario de cerrar un acuerdo más que presupuestario con Juanma Moreno. En octubre, en las semanas en las que Moncloa y Génova acordaron la renovación de los órganos constitucionales pendientes, salvo el CGPJ, Espadas salía de entrevistarse con Moreno en San Telmo con la “sensación” de que era posible un “acuerdo histórico”, no sólo para las cuentas, sino para “cuestiones que incluso podrían ir más allá del acuerdo presupuestario para 2022”.
El desenlace es conocido, la posibilidad de entendimiento terminó descarrilando y el presidente andaluz deshoja la margarita de la convocatoria electoral para el mes de junio, según muchas informaciones. La insistencia del PP en introducir su receta para todo, un paquete de rebajas fiscales, junto a las movilizaciones de los sanitarios andaluces terminaron trastocando el acuerdo. Pero Moreno disparó con bala dando a entender que el acuerdo naufragó porque Ferraz lo vetó.
El Gobierno da una de cal y otra de arena
Sánchez subraya que solo hay dos opciones: “o un gobierno de coalición de la derecha con la ultraderecha, o un gobierno de centro izquierda del PSOE con el espacio de Yolanda Díaz”
Como muestra el caso de Espadas, dentro del PSOE hay partidarios de entenderse con el PP -o, al menos, dejar de entenderse con Unidas Podemos y Esquerra Republicana-. Y no sólo los clásicos como Felipe González y barones como Emiliano García-Page o Javier Lambán. El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, qué difícilmente da un paso sin estar coordinado con el presidente, ha asegurado que el PSOE ayudaría al Partido Popular a la “gobernabilidad” si este “renuncia a pactar con Vox en toda España”. Así lo expresaba en una entrevista concedida a El Español, en la que reiteraba la mano tendida a Alberto Núñez Feijóo, pese a que uno de los “únicos pactos” a los que ha llegado por el momento haya sido “meter a la ultraderecha en el gobierno de Castilla y León”.
Bolaños mete presión subrayando que “en Europa, en Francia, en Alemania, a la ultraderecha se la condena y se la combate. Y en España lo que está ocurriendo es que el Partido Popular está parasitado por ellos”. Y aunque nada mencionó al respecto, un acuerdo como el que propone Bolaños, iría, probablemente en las dos direcciones, con el argumento recurrente de dejar gobernar a la lista más votada.
Pocas horas después, Sánchez, en una entrevista a Antena 3 negaba la mayor, subrayando que solo hay dos opciones sobre la mesa: “o un gobierno de coalición de la derecha con la ultraderecha, o un gobierno de centro izquierda del PSOE con el espacio de Yolanda Díaz”, en referencia a la plataforma política que prepara la vicepresidenta segunda. Sánchez recordó que el PP no se acuerda del famoso argumento de dejar gobernar a la lista más votada cuando ellos no lo son, como sucede en el caso del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, o del propio presidente andaluz.
Partidarios y detractores

Un entendimiento entre PSOE y PP, incluso en la forma de ‘gran coalición blanda’, también tiene sus adeptos en la escena política. El número uno de esta lista es el núcleo dirigente del PNV, que siempre ha sabido entenderse con los dos grandes partidos españoles, incluso cuando el PP de Mariano Rajoy estaba asediado por los casos de corrupción que condujeron a la moción de censura. Los líderes del PNV no terminan de estar cómodos en una mayoría parlamentaria en la que está su gran rival por la hegemonía política en Euskadi, y si la izquierda abertzale queda fuera de la ecuación de la gobernabilidad -dando la oportunidad a los jeltzales de colgarse la medalla del partido capaz de conseguir acuerdos para el País Vasco en Madrid-, será una victoria política para Andoni Ortuzar y los suyos.
El líder del PNV instaba este fin de semana a los dos grandes partidos a acordar unos “mínimos” para aislar a “los fachas de Vox”. “El PNV arrimará siempre el hombro para esa salvaguarda democrática, pero jamás, jamás, nos verá nadie de la mano, ni cerca, de los fachas de Vox ni de quienes se arreglen con ellos”, en un aviso a navegantes con Feijóo como destinatario. Según Ortuzar, presumir “de hacer un pacto con la extrema derecha y que se diga que se hace sin complejos es un retroceso democrático que mancha a quien lo hace”.
Pablo Iglesias insiste en una idea que transmite a los suyos frecuentemente: que Sánchez tratará de prescindir de ellos si tiene la ocasión
Pero mientras el PNV apuesta por la posibilidad de una ‘gran coalición blanda’, algunos sectores de Unidas Podemos están inquietos porque la contemplan como una posibilidad muy factible. Esta misma semana, en la presentación del libro ‘Verdades a la cara’, Pablo Iglesias insistía en una idea que transmite a los suyos frecuentemente: que Sánchez tratará de prescindir de ellos si tiene la ocasión. Iglesias afirmaba que “en política no hay que confiar en la palabra de nadie y si alguien piensa que el PSOE no va a intentar si dan los números tener un Gobierno en solitario es que no ha entendido nada de lo que ha ocurrido en estos años y sabe muy poquito de política”.
La mayoría de la investidura no atraviesa por su mejor momento, una vez conocido el caso del espionaje a varios líderes y cargos del independentismo catalán y vasco y el consiguiente enfado en ERC y EH Bildu. La estrategia de los republicanos pasa por tender puentes con el Gobierno, el abandono del procesismo y la normalización política, pero los desencuentros se acumulan y la mesa de diálogo no avanza.
Además, con el PP y Vox al alza en las encuestas, está por ver que la mayoría parlamentaria que sostiene al Gobierno se repita después las generales. Todavía está por resolver el proceso de reconstrucción de Unidas Podemos bajo el liderazgo de Díaz -si se confirma su candidatura- y hasta qué punto es capaz de frenar el retroceso electoral de ese espacio político. Un retroceso que podría obligar a incluir en la ecuación parlamentaria a fuerzas como Junts o incluso la CUP, lo que convertiría la legislatura en inviable y abocaría, entonces sí, a un entendimiento entre los dos grandes partidos.
Hasta que se resuelvan estas incógnitas, Feijóo se resiste a aparecer en público con los líderes de Vox. El líder del PP ha regateado la investidura de Alfonso Fernández Mañueco alegando problemas de agenda, todo lo contrario que Isabel Díaz Ayuso, que no ha dudado en apadrinar al primer presidente popular que suscribe un acuerdo de coalición con Vox. Quién sí ha estado en la foto ha sido la número dos de Feijóo, Cuca Gamarra, y un Mariano Rajoy, en primera fila junto a Ayuso, al que los malpensados no han dejado pasar el detalle de ponerse a mirar el móvil con inusitada concentración cuando Mañueco elogiaba a la presidenta madrileña.