Juana M. Vera Meizoso
Fueron años de esperanza. La Primera Guerra Mundial había acabado, la pandemia de la gripe (1918-1920) era historia. Fueron años de desenfreno, creatividad. Fueron ‘Los locos años veinte’, expresión con la que el Museo Guggenheim de Bilbao, con el patrocinio del BBK, ha titulado una amplia y sugerente exposición, que se hallará abierta al público hasta el próximo día 19 de septiembre.
La Bauhaus, el Dadaísmo, la Nueva Objetividad, la Mecánica Cuántica, las nuevas formas de danza, los cambios drásticos en la moda, los nuevos ritmos musicales, la lucha por los derechos de las mujeres y por la liberación sexual se reflejaron en el arte y la ciencia de un tiempo que el creador Fernand Leger describió, en 1924, del modo siguiente: “Nunca hubo una época tan ávida de espectáculo como la nuestra (…) Este fanatismo, esta necesidad de distracción a cualquier precio, son la reacción contra esta vida que llevamos, dura y llena de privaciones”. La crisis del año 1929 puso fin a esta época. Un siglo más tarde, Cathérine Hug de la Kunsthaus de Zúrich; Petra Joos, del Museo Guggenheim, y el dramaturgo Calixto Bieito, las dos primeras comisarias de la exposición, la primera en Zúrich, la segunda en España, y el segundo, responsable de la escenografía de la misma, nos cuentan lo que aquel tiempo nos ha legado y nos preguntan qué hemos aprendido de él.

Cocó Chanel, Walter Gropius, Man Ray, Fernand Leger, Max Ernst, Ernest Neuschul, Thomas Ruff, Constantin Brancusi, Madéleine Vionnet, Le Corbusier, Mies van der Rohe, Gerrit T. Rietveld, László Moholy-Nagy, Josephine Baker, Max Born o Niels Bohr fueron pensadores y creadores, que hace cien años contribuyeron a renovar nuestra percepción del mundo y, como consecuencia, nuestra forma de ser y de estar. Ellos y ellas, junto a otros artistas, protagonizan la exposición Los locos años veinte, de la que forman parte más de 300 objetos, que representan a las disciplinas artísticas más relevantes desde la pintura, la escultura o el dibujo, hasta la fotografía, el cine, el collage, la arquitectura o el diseño industrial.
En La revolución de la moda, primera sección de la exposición, descubrimos que el bombín ha dejado atrás al sombrero de copa, que la rígida levita ha sido sustituída por el traje de chaqueta informal, que las faldas larguísimas se han ido ante la llegada de la cómoda falda, creada por Cocó Chanel y que los espacios decimonónicos han dado paso a la vivienda funcional de Le Corbusier y a los espacios de Mies van der Rohe, para quien “el menos era más”. Casi todo cambió en los años veinte del siglo pasado, sobre todo la autopercepción de mujeres y hombres y su forma de estar en el mundo. “La nueva mujer, garconne o flapper se tornó en consumidora entusiasta de los productos de la moderna industria de cosmética y experimentó la cirugía estética, que pasó de reconstruir los rostros desfigurados de los heridos de la I Guerra Mundial a la búsqueda de ideales de belleza”, se lee en el dossier de prensa, en donde se recoge la siguiente reflexión del modisto Lucien Lelong: “La dieta, los aparatos y tratamientos reductores, la extensión de los deportes al aire libre -o eso dice la opinión generalizada- lo han conseguido.
Existen paralelismos sorprendentes con la década actual: la sociedad de hace un siglo vivía dominada por el trauma de una pandemia y sumida en una gran recesión económica. Pero también vivía un tiempo de progreso, explosión de creatividad y de liberación
La mujer moderna se ha convertido en la arquitecta de su propia figura. Ha logrado rehacerse a sí misma conforme a su propio ideal (…) Hoy en día las mujeres siguen siendo jóvenes a los cuarenta”.
En Trabajo y ocio, segunda sección de la exposición, se narran, a través de diferentes obras y acontecimientos históricos, los cambios en el mundo laboral y como el ocio llegó a las clases media y trabajadora. Hechos que fueron posibles debido a la introducción de la cadena de montaje en las fábricas, que permitió la producción en masa de bienes de consumo y redujo las horas de trabajo de los obreros, dando lugar a una industria floreciente del ocio, que llega hasta nuestros días. Algunas creaciones de la escuela Bauhaus (Weimar, (Alemania, 1919), desde la que se luchó por construir una sociedad mejor y más democrática, a partir de la educación y de la cultura, forman parte de esta sección. Otro de los acontecimientos recogidos en la misma es el Congrés Internationaux d, Architecture Moderne (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna), que tuvo lugar en la Suiza de habla francesa, en el año 1928. En este congreso, Karl Moser, su primer presidente, Le Corbusier, Walter Gropius y Gerrit T. Rietveld, de los que se pueden contemplar diversas obras en la muestra, apostaron por “una arquitectura socialmente responsable, que representara el espiritu de la época”. Una época de sueños, creación, desarrollo del pensamiento y de la ciencia, y también de locura, de especulación económica, que daría lugar a la crisis del año 1929, de inflación y de profundos desequilibrios, que conducirían a la II Guerra Mundial.
En la tercera sección de la exposición, titulada Adiós al trauma de la guerra, descubrimos la influencia de la Mecánica Cuántica, estudiada entonces por Werner Heisenberg, Max Born y Niels Bohr, quienes obtuvieron por ello el Premio Nobel. Debido a las consecuencias científicas, sociales, culturales y éticas del descubrimiento de la Mecánica Cuántica, los conceptos de identidad, causalidad y objetividad perdieron protagonismo frente a los de ambivalenciam, azar e incertidumbre. El mundo se fragmentaba más y más, y se aceleraba. Al mismo tiempo, debido al desarrollo industrial y a los derechos laborales y sociales, las mujeres se incorporaban, poco a poco, al mercado laboral. Nuevos roles, nuevos modelos, en donde se perciben las consecuencias de la introducción gradual del sufragio femenino en muchas partes de Europa, y de la creciente liberación de la mujer, es la cuarta sección de la exposición.
Aquí descubrimos La garconne de Victor Margeritte o Wege der Liebe (Los caminos del amor), de Alexandra Kollontai, quien escribió: “la pasión y el amor definen fases más específicas que continuadas de la vida de la mujer moderna y trabajadora. La mujer puede ser madre sin necesidad de estar casada”. Ideas que hace cien años fueron recibidas con entusiasmo por muy pocos y que hoy forman parte, en las democracias avanzadas, del modo de entender la vida.
Nuevas maneras de ver, es la quinta sección de la muestra. La radio, medio entonces recién llegado a la sociedad, los nuevos automóviles y las cadenas de montaje son las tres revoluciones que transformaron el modo de percibir la vida y el modo de vivirla, y que en esta sección se reflejan a través de numerosas piezas de arte y de diseño industrial. El cine y la fotografía son también esenciales en esta parte de la exposición. “La especificidad del tiempo deriva fundamentalmente de la velocidad de nuestra época (…) Así pues, el sujeto de nuestra reflexión es ahora la evolucion temporal en la fisonomía de la curva, que está sometida a una transformación continua, y no ya la rígida yuxtaposición de puntos aislados”, escribió entonces el director de cine Walter Ruttmann. Hallamos en esta seccion obras de Man Ray y de László Moholy-Nagy, quienes en el año 1929, tal y como se recoge en la exposición, inaguraron la exposición Film und Foto (Cine y Fotografía), con la que recorrieron Zúrich, Berlín, Danzig, Viena, Múnich, Tokio y Osaka mostrando por primera vez el cine y la fotografía juntos, artes que entonces comenzaban a tener un mayor reconocimiento.
La radio, el automóvil y las cadenas de montaje fueron las tres revoluciones que en los años veinte transformaron la sociedad
En la sexta sección titulada Nociones sobre el cuerpo, nos confrontamos con las nuevas formas de danza, a través de los trabajos de Suzanne Perrottet y Rodolf von Laban, precursores de la danza expresionista en Alemania, y de los del Valeska Gert, Mary Wigman, Anita Berber o Gret Palucca. “Tratamos de formular una nueva estética, y aún nos faltan las bases elementales (…) El cuerpo de Palucca, ella misma, es un medio de representación de la más pura expresión de una nueva cultura de la danza”, escribió László Moholy-Nagy. “Uno de los grandes retos de la década de 2020 es cómo lograr el equilibrio entre el cuerpo, la mente y la sociedad. La danza es una metáfora válida para este anhelo –tanto en los años veinte del siglo pasado como en la actualidad–. Se suele decir que la generación de 1968 dio paso a una revolución de lo físico, que marginó los modelos tradicionales en favor de una conciencia más amplia y asertiva del cuerpo. Lo mismo podría decirse de la década de 1920”, se lee en el dossier de prensa de la exposición. Las propuestas que los artistas contemporáneos Rashid Johnson y Shirana Shahbazi, han desarrollado acerca de este tema, completan esta parte de la muestra.
El sufragio femenino, la liberación progresiva de la mujer y su incorporación al mercado laboral consolidaron las bases para el desarrollo de nuevos modelos y roles sociales
Desde Nociones sobre el cuerpo llegamos a Deseo, nombre que da título a la séptima sección de la exposición. Bailes nocturnos extáticos y cargados de sensualidad en los cafés de Montmartre o de Montparnasse (París), o en el Moka Efti (Berlín), y Josephine Baker, su libertad, su fuerza y su influencia en las mujeres y hombres de su tiempo, forman parte de esta parte de la exposición. En ella, disfrutamos de un cabaret literario, escuchamos los ritmos de la época: jazz, charlestón, las Chansons y música dodecafónica, vemos los colores de aquel tiempo y algunas de sus películas. La exposición Los locos años veinte acaba. La década de 2020 comienza. “Existen paralelismos sorprendentes entre la década de los Locos años veinte y la década en la que ya nos hallamos. La sociedad de hace un siglo vivía dominada por el trauma de una pandemia y sumida en una gran recesión económica tras la I Guerra Mundial. Al mismo tiempo, vivía un tiempo de progreso, de explosión de creatividad y de liberación”, se lee en el dossier de prensa de la exposición. En este sentido, Calisto Bieito, dramaturgo y director de ópera, responsable de la escenografía de la exposición plantea un reto y hace un llamamiento: “Aprovechemos la experiencia de los locos años veinte para confiar en la libertad creativa y no caer en los errores que sumieron al mundo en una de sus mayores catástrofes. Que nuestros años veinte del siglo XXI no se conviertan en Infinite Jest (la broma infinita)”.