¡Vaya Gente! / Mara del Prado
Victoria Federica de Marichalar sigue su imparable ascenso en el mundo influencer, tan llamativo y lucrativo como intrascendente y poco edificante. La hija de la infanta Elena asistió a la 75 edición de la Semana de la Moda de Madrid para sentarse en el front row con otras influencers como ella, jóvenes que ni estudian ni trabajan porque les basta arreglarse y subir la foto a sus redes sociales para que las marcas les paguen por vestir sus prendas o probar su maquillaje. Así de fácil y así de absurdo.
Doña Letizia también es influencer. Pero, como ella es reina, quién le va a decir que lucir este u otro vestido o complemento es una frivolidad. Para ser justos, hay diferencias. El reinado de Felipe VI arrancó con un propósito de enmienda del juancarlismo y, entre otras cosas, no permite recibir dinero o regalos que excedieran las normas de cortesía. A la mujer del monarca no la pagan por su indumentaria y, además, le ha dado por lanzar mensajes estilísticos a favor de causas justas que, de paso, redundan en su propia imagen.
Al comienzo del ataque ruso sobre Ucrania, lució una blusa bordada por mujeres del país del Este atacado por Putin. A la Semana de la Moda acudió para apoyar el sector español. Y acaba de acompañar al jefe del Estado en su reciente visita a la Palma seis meses después de la erupción del volcán luciendo un traje de chaqueta y pantalón de Bleis Madrid que completó, en apoyo del programa institucional Isla Bonita desarrollado por la Consejería de Promoción Económica del Cabildo a través de la empresa pública Sodepal, con un top con bordados de la firma Pomeline, de Ana María Rodríguez, y unos pendientes de Pisando Colores, de Cristina Hernández.
Después de tantos años viendo a la Familia Real patrocinada, con los nombres de entidades financieras y marcas de lujo adornando las prendas deportivas y las velas de las embarcaciones con las que Juan Carlos I, las infantas y el entonces príncipe disfrutaban despreocupados de las regatas mallorquinas, no está mal que la reina preste su imagen a la causa de las mujeres, de la ciencia o de los territorios que peor lo están pasando sin más contraprestación que unos cuantos puntos de popularidad.