El barco de Ciudadanos se hunde y apenas queda tripulación a bordo. Al frente sigue Inés Arrimadas, que intenta achicar agua para tratar de ahuyentar la absorción por parte del PP. A su lado están un puñado de fieles que, situados en puestos clave, arropan a su presidenta en medio de la marejada de deserciones. Al menos, mientras duren las legislaturas. La de Andalucía, la de Castilla y León, la de la ciudad de Madrid, la que capitanea Pedro Sánchez en medio de la campaña de la derecha para hacerla zozobrar. Son pocos, pero los cuadros de Ciudadanos siguen remando. Sin avistar tierra ni expectativas de hacerlo.
Ignacio Aguado anunciaba esta semana que abandona la política. Poco después lo hacía César Zafra, que dimitía de su cargo en el Comité Permanente -sigue en el Ejecutivo- de Ciudadanos. El primero era vicepresidente de la Comunidad de Madrid hasta el mes de marzo y el segundo ha sido portavoz en la Asamblea regional durante la primera mitad de una legislatura que estallaba por los aires a cientos de kilómetros, con una moción de censura negociada por PSOE y Cs en Murcia que el PP instrumentalizó con gran pericia y éxito político.
Porque no sólo ha dinamitado al partido naranja en esta comunidad. De la mano de Isabel Díaz Ayuso, que supo ver la oportunidad de convocar un adelanto electoral que venía tiempo barruntando, el partido dirigido por Inés Arrimadas desaparecía del Gobierno y hasta de la Cámara autonómica en las elecciones del 4-M y el PP se disparaba en las encuestas con su primera gran victoria hacia la reunificación del voto de la derecha.
Fran Hervías, Toni Cantó y Marta Rivera de la Cruz han puesto cara y nombre al triunfo de los populares. Los dos primeros, desertando en medio de la marejada política e institucional provocada por la moción murciana para sumarse al PP y confirmando su disconformidad con el rumbo que había tomado Cs tras las últimas prórrogas del primer estado de alarma y el principio de negociación de los Presupuestos con el PSOE. La última de ellas, mostrando mayor recato político para darse de baja tras la celebración de los comicios, primer paso para su eventual incorporación al nuevo Ejecutivo de Ayuso.
Al abordaje
Fran Hervías, senador de Cs hasta su espantada y secretario de Organización en tiempos de Albert Rivera, logró que tres diputados de la formación naranja en la Región de Murcia se desdijeran del acuerdo alcanzado con el PSOE para sacar adelante la frustrada moción de censura. Después de aquel episodio de transfuguismo, el político gironés abandonó el partido para pasar a formar parte del equipo en Génova del secretario general del PP, Teodoro García Egea.
Albert Rivera, muy crítico con su sucesora, ha reaparecido en la escena política y se esperan más movimientos
A los dos se atribuye la sangría de cargos orgánicos y políticos de Ciudadanos. Como cuatro de sus 18 diputados en las Cortes valencianas o cinco concejales de un municipio tarraconense. A los dos y hasta a los tres. Porque Albert Rivera, muy crítico con su sucesora, ha reaparecido en escena.
Lo hacía en un acto organizado en Málaga por el Diario Sur. No tanto por lo que dijo -se limitó a pedir que el Gobierno de coalición de Andalucía “haciendo las cosas bien”- como por su irrupción en política después de marcharse a presidir un despacho de abogados, ha hecho saltar las alarmas. Cuenta El Diario que en Cs dan incluso por hecho que Rivera participará en la Convención Nacional que el PP celebrará previsiblemente en otoño.
Contra viento y marea
Enfrente está Inés Arrimadas, que intenta resistir a la presión de los suyos y la del PP; Pablo Casado revelaba en abril en Antena 3 que le ofreció la portavocía en el Congreso si se integraba en la formación popular y ella, en RNE, aseguraba que “Ciudadanos no está en venta y yo no me vendo por un cargo”.
Ahora, tras un periodo de perfil bajo intentando encajar el golpe del 4-M, asegura estar dispuesta a “reflotar el proyecto” en una Convención Política que celebrarán en julio. El “espacio de centro político” que representa Ciudadanos “es más necesario que nunca”, ha defendido quien llegara a ser la dirigente más votada en las elecciones catalanas celebradas tras el 1-O.
Tras la reunión del Comité Ejecutivo del partido, su presidenta reaparecía en rueda de prensa para responder a algunas de las preguntas surgidas las últimas semanas. Así, sobre el posible cambio del nombre de la formación, dijo preferir “centrarse en el contenido” de la convención y no en “el continente”, sin descartarlo. También admitió que la dirección se plantea “reforzar” su parte “liberal” más que “centrista”. Pero no quiso pronunciarse sobre la posibilidad de converger con el PP, como le pide el vicepresidente de Castilla y León.
Los sobrecargos
Francisco Igea fue su oponente en las primarias de Ciudadanos. Entonces, ella representaba el antisanchismo de Rivera. Él, la posibilidad de hablar a derecha y a izquierda. De hecho, intentó pactar con el PSOE en Castilla y León pero Rivera lo frenó en seco.

Ahora, ella está pagando las consecuencias de intentar una política de centro y él es una de las voces partidarias de la fusión con el PP. “Toca reflexionar y escuchar a los ciudadanos”, decía en Twitter valorando el resultado del 4-M.
Sin embargo, Igea no parece que vaya a romper puentes con su formación. De hecho y tras el terremoto murciano, evitó que retumbara en el Gobierno castellanoleonés.
Lo mismo ocurrió en el andaluz, donde Juan Marín también defendió la vigencia de su pacto de Gobierno con el PP. Aunque ahora él y su colega de partido se encuentren en momentos y puntos de partida bien distintos de cara a la convención.
Igea no se ve amenazado por una eventual convocatoria de elecciones anticipadas y Marín no es partidario de una fusión con el PP que, cuenta El Independiente, acabaría con su carrera política después del pulso que mantuvo en el pasado con Hervías y la purga de dirigentes próximos al exsecretario de Organización que acometió el vicepresidente en la autonomía. Si Cs es absorbido por los populares, Génova no contaría con el número dos de Juan Manuel Moreno en la Junta y miembro del Comité Permanente del partido naranja.
Igea y Marín son para Arrimadas, de momento, una tabla de salvación política. Porque otros dirigentes territoriales como Carlos Carrizosa defienden el proyecto político de Cs, pero perdió 30 escaños en las elecciones catalanas y no juega en la misma liga.
Podría sorprender que Edmundo Bal, que se dejó los 26 diputados que logró su partido en las autonómicas de 2019, haya sido premiado con la vicesecretaría General y portavocía del Comité Ejecutivo de Ciudadanos. Pero mantuvo su acta de diputado cuando anunció su candidatura al 4-M y no deja de ser su portavoz en el Congreso, un cargo desde donde ha demostrado ser una pieza clave en el estrecho tablero político que ocupa la presidenta.
Igea defiende el acercamiento al PP, Marín recela de ello, Bal lo niega y Villacís cobra mayor peso en el peor momento para Cs
Bal descartaba la fusión con el PP después de la “especie de oferta pública” lanzada “por el señor Egea” a los cuatro diputados valencianos que abandonaron Ciudadanos y acabaron finalmente en el grupo de los no adscritos.
Lo hacía también después de que Igea defendiera un “acuerdo nacional” de PP y Cs para desalojar de La Moncloa a Pedro Sánchez, que desde el 4-M vuelve a ver cómo el principal partido de la oposición se pone en modo electoral, como hiciera después de la victoria de Pablo Casado en las primarias de la formación conservadora o tras el inicio de la pandemia.
El otro gran puntal de Arrimadas es Begoña Villacís. Como vicealcaldesa de la capital española y, ahora, como la cara visible de Cs en Madrid. Igual que Marín y Bal, forma parte del Comité Permanente conformado por la presidenta de Cs tras el funesto episodio murciano -y donde continúan Carlos Cuadrado y José María Espejo-Saavedra, considerados artífices de la fallida moción de censura, aunque sin sus antiguos cargos-. De este núcleo duro del partido también formaba parte Aguado, pero con su adiós de la política deja en manos de su ya excompañera todo el peso de la formación en un territorio clave desde el punto de vista estratégico y político.
Lo hace con todas las consecuencias. La mayoría, malas. El partido ha dejado de tener representación en la Asamblea regional, un altavoz del que la formación venía haciendo uso desde el pacto de investidura con Cristina Cifuentes en 2015, y sólo quedan dos años para rearmarse antes de la nueva cita con las urnas, esta vez sin los recursos públicos y humanos con los que hasta ahora había contado.
Con estas hipotecas heredará Villacís el partido en la comunidad. Y, tratando de poner en valor su gestión en el Ayuntamiento como aval político, intentará reflotarlo en Madrid que, como dice Díaz Ayuso, es lo mismo que decir España. Podría ser la última oportunidad para Inés Arrimadas. Siempre que ella y los suyos aguanten la presión.