Ignacio Vasallo
El esperado tercer tomo de la biografía novelada de Mussolini escrito por Antonio Scurati acaba de ser publicado en Italia. Los que estén impacientes y se manejen en italiano pueden ya empezar a disfrutar.
En los dos primeros tomos: ‘M. El hijo del siglo’ y ‘M. El hombre de la providencia’, el profesor napolitano nos narraba el acceso de Mussolini al poder desde 1919 y el ejercicio del poder dictatorial desde 1925.
Este tercer volumen cubre desde marzo de 1938 hasta el 10 de junio de 1940, cuando en el conocido discurso desde el balcón del Palacio Venecia, declara la guerra a las potencias democráticas.
Suponemos que Scurati seguirá con la energía suficiente como para deleitarnos en su día con un cuarto libro que abarque hasta el 28 de abril de 1945, día en el que el protagonista termina sus días fusilado y expuesto boca abajo en la gasolinera de Piazale Loreto en Milán, la ciudad en la que empieza su aventura.
El relato se inicia con la recepción en la estación de Roma de la delegación alemana presidida por Hitler que, de humilde seguidor del fascismo italiano, pasa a lo largo del relato a convertirse en patrón del vecino temeroso.
Todo gira alrededor de la inevitable participación italiana en la Segunda Guerra Mundial a pesar de la oposición de la mayoría del pueblo en el que predominaban las tendencias germanófobas, especialmente, tras el Anschluss, llevado a cabo poco antes. Italia y Alemania por primera vez tenían una frontera común.
Mussolini, conocedor de la falta de preparación y de equipamiento del ejército, da largas al Führer, que tampoco le presiona, a la espera de que llegue el momento en que baste con dar la puntilla a los odiados vecinos franceses: “Francia es un país destrozado por el alcohol, la sífilis y el periodismo”. Mientras tanto, se entrena en guerras menores como la invasión de Albania. Los alemanes no olvidan la traición en la Primera Guerra Mundial ampliada con la deserción de 540.000 soldados.
El Duce intenta también engañar a los ingleses prometiendo neutralidad.
El pobre Ciano, yerno y ministro de Exteriores, es simplemente contrario a la intervención.
Las cesiones a Hitler son dolorosas, como las leyes antisemitas del 39 y sus consecuencias entre algunos destacados judíos fascistas a los que Scurati presta especial atención. Entre estos destaca Margarita Sarfatti, la cristianizada cultísima veneciana, personaje fascinante que desde 1914 educó a su discípulo y amante.
Sarfatti, personaje clave en los dos tomos anteriores, es ahora una envejecida señora que busca refugio lejos de su patria. Ha sido sustituida por Clara Petacci, una pequeño burguesa romana.