Malena Alterio es, junto a José Luis Bermejo, protagonista de la obra “Los que hablan”, una pieza dirigida por Pablo Rosal, y que pretende reencontrar la experiencia del personaje originario en el escenario. Para conseguirlo, Alterio y Bermejo representan a dos personas que se sientan a hablar en una mesa y que, ante la incapacidad de decirse nada, empiezan a reproducir conversaciones que han oído de otros, cargadas en su mayoría de lugares comunes. A través de este ejercicio tratan de constatar lo fácil y a la vez lo difícil que es “hablar”. La obra se ha estrenado en Madrid, en el Teatro de la Abadía y seguirá representándose en el Teatro del Barrio, a partir de diciembre.
María Carrasco.
Os sentáis el uno frente al otro. Una mesa, dos sillas. Os miráis, no tenéis aparentemente nada que deciros, ni que hacer, pero empezáis a hablar. En un ejercicio de intentar saber, por qué hablamos, qué nos decimos, y qué hacemos. ¿Qué pasa entre estos dos actores?¿Qué hablan entre ellos, o de qué no hablan?
Realmente la obra plantea el esfuerzo para dar lugar al entendimiento. Refleja ese tratar de buscar la forma de comunicarse. Los personajes de esta obra no es que no sepan hablar, es que no saben comunicarse. No saben qué decirse, o cómo decirse, o que es lo que uno tiene que decir para enganchar al otro y establecer un diálogo. En ese debatirse va a estar transcurriendo la obra.
¿Cómo nace “Los que hablan”?
Nace hablando con Pablo Rosal que es el autor y director. Y por lo que me contaba él nace ante una imposibilidad o incapacidad suya de poder comunicarse. A él le fascina mucho la gente que habla mucho, que conversa, que comenta. Entonces yo creo que ante esa incapacidad suya, que no se le da bien, o que no fluye en este ejercicio o en estas conversaciones, empieza a preguntarse qué es eso de conversar, cómo se hace, de qué se habla normalmente. Entonces él empieza a abrir la oreja, y comienza a escribir conversaciones que escucha y las trata de analizar. Yo creo que todo eso mezclado es nuestra obra.
«La obra es un espejo de la realidad. Hay mucha palabra hueca y vacía que no dice nada”
Pablo Rosal, director de la obra, pretende mostrar al espectador seres frágiles antes de que consigan ser alguien, desposeer al ser humano de su seguridad, de lo que sabe, ¿cree que es importante en un momento tan de la imagen, tan de mostrar solo lo mejor de nosotros mismos (con las redes sociales), que una obra refleje ese “yo” más puro, esa vuelta al ser humano desnudo, inseguro, incompleto, y reivindicarlo como algo positivo que al fin y al cabo nos hace más humanos?
Yo creo que es esencial, además de lo natural. Lo otro es artificial y es falso. Uno puede poner su mejor cara pero la cara que uno tiene en una foto que sale guapo, no es la única cara que tiene. Hay muchas caras, y también mostrar el no saber, las dudas, los vacíos, el no entender, todo eso para mi es más rico, porque me identifico con eso totalmente y porque me considero ignorante en muchos aspectos. Luego además, es que no tengo problema en mostrar lo que no sé. Me da más pudor el hacer que sé algo que no sé, que decir claramente “no sé de qué me estás hablando”.

¿Qué es lo que va a ver el espectador cuando se siente a ver la obra? ¿Cómo se traduce en la práctica todo esto que estamos hablando?
Pues el público va a ver algo bastante curioso. Y es que, al principio, los primeros minutos van a ser bastante de incertidumbre, de que el espectador no entienda muy bien lo que está pasando. Pero creo que luego va a quedar bastante claro el juego que planteamos, que es tratar de comunicarnos entre nosotros. En ese intentar comunicarnos, recreamos distintas conversaciones, que están en mi cabeza y en la cabeza de Luis, para tratar de entender cómo se llega al corazón del compañero. Es un texto endiablado y juguetón, un texto complejo de aprender, pero creo que la gente se lo va a pasar bien.
¿Los personajes de esta obra son seres vacíos que están aún por construirse?
Mmmm…pues puede ser que sí. Sí, definitivamente son seres extraños que vagan por el mundo, seres un poco abstractos, que no están definidos. No son personajes al uso que digas, pues tiene este tipo de circunstancias, o algo “normal”. Sí, podría ser que aún estén por construirse, porque además no llegan a ninguna conclusión clara, yo creo que por mucho que hablaran seguirían vagando por el mundo y tratando de comunicarse sin llegar a nada claro.
El director de la obra considera también que la palabra ha perdido su integridad y su acción. ¿Comparte usted esta reflexión? ¿Cómo cree que esta obra ayuda a revalorizar y a resignificar “la palabra”, o por medio de qué recursos?
Bueno, yo creo que la obra es, en cierto modo, un espejo de la realidad. Es una confrontación con que realmente, muchas veces se habla por hablar, hay mucha palabra hueca y vacía que no dice nada, que son repeticiones de lo que se ha dicho, y un tratar de llenar vacíos incómodos donde uno ante el silencio, o la angustia de ese silencio, pues intenta llenarlo por medio de palabras que no son nada y que no salen de ningún lado. Entonces creo que es interesante esto porque te pone de espejo, para que digas “jo, pues es verdad”. Muchas veces hablamos de los demás, comentamos un viaje, pero lo que sale de ti de verdad de tu corazón en relación al compañero de conversación, no se habla tanto.
“Los personajes de esta obra no es que no sepan hablar, es que no saben comunicarse.”
¿Es una obra cómica?¿Este tema tan profundo y original se trata a través del humor?
Sí, es una comedia. Una comedia blanca, una comedia absurda. Tal vez no sea una comedia de carcajadas, pero sí es una comedia de sonrisas, donde nos vamos a reír de nosotros mismos. También la recreación de todas esas conversaciones que traen estos dos personajes son divertidas porque no dejan de ser una parodia.
¿Qué proyectos tiene de ahora en adelante?
Pues lo digo un poco con la boca chica porque realmente en la situación en la que estamos tampoco se puede decir mucho. De momento digo lo que tengo, que es esta obra en el Teatro de La Abadía hasta el 8 de noviembre, y luego en diciembre los fines de semana, hasta el 20 de diciembre, estaré en el Teatro del Barrio.
“La cultura es ahora muy necesaria, además de segura, para descansar un poco de tanta tragedia”
¿Qué cree usted, que ha trabajado en los tres ámbitos, que aporta el teatro frente al cine y la televisión?
Creo de corazón que no hay nada mejor o peor. Pero hay algo especial en el teatro que es el aquí y el ahora, el presente. Juegan muchos componentes que en el cine y la televisión se pierden, porque no deja de estar grabado. Aquí la obra se representa con el latido de mi corazón en directo, con mis aciertos y mis errores. Haciéndote vibrar conmigo o aburriéndote si no consigo llamar tu atención. Y cada uno viene con su trabajo, con sus problemas, con el día que hace, y todos nos metemos ahí, todos con gente desconocida, y pasamos un rato que es único.
¿Por qué en este momento de pandemia es más importante que nunca el teatro, la cultura?
Bueno, no sé si es más importante que nunca, pero sí que creo que es necesaria y que es segura. Entonces no le veo sentido a que no siga funcionando. Y lo que sí que nos aporta es que nos ayude a reflexionar acerca de lo que nos pasa, aunque tendría que haber un poco de distancia para hacer ese ejercicio. Estamos todavía muy metidos todos en la ola. Pero sí darle un descanso a tu cabeza y pensar en otras cosas, revisitando actores y textos, y descansar así un poco de tanta angustia