Virginia Miranda
Miguel Ángel Rodríguez no es un jefe de gabinete cualquiera. Dejó la política tras acompañar a José María Aznar en su viaje de Castilla y León a La Moncloa y regresó para convertir a otra desconocida en la figura política del momento. Quien haya estado al tanto de la vida pública estas últimas décadas es capaz de reconocer al polémico periodista en las palabras de Isabel Díaz Ayuso, azote de un Gobierno donde MAR encuentra su alter ego en Iván Redondo. Como él, tiene acceso Premium al poder e inspira admiración e inquietud a su paso. Sobre todo, en el PP.
Cuentan que Miguel Ángel Rodríguez e Iván Redondo se profesan respeto mutuo. Y eso, de alguna manera, es una forma de vanidad; no hay dos jefes de gabinete con más poder y pueden llegar a reconocerse el uno en el otro.
Sus trayectorias profesionales arrojan notables parecidos. Los dos se bregaron en la Administración autonómica y fue ahí donde despuntaron por encima de la media. A MAR, como se le conoce en política, se le atribuyó el mérito de convertir a un presidente autonómico antipático y sin carisma en un líder capaz de reunificar el centro derecha y sacar a Felipe González de La Moncloa.
A Redondo se le considera el artífice de la campaña que convirtió a Antonio Monago en ‘el barón rojo del PP’ con sus guiños a las políticas progresistas, logrando también desbancar a los socialistas de su tradicional feudo extremeño. Hoy, una oposición celosa de los logros del asesor áulico se refiere a él como el «Rasputín” de Sánchez que, de hecho, le dio tras la conformación del Gobierno de coalición poderes cuasi plenipotenciarios.
Redondo ha trabajado para populares y socialistas y Rodríguez no se ha visto fuera del PP
A partir de este punto, comienzan las diferencias. Los servicios de Iván Redondo son eminentemente profesionales y lo mismo ha trabajado para el PP –también fue fichado por el alcalde popular de Badalona, Xavier García Albiol– que para el PSOE. Miguel Ángel Rodríguez, en cambio, procede de aquel clan de Valladolid que aterrizó en Madrid a finales de los 80 con un buen puñado de jóvenes ambiciosos dispuestos a tocar la gloria política; el periodista veinteañero, como director de comunicación del PP, primero, y como jefe de gabinete del presidente del Gobierno, después. MAR era y es un popular pata negra.
Redondo y Rodríguez son capaces de hablar en la misma frecuencia, pero sus estilos son como la noche y el día. Apenas se les puede comparar gracias a la entrevista que Pablo Iglesias hizo al consultor vasco en 2016 en su programa La Tuerka, pero basta para saber que se encuentra a años luz de un colega que se crece con la polémica. Ya fuera en la sala de prensa de Moncloa en su época de portavoz, en las tertulias de televisión que tanto le divertían -empresario desde que dejó la política, no necesitaba el dinero- o ahora en su despacho de la Puerta del Sol.
De Madrid al cielo
Isabel Díaz Ayuso formalizó el papel de Rodríguez, que fichó para preparar su candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid y que siguió asesorándola durante seis meses tras la investidura, en enero de este año.
El jefe de gabinete, el segundo en tan breve periodo de tiempo, llegó con gran revuelo al Gobierno de coalición; esa afición suya por la polémica que explotó con entusiasmo en Twitter le había enemistado con Ciudadanos. A partir de ese momento, las relaciones entre Ayuso y Aguado han ido de mal en peor. Pero MAR, que desde entonces ha procurado desactivar cualquier intento del vicepresidente de asomar la cabeza, no abandonó su cómoda y desahogada vida para ocuparse de las rencillas internas de una Administración regional.

Ayuso ha convertido la Real Casa de Correos en el cuartel general de la oposición a Pedro Sánchez con Miguel Ángel Rodríguez como jefe de todos los ejércitos.
Si a principios de año confrontaban con Moncloa a propósito de la fiscalidad o la educación, el estallido del coronavirus trastocó el mensaje pero no el fondo de la estrategia: convertir la región en la avanzadilla de Pablo Casado ante un posible adelanto electoral que, sobre todo en los primeros compases de la pandemia, fue una opción acariciada desde las filas populares.
Ideas como llegar dos horas tarde a una de aquellas cumbres telemáticas de presidentes porque se había ido a recibir un avión con EPIs o acusar al Gobierno de querer asfixiar la economía de la región en respuesta a las medidas sanitarias frente a la segunda ola de Covid llevan la firma del jefe de gabinete, que ha lanzado a Ayuso tan lejos en la agenda política y mediática nacional que escapa al control del propio partido.
Que Casado dijera en mayo que la gestión madrileña «es lo que haríamos a nivel nacional» no es una realidad inmutable. Sobre todo porque el PP sí es mutable, sensible a factores como los avances o retrocesos de Vox en las encuestas o los toques de atención de los barones moderados. Más si cabe si vienen acompañados de una victoria electoral incontestable como la del gallego, callado desde hace meses pero muy elocuente en la crítica a su colega madrileña si se comparan las medidas restrictivas de una y otra Administración frente a la incidencia del coronavirus.
El inquietante efecto Ayuso
De modo que no siempre el efecto Ayuso tiene buena prensa dentro del PP. Y surgen aquí dos interpretaciones. Hay quienes piensan que, si la presidenta se pasa de frenada, va a salpicar irremediablemente a Casado porque fue él quien la designó candidata a pesar de su breve carrera política.
Hay quien opina que el ruido madrileño puede acabar dañando a Casado y otros creen que el jefe de gabinete de Ayuso, llegado el caso, puede parar los golpes
A otros les interesa que Miguel Ángel Rodríguez aparezca como el muñidor de todos y cada uno de los argumentarios desplegados por la jefa del Ejecutivo autonómico en las ruedas de prensa, las entrevistas o los plenos de la Asamblea de Madrid para que, llegado el caso, sea él quien reciba los golpes y éstos no resuenen siquiera en la planta noble de Génova, 13.
Porque, a parte de Aznar y la propia Ayuso, si acaso sus consejeros de Hacienda, Javier Fernández-Lasquetty, y Justicia, Enrique López, poco más tienen MAR y Casado en común, pertenecientes a dos generaciones y a dos momentos políticos distintos en el PP.
Las encuestas celebran la estrategia
Lo cierto es que la actitud desafiante de la Comunidad de Madrid ante el Gobierno de coalición, con las constantes referencias de la presidenta a palabras fuerza para la derecha como Barajas, Venezuela o socialcomunistas y algunas originales como aquellas de cerrar Madrid «a punta de pistola», está teniendo buenos resultados demoscópicos. Según todas las encuestas publicadas las últimas semanas, mejora en intención de voto a costa de Ciudadanos, penalizado por contemporizar con el Ejecutivo central y confrontar con sus socios de Gobierno.
El resultado de los sondeos ha venido acompañado por reportajes sobre el hombre en la sombra, el gurú de la presidenta, el mago de las encuestas. Un periodista confiando en otra periodista de profesión para dirigir la política de oposición a Pedro Sánchez desde la Comunidad de Madrid con mano de hierro.

Un jefe de gabinete que ha hecho del ruido y la confrontación una efectiva herramienta para ir arañando votos no a Vox sino a Cs; de celebrarse ahora unas elecciones, Ayuso aún tendría que contar con su incómodo socio de Gobierno, pero a Miguel Ángel Rodríguez le quedarían dos años y medio para volver a obrar un milagro en política.
Mientras, en la sede nacional del PP, el inesperado discurso de Pablo Casado en la moción de censura de Vox contra el presidente del Gobierno rompe con la estrategia de crispación de Santiago Abascal y plantea dudas sobre los próximos pasos de Ayuso y, con ella, de su jefe de gabinete.
A pesar que el partido de ultraderecha subía en una encuesta de Metroscopia en vísperas del debate y una mayoría de votantes del PP se mostraba partidaria de que los populares se abstuvieran o votaran a favor de la moción, el líder de la oposición pronunció las palabras de rechazo más nítidas hasta la fecha del ideario de una formación que, ya ha empezado en Andalucía, va a hacérselo pagar en aquellas comunidades en las que gobiernan gracias a sus votos.
Comunidades como Madrid, donde está por ver el eco del discurso de Casado penalizado ya por parte de la derecha mediática. En el partido regional de Vox y en el despacho por donde pasan las decisiones más importantes del Gobierno de Ayuso. El despacho de Miguel Ángel Rodríguez.