
El Acento/ Inmaculada Sánchez.
El Gobierno ha dado luz verde esta semana a una medida que muchos jóvenes llevan esperando como agua de mayo desde que la anunciara el presidente Sánchez hace ya más de tres meses, el llamado ‘bono joven para el alquiler’. Se trata de una ayuda directa, una subvención temporal, durante dos años, para apoyar la emancipación del hogar familiar de jóvenes entre 18 y 35 años, una decisión que vienen retrasando, muy a su pesar, debido al cruel retroceso en sus posiblidades económicas desde la crisis de 2012 sumado al perseverante ascenso en los precios del alquiler de viviendas. No hablemos ya de compra, sólo a la vista de unos cuantos privilegiados.
La cifra mágica es 250 euros al mes por joven que gane menos de 24.000 al año, gasto público para el que los Presupuestos del Estado han destinado 200 millones. Según el Consejo de la Juventud, la ayuda llegará a unas 50.000 personas, es decir, apenas un 1,7 por ciento de los emancipados en ese rango de edad y con un sueldo por debajo del señalado. No es, pues, para tirar cohetes el número de nuevos hogares que tan loable medida permitirá crear, aunque nuestro voluntarista Gobierno suba la cifra a 70.000. Salvo, claro está, para los afortunados que lo consigan antes de que se acabe el dinero. Aunque el problema no se queda en lo exiguo de la partida presupuestaria.

El salario medio de los jóvenes españoles ya es superado por lo que cobran los nuevos jubilados. El bono para el alquiler es un ridículo paliativo para la dimensión del problema
El fondo de la cuestión, además del descontrol de los precios y la falta de viviendas sociales destinadas al alquler, cuyo parque total en España es de unas 290.000, que dan cobertura al 1,6% de los hogares frente al 9,3% de media de la UE, es la actual situación laboral de nuestros jóvenes y sus expectativas de cara a la realización de un proyecto vital independiente.
La tasa de paro juvenil en España llega al 29,2 por ciento y si se circunscribe a los menores de 25, desde los 16 en que se permite trabajar, el porcentaje sube hasta el 40. De los que tienen la fortuna de tener trabajo, casi el 90 por ciento es mediante un contrato temporal. Y aun hablando de los que cuentan con empleo, a tiempo completo y durante todo el año, la solvencia económica que consiguen dista mucho de la que pueda permitir emanciparse. Según los datos del citado Consejo de la Juventud, el salario medio de los menores de 30 años ha caído un 5 por ciento desde 2011 pasando de 1025 euros al mes, en doce pagas al año, a 973. No llegan ni a mileuristas.
La dramática realidad de la devaluación salarial por la que el gobierno de Rajoy optó para salir de la crisis fnanciera de hace una década ha llevado a que las pensiones medias de las nuevas jubilaciones desde 2011 hayan ido superando al salario medio de los jóvenes a partir de ese año, un hecho insólito en los académicos ciclos económicos, salvo situaciones de guerra. Bonos como el del alquiler, o el cultural que anuncia el ministro Iceta, son mínimos paliativos que no se acercan, siquiera, a reducir los síntomas de una enfermedad social de largo y peligroso recorrido para nuestro país. Sin jóvenes con trabajo ni salarios dignos no llegarán los nuevos hogares, ni la natalidad por la que claman las administraciones, ni las cotizaciones que sostendrán el Estado del Bienestar ni las futuras pensiones. Menos bonos, pues, y más salario.
Periodista y directora de ‘El Siglo’ desde 2011, revista que contribuye a fundar, en 1991, formando parte de su primer equipo como jefa de la sección de Nacional. Anteriormente trabajó en las revistas ‘Cambio 16’ y ‘El Nuevo Lunes’ y en la Cadena Ser. Actualmente también participa asiduamente en diferentes tertulias políticas de TVE y de Telemadrid.