Paloma Peteira
Miguel Rellán presenta ‘Contarlo para no olvidar’, una adaptación del libro de la Revista 5W, en el que dos periodistas y corresponsales de guerra, Maruja Torres y Mónica García Prieto, mantuvieron una conversación en un hotel de Tailandia hace cuatro años. Las actrices Amparo Pamplona e Isabel Serrano recrean la charla de ambas reporteras acerca de muchos asuntos de su trabajo, de la guerra, de su horror, sinrazón y contradicciones, de la información y la desinformación, explica Rellán a ‘El Siglo’. La obra, creada y dirigida por el conocido actor, se representa en el Teatro del Barrio de Madrid hasta el 24 de octubre.
¿Qué reivindica ‘Contarlo para no olvidar’?
¿Quién decide lo que se publica? ¿Es verdad que hay que dar al público lo que él quiere? ¿Es verdad que, de pronto, no se publica algo porque como le decían a Mónica con determinados temas: “Eso no vende Mónica”? ¿Es verdad que ahora la gente solamente lee los titulares o cree que está informada por Twitter?
Son dos mujeres, corresponsales de guerra, en un territorio que siempre ha sido de hombres. Como cuando viene el redactor jefe y le dice al reportero, con una frase que utilizamos los hombres machotes: “¡Qué huevos tienes Pepe!, ¡joder qué valiente!, ¡qué trabajo tan estupendo!”. Y luego volverse a Mónica y decirle: “¡Estás morenita eh, te ha dado el sol!”. Hace preguntas y deja respuestas al hipotético espectador. Creo que es una de las labores que debe hacer el teatro.
«Tenemos que espabilarnos, exigir más y votar mejor»
Reivindica que tenemos que espabilarnos, exigir más y votar mejor. Ya no me meto con los políticos porque los elegimos nosotros. Como decía Julio Anguita: “Si volvemos a elegir a los corruptos y a los ladrones, pues alguna responsabilidad tienes”. Vamos a dejarnos de tanto fútbol y de banalidades. Atendamos a lo importante porque, mientras tanto, hacen lo quieren.
¿Cómo ha sido el proceso desde que, en un trayecto de metro, le llama la atención la publicación de esa conversación hasta su estreno en los teatros?
Complicado. Efectivamente siempre voy leyendo en el metro. Llevo libros pequeños que me caben en los vaqueros. Cuando terminé de leerlo me impactó y empecé a pensar qué hacer con esto para sacarlo un poco del ámbito de una editorial, por otra parte estupenda, pero minoritaria, que era 5W. Estuve pensando en hacer un documental, pero… y ¿hacerlo teatro? Era una locura porque son dos mujeres hablando. Para que haya teatro tiene que haber un protagonista y un antagonista, un conflicto. Aquí no hay conflicto, el conflicto está fuera. Hablan de cosas en las que, en general, están de acuerdo.
Lo que hice fue no encerrarme, porque como siempre estoy haciendo otras cosas: una película, teatro… Si a la editorial le ha interesado como para publicarlo y a mí me ha impactado, debe haber otros seres humanos a los que también les interese. ¿Por qué no? Me dediqué a hacer una adaptación de ese libro de seis o siete horas para reducirlo a una hora y cuarto. Me costó sangre porque todo el libro es carne maravillosa. Se me ocurre llevarlo al Teatro Español porque me parecía el mejor altavoz. Entonces lo dirigía Carme Portaceli, que me dijo: “Esto hay que hacerlo”. Lo produjo primero el Español, que ahora generosamente ha cedido la producción Teatro del Barrio. Por otra parte, no ha sido duro montarlo porque es una sencillez hecha teatro: una mesa, unas sillas, una jarra con vasos, dos señoras que entran, hablan y se van. La mayor parte de las veces, la gente termina de pie diciendo: “¡Bravo!”. Es tan emocionante, impactante…

¿Por qué cree que, en la actualidad, no se le da al periodismo de guerra el lugar que merece?
Terminan diciendo: “¿Tú crees que lo que hacemos sirve para algo?”. Yo se lo he preguntado y Maruja, con lo malhablada que es, dice: “Pues hombre, no sé. Si, alguna vez, lo que he publicado ha servido para que a algún hijo de puta se le vean las vergüenzas… pero no creo que sirva de nada”. Y Mónica termina diciendo: “Pues yo creo que tampoco, pero ¿sabes una cosa? Que si no lo hiciéramos sería peor”. No cambia las cosas. Hoy se cumplen tres años desde que el príncipe heredero de uno de los países más ricos del mundo mandó matar y descuartizar a un periodista en la embajada de Estambul, Yamal Jashogyi. Lo sabemos todos y ¿qué ha pasado? Nada.
¿Piensa que los políticos actuales deberían hablar de los temas que trata la obra tan abiertamente como las dos protagonistas?
Los políticos están ahí para eso. Se supone que los hemos puesto para que no tengamos que preocuparnos de las cosas primordiales, no para que se peleen entre ellos. Y, evidentemente, no parece que estén muy dedicados a eso. Intento ser optimista, pero es muy difícil. El mundo es capitalista y manda el dinero. Aquí entran en primera clase delincuentes del mundo árabe y les abrimos las tiendas en Marbella. Pero vienen en pateras y no sabemos ni los que mueren. ¿Por qué no nos metemos con ese dictador que hay en Guinea? ¿Por qué hace el mundo la vista gorda? Porque manda el dinero.
«Entenderé que es un gobierno de izquierdas en cuanto esté solucionado el problema de la vivienda social»
Soy de izquierdas y serlo es muy sencillo: creer en que ningún ser humano está obligado a la fuerza por otro por algo que no quiere y en una educación y sanidad espléndida. Creo que los gobiernos que tenemos son de centro derecha. Entenderé que es un gobierno de izquierdas en cuanto esté solucionado el problema de la vivienda social. El segundo artículo de la Constitución empieza diciendo: “Todo español tiene derecho a una vivienda digna”. No hablen de la Constitución, cúmplanlo.
Conozco gente que tiene una Sicav (sociedad de inversión de capital variable) con más de cien millones y paga un 1%. A mí me crujen. Estoy dispuesto a pagarlos. Ayuso dice que nos va a pagar los impuestos a los madrileños. Y la gente encantada, diciendo: “No quiero que me los bajen, no quiero que privaticen el metro. Quiero pagar impuestos”. Que no se lo gasten como Esperanza Aguirre en la Ciudad de la Justicia. Que podamos ir a cualquier Ministerio, querer ver las cuentas y que no nos echen.
¿Se parece el periodismo del que ellas hablan al que tenemos hoy en día?
Del que ellas hablan es el de hoy en día. Maruja está retirada y Mónica García Prieto porque ha tenido una lesión en una pierna. Pero sino, a pesar de que los hijos no quieren, estaría en Kabul. Lo que ha desaparecido es el corresponsal de guerra porque no vende. Ahora todo el mundo es periodista. Al final la culpa de todo es del ciudadano, en todos los aspectos. Si los que quieren ser protagonistas en las series son señores que tienen doce millones de seguidores en Instagram, en vez de actores… la culpa la tendrá usted que no distingue entre una buena y una mala interpretación. A la gente le da igual porque tampoco distingue.
¿Cómo tratan esas dos mujeres el vivir en un mundo rodeadas de hombres, en el que es difícil avanzar profesionalmente?
Se preguntan qué porvenir le espera a la mujer periodista y le dice la una a la otra: “Pues lo de siempre, luchar, luchar, luchar y aprender artes marciales”. A Mónica Prieto le sobrecoge una frase de una periodista libanesa: “Los hombres hacen la guerra y nosotros damos la vida a los hombres que hacen la guerra, a los que nos matan, somos las madres de los que nos matan”. Terrorífico.
Al final, solamente queda una solución: la educación. Hace años estuve investigando en el CIS acerca de las preocupaciones de los españoles en los últimos diez o quince años. Figura el paro, el terrorismo o el fútbol, pero la educación nunca. Puesto que a los papás no les preocupa… a los políticos ¿por qué les va a preocupar? Les pregunto a amigos que tienen hijos: “Oye, ¿qué tal de historia tu hijo? ¿Qué tal de literatura?” y me dicen: “Ya estás Miguel con tus cosas, yo lo que quiero es que apruebe, que pase, que haga un máster”. Han quitado las humanidades y discuto con jóvenes que me dicen que es que eso es un rollo y que no sirve de nada. ¿Cómo que no sirve de nada? La filosofía habla del arte de vivir, de la libertad, del respeto, de los demás, de la vida, la muerte, los valores…
¿Ha encontrado respuesta a algunas de las preguntas que se hizo cuando leyó por primera vez aquella conversación en el metro?
No. Al final, llegué a la conclusión de que lo fundamental es la educación. Crear, desde el principio, a individuos con criterio, que comprendan que vivimos en sociedad, que los importantes son los demás. Aunque a alguien ateo le suene a lema franciscano. Ya está bien de que lo importante sea el poder y la codicia. Estamos rodeados de gente idiota. ¿Hay alguien más imbécil que Urdangarín? Yerno del rey y joderse la vida de semejante manera. Hace falta ser imbécil. Miguel Blesa, Mario Conde… Todos con no sé cuantos millones y en la cárcel. Capitalismo y codicia. Darnos cuenta de que eso no es lo importante.
¿Qué tiene de especial para usted el teatro, que no tenga el cine u otras plataformas a las que usted ha estado ligado?
«El cine y la televisión son mentira. El teatro es verdad»
Fundamental. El cine y la televisión son mentira. El teatro es verdad. El ‘Titanic’ se hunde y sabes que es mentira que se ha hundido. Yo juego a ser un personaje y el público se lo cree. Hace relativamente poco vi a una niña pequeña jugando sola a las mamás. En mi vida he visto una interpretación igual. Con los muñecos, les regañaba, pero es que era la mamá y tiene tres años. Jugaba de verdad. Con un ser humano llorando a cinco metros de verdad, por ejemplo, no hay cine que aguante, ni ‘La guerra de las galaxias’.
¿Opina que la gente está más animada a ir al teatro ahora que la situación con el Covid está más relajada?
Nunca ha dejado de estar animada para ir al teatro. Menos en el parón en el que estuvieron cerrados los teatros. Estoy haciendo ‘Los asquerosos’ en Zamora con Secun de la Rosa. Los teatros han estado con una capacidad menor, a un 60%, pero llenos. Teniendo en cuenta que hemos estado en auditorios de novecientas o mil localidades, si había seiscientas personas, no es ninguna tontería. Agotadas siempre. El teatro es el arte del futuro.
Usted es más conocido para el público como actor. ¿Va a seguir dirigiendo?
Supongo que seguiré dirigiendo. Ya he dirigido un par de cosas más, cosas pequeñas porque doy talleres a la gente joven de interpretación. Llevo toda mi vida ocupado y preocupado en esto de la interpretación.
Si surge sí, pero no tengo una intención de decir: “Quiero ser director”. Me ofrecen cosas. Algunas me interesan, otras no y otras no puedo porque afortunadamente siempre estoy trabajando como actor, o en teatro, o en cine, o en televisión, o todo junto.
¿Qué le aporta más, actuar o dirigir?
Las dos, no lo vamos a echar a pelear. Son cosas distintas. En todas partes aprendo continuamente porque es de lo que se trata. Charles Chaplin decía que: “En esta vida solo da tiempo a ser amateur”. Como decimos nosotros, la mejor representación es la siguiente. Por eso se vuelve a tocar la quinta de Beethoven, a hacer Ricardo III. Y se vuelve a leer El Quijote porque nunca terminas de decir lo que tienes dentro.
¿Qué próximos proyectos tiene por delante?
Proyectos que estén en el aire, muchos. No es que sea supersticioso, sino que están sin firmar. Pero lo más inminente que tengo es la gira de ‘Los asquerosos’ hasta marzo del año que viene. No creo que se tuerza, pero he hecho la primera temporada de una serie para Movistar, mano a mano con Antonio Resines, que se llama ‘Sentimos las molestias’. Parece que dentro de un mes empezamos la segunda temporada porque no ha quedado mal, con Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero. Llevo muchísimos años y me da vergüenza, pero sin saber lo que es el paro.