Javier Quintana
La exclusión de Irene Montero de las listas de Sumar abre un nuevo capítulo en la historia de la izquierda española. La última cabeza visible de Podemos, proyecto político engendrado del movimiento del 15M, desaparecería del mapa de confirmarse su ausencia del hemiciclo la próxima legislatura. Sumar apuesta por la transversalidad como nuevo rumbo mientras los morados tildan de `izquierda cuqui´ a algunos integrantes de la plataforma.
Finalmente, a escasas dos horas de que se cerrase el plazo, Sumar registró su candidatura ante la Junta Electoral en forma de una coalición en la que Podemos aparece como partido integrante. Se puso así fin a meses de arduas negociaciones que se han saldado con dos grandes damnificados. En primer lugar, la exclusión de las listas del portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, ha supuesto un varapalo para uno de los miembros históricos del partido morado. El portavoz no ha tenido reparo en señalar a un “veto indirecto” implícito en la mesa de negociación como causa de su salida. En ese comunicado Echenique ha querido dejar claro que el equipo negociador de Sumar especificó desde el primer días que no quería que los morados encabezaran las listas en Zaragoza, lugar que presumiblemente habría ocupado él mismo. Su ausencia, según explica, habría sido impuesta “externamente”.
En su intervención Echenique también se ha referido al veto que lleva días monopolizando la actualidad política, y que no es otro que el de Irene Montero. Echenique ha colocado a la ministra de Igualdad “que más avances feministas ha conseguido en la historia de la democracia” como ejemplo de esos “vetos explícitos” que Sumar habría incorporado al pacto.

Y es que el anuncio de Ione Belarra del pasado viernes, en el que anunciaba del pacto alcanzado por los morados con la formación liderada por Yolanda Díaz para concurrir juntos a los comicios del mes próximo, supuso entregar en bandeja de plata la cabeza de la titular del ministerio feminista. Tanto la vicepresidenta segunda como Pedro Sánchez parecen tener claro desde hace meses que `cortar´ a Montero era primordial para el futuro del gobierno de coalición. El presidente, no obstante, no ha querido en ningún momento forzar su dimisión. No habría sido, sin duda, un movimiento beneficioso para las conversaciones que Díaz lleva meses sosteniendo con la formación morada para sellar un acuerdo de coalición. Aún así, el distanciamiento con la ministra ha sido más que evidente desde que comenzaron las primeras excarcelaciones derivadas de la ley del `sólo sí es sí´. El presidente y la ministra de Trabajo fueron tímidos entonces a la hora de defender la labor de Montero al frente del ministerio, generando un clima de tensión que se escenificó el pasado mes de abril en el Congreso, cuando la ministra acudió al debate sobre la reforma de su ley en la más absoluta soledad. En el caso de Díaz, la vicepresidenta segunda se ha mantenido al margen estos últimos meses de las críticas que la titular de Igualdad no ha cesado de arrojar contra los jueces por estas rebajas de condenas que el Tribunal Supremo ha avalado recientemente. Por otro lado, la postura `inamovible´ de la ministra ante este incesante goteo de rebajas no sentó bien a la cúpula socialista, que no dejó en ningún momento de defender las decisiones de la Justicia y que echó de menos algo de autocrítica en Montero.
La campaña mediática de la derecha, los problemas con el `sólo sí es sí´ y los nefastos resultados de los morados el 28M han facilitado la negociación para Díaz
Ha sido, sin duda, junto a la polémica de la Ley Trans una de las grandes crisis políticas que el Gobierno ha tenido que solventar esta legislatura y que fracturó por completo la convivencia entre PSOE y Podemos, especialmente con la vieja guardia socialista, encarnada en el feminismo clásico de Carmen Calvo. La pugna por la bandera feminista ha dado dolores de cabeza en Moncloa. Montero llegó a decir de sus socios de gobierno, a raíz de la reforma de su ley de violencia sexual, que los socialistas defienden “el Código Penal de la Manada”. Las opiniones conservadoras de Calvo en materia de género tampoco han dejado indiferente a nadie. La tensión llegó a un punto en que en los últimos tiempos han sido habituales los intentos de sabotaje a diferentes actos organizados por Igualdad por parte de feministas contrarias a las políticas articuladas por Montero.
Más allá de estos últimos acontecimientos, la oposición y los medios de comunicación atribuyeron a Montero, casi inmediatamente después de la salida de Pablo Iglesias, ese papel de `incendiaria´ en el que siempre se ha encasillado a Podemos dentro del Gobierno y que desde ese momento la ministra de Igualdad empezó a simbolizar. Esta campaña mediática, sumada al gran batacazo morado en las autonómicas, ha facilitado la inclusión de esta condición respecto a la ministra por parte de Sumar al acuerdo.
Para Díaz la salida de Montero no sólo supone acabar con el gran núcleo de tensiones en el gobierno de coalición, sino cerrar definitivamente un ciclo político que se inició en 2011 y que parece que tocará a su fin este mismo verano.
El 15M expira
El enfado evidente de Ione Belarra en su comparecencia, donde apuntó que la aceptación del acuerdo ha llegado “bajo la amenaza” de que su partido quedarse fuera “tal y como ya ocurrió en Andalucía”, no parece ni mucho menos la mejor forma de comenzar esta nueva etapa. Si bien el acuerdo es positivo para los intereses de la izquierda, solventar esta crispación en las próximas semanas será fundamental de cara a las elecciones.

No obstante, el malestar en Podemos se entiende si atendemos al valor simbólico que tiene la salida de Montero, que no sería otro que el de la desaparición del núcleo duro morado, nacido del 15M, del panorama político nacional.
No ha pasado ni una década desde que Pablo Iglesias presentó a la ciudadanía la nueva formación en el barrio madrileño de Lavapiés. La constitución del partido amenazó desde un primer momento el bipartidismo asentado en España. Su denuncia de la `casta´ política y de los poderes económicos, mediáticos y judiciales caló hondo en el electorado de izquierdas y les proporcionó hasta 69 escaños en las elecciones de 2015. A nivel regional, la formación morada se hizo con importantes ayuntamientos, como Madrid, Barcelona, Cádiz o Santiago. Sin embargo, en 2016 la cúpula morada empieza a resquebrajarse. Íñigo Errejón empieza a marcar distancias con Iglesias, lo que termina derivando en la creación de Más Madrid en 2019. El retroceso empezó a hacerse evidente, y los 35 diputados obtenidos en los comicios generales de 2019 dieron fe de ello. El partido no ha conseguido tampoco, ni mucho menos, sacar rédito de sus años en el Ejecutivo.
El acuerdo con Sumar podría aupar a los morados hasta los ocho escaños. Sin embargo, la no inclusión de Montero en las listas deja a la formación sin esa figura de líder clave para su futuro. Ione Belarra parece carecer del carisma necesario para reconducir la situación de un proyecto en claro declive. Las consecuencias, no obstante, son positivas para un Presidente del Gobierno que se ahorra el principal foco de conflicto con los barones de su partido y con parte de la militancia, y para Yolanda Díaz, que se erige como la nueva líder de este espacio político a la izquierda del PSOE.
La ministra de Igualdad (psicóloga, activista de la PAH y miembro de la formación morada desde su creación) es el último símbolo de ese espíritu fundacional de Podemos. De ahí que los morados, ya sea desde la cúpula del partido o desde ese altavoz mediático que proporciona Pablo Iglesias, hayan dejado clara su intención y necesidad de pelear por ese escaño para la actual ministra. Pese a que desde Sumar lo consideran un tema zanjado, en Podemos no parecen conformarse. Iglesias ha sido una de las voces más tajantes al respecto, apuntado que si Díaz no rectifica respecto al veto “le pesará”. Además, ha opinado estos días que el movimiento, a nivel político, “es un error y puede hacer daño a un espacio político que es imprescindible para que PP y Vox no puedan formar gobierno”.
El perfil transversal de Díaz, nuevo rumbo en la izquierda
Acabar con la crispación que ha imperado entre diversos actores políticos de la izquierda parece uno de los principales objetivos con los que se ideó Sumar. Al carácter complicado de Iglesias y su núcleo duro se contrapone una Yolanda Díaz que, si bien admite de buena gana la pluralidad y el debate, no pierde nunca las formas. Pese a las prisas con las que se ha conformado la coalición tras el inesperado anuncio electoral de Sánchez, parece que los hasta quince partidos adheridos a la plataforma ven en Díaz un perfil adecuado para una buena convivencia. En definitiva, una figura bien considerada tanto por las fuerzas de izquierda como por el propio PSOE, que ve en la vicepresidenta segunda una línea menos `radical´ que la morada.
Esta `moderación´ no gusta tanto en Podemos. De hecho, ya en la campaña del 28M su secretaria general, Ione Belarra, tildó de “izquierda cuqui” a la candidatura madrileña de Más Madrid.
Por otro lado, tras hacer caso omiso al ruego de Podemos respecto a Montero, Díaz lanza su campaña y perfila su candidatura. Tras su alegato feminista de hace unas semanas, cuando declaró estar harta “de ser `de´ hombres” y defendió tener “perfil propio, vida propia y proyecto propio”, Díaz ha entrado estos últimos días a competir con el PSOE en materia económica. Los buenos datos del país en los últimos años siguen siendo una de las principales bazas electorales del PSOE, pese a ese giro discursivo de Sánchez que pone a la `derecha extremista´ en el punto de mira. No obstante, las declaraciones de la ministra económica, Nadia Calviño, al ser cuestionada sobre la formación de la ministra de Trabajo ha empujado a Díaz a meterse de lleno en esa pugna económica. Calviño indicó en su declaración que “no conoce” el programa electoral de la vicepresidenta segunda, pero que votar el próximo 23J al PSOE era “votar por una política económica que funciona” y en la que el socio minoritario en el Ejecutivo “no ha tenido influencia”. Sólo unos minutos después, Díaz se lanzaba al ataque. “Estos días estamos viendo cómo el PSOE y el PP se están tirando los trastos a la cabeza por ‘la economía’: Aquí no se trata de Nadia o nadie, sino de cómo vamos a controlar la inflación, cómo vamos a hacer que la vida sea un poco más fácil, cómo vamos a solucionar los problemas de la ciudadanía”, explicó la ministra.
Asimismo, indicó que “por primera vez en cuarenta años” es el empleo quien tira de la economía, “y no al revés”, defendiendo así el papel de su departamento esta última legislatura. Además esta misma semana ha presentado los principales ejes de su programa económico, entre los que destacan un impuesto permanente a las grandes fortunas que sucedería al aprobado por el Gobierno para este año, un incremento de la aportación de las grandes empresas en el Impuesto sobre Sociedades y subidas del IRPF “para aumentar la progresividad”.