
Juantxo López de Uralde
Esta semana, en concreto, el pasado martes 26 de abril, se cumplían 36 años del trágico accidente de la central nuclear de Chernóbil. Las alarmas saltaron en el norte de Europa en los últimos días de abril de 1986, cuando se detectaron índices anormalmente altos de radiactividad. La Unión Soviética no había informado de que el 26 de abril el reactor número 4 de la central nuclear de Chernóbil, en Ucrania, había saltado por los aires. Solamente cuando era imposible mantenerlo en secreto, el gobierno de la URSS tuvo que reconocer que había sufrido un grave accidente nuclear. El más grave que se había registrado hasta entonces, aunque no el primero. La memoria de Chernóbil se mantiene viva 36 años después, porque simboliza la cara más negra de la energía nuclear, la del accidente más grave posible.
La energía nuclear es una apuesta peligrosa, y el alargamiento de la vida útil de las centrales supone someter a las personas y al medio ambiente a un riesgo inaceptable
Fue en esta tristemente señalada fecha cuando Ciudadanos llevó al pleno del Congreso de los Diputados una iniciativa parlamentaria para reprobar las palabras del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en las que recordaba que la energía nuclear ni es segura, ni es barata.
Las tres derechas –PP, Vox y Ciudadanos– nos regalaron una nueva foto de Colón, en este caso con su defensa de las nucleares.
Minimizar los riesgos y los impactos de un accidente nuclear, como algunos pretenden defendiendo la energía nuclear como una energía segura, es muy irresponsable. El accidente de Chernóbil, por seguir con la efeméride, tuvo efectos devastadores. La nube radiactiva se extendió por toda Europa. En un primer momento tuvieron que ser evacuadas más de 120.000 personas de la zona afectada, pero todavía hoy la zona de exclusión de 30 kilómetros continúa deshabitada. En el momento de la explosión se produjeron 31 víctimas mortales, y esta es la cifra ‘oficial’ de muertos. Pero la cifra real es mucho mayor, ya que en la limpieza participaron entre 600.000 y 800.000 ‘liquidadores’, muchos de los cuales murieron sin ningún reconocimiento como víctimas. La energía nuclear es una apuesta peligrosa, y el alargamiento de la vida útil de las centrales supone someter a las personas y al medio ambiente a un riesgo inaceptable.
Además, y en contra de lo que alegan sus defensores, la energía nuclear no es limpia. Las nucleares producen residuos radiactivos con una larga vida y cuya gestión, hasta ahora fundamentalmente almacenamiento, sigue siendo un problema sin resolver
Reclaman desde las derechas que la energía nuclear es necesaria para hacer frente a la crisis energética, alegando que es la mejor solución porque “no emite CO2”. Es curioso que sea este el argumento utilizado por ejemplo por un partido como Vox, que niega el cambio climático.
Y también es curioso que sean los supuestos ‘liberales’ quienes planteen una iniciativa de estas características, ya que la energía nuclear no puede desarrollarse sin la intervención del Estado. Tanto para la construcción de nuevas centrales, como posteriormente para la gestión del desmantelamiento y los residuos radiactivos, es el Estado quien se hace cargo.
Precisamente el país más nuclearizado –Francia–, y que toman como referencia las derechas en esta materia, cuenta con una empresa pública (EDF) para la construcción y la gestión de sus plantas. En nuestro país, la construcción de plantas energéticas está liberalizada desde 1997. Si no se construyen nuevas plantas, ¿no será que a las empresas del oligopolio eléctrico no les salen rentables? Sin Estado, sin dinero público, no existirían ni, por supuesto, pueden existir nuevas centrales nucleares.
Pero es que los costes de nuevas centrales nucleares son desmesuradamente altos. En el caso de Francia, el presupuesto de la última central construida, Flamanville 3, se ha disparado de los 3.000 M€ iniciales hasta los 19.000 M€. Y su entrada en funcionamiento se ha retardado más de diez años. En este momento, con el coste de las últimas centrales construidas, el MwH saldría a un precio cuatro veces superior al de fotovoltaica.
Por mucho que insistan, la energía nuclear no es ni limpia, ni segura, ni barata. Y, por supuesto, no es ni será verde. España cuenta con abundante energía renovable. Tenemos mucho sol y mucho viento, así que no tiene sentido que estemos sometidos al riesgo nuclear, ni a la quema de combustibles fósiles. Debemos dejar de mirar al pasado, y acelerar y profundizar la transición energética hacia un modelo basado al 100% en las energías renovables. Ése, y no otro, debe ser todo el esfuerzo en España para abordar las consecuencias de la crisis energética, pero también, para luchar contra el cambio climático.
Juantxo López de Uralde (Donosti, 1963), diputado de Unidas Podemos, ha dedicado toda su vida a la defensa de la Naturaleza y al activismo ecologista. Ha navegado en los barcos de Greenpeace (organización de la que fue director entre 2001 y 2010) y ha participado en sus campañas más conocidas. En 2010 fundó el partido político EQUO, del que fue su coportavoz. En las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, salió elegido diputado por la provincia de Araba. Tras la repetición electoral del 26 de junio de 2016, y nuevamente tras las elecciones del 28 de abril de 2019 y en las del 10 de noviembre, sigue desempeñando su trabajo desde el Congreso, como diputado en el Grupo Parlamentario Unidas Podemos.