
El Acento/ Inmaculada Sánchez
Vivo en Móstoles desde hace décadas. Mi hijo ha nacido y crecido en sus barrios y considero que ser urbanita de la periferia no sólo no rebaja mi categoría social, como a determinados crispadores de la convivencia les gusta señalar, sino que la enriquece, con todas sus ventajas e inconvenientes, como casi todo en esta vida cada vez más compleja e incierta. Ahora no tenemos alcalde, como aquel dos de mayo de 1808 cuando el edicto de Andrés Torrejón animó a la sublevación contra los franceses, sino una alcaldesa, además socialista. Pero de lo que estoy segura es de que ni ella ni los más de 200.000 habitantes del municipio nos van a salvar de lo que Vox y su líder, Santiago Abascal, pretenden librarnos sin habernos pedido opinión alguna.
El dirigente ultraderechista se permitió tomar en vano el nombre de mi localidad en una de sus diatribas como candidato a la presidencia del Gobierno en la moción de censura presentada esta semana en el Congreso de los Diputados. «No nos salvará Bruselas, antes nos salvará Móstoles, otra vez», afirmó solemne y rotundo.

«No nos salvará Bruselas, antes nos salvará Móstoles, otra vez», clamó Abascal durante la moción de censura. Pero los millones que necesita España para salir de la crisis de la pandemia no vendrán de ningun patriotismo barato ni de bandera alguna más que de la azul de la Unión
¿De qué? ¿Acaso este municipio, por muy poblado y madrileño que sea, dispone de los millonarios fondos con los que la Unión Europea pretende paliar la debacle económica que la pandemia está produciendo en los países más castigados por ella como el nuestro? ¿O quizá dispone, en alguno de sus inmuebles, de un oculto laboratorio donde, a espaldas de la comunidad científica, se ultima la eficaz vacuna por la que el mundo clama?. La evidencia es palmaria.
De lo que, supuestamente, dispone Móstoles, según el relato de Santiago Abascal quien, obviamente, hace mucho que no pisa sus calles ni ninguna del área metropolitana madrileña, es del patriotismo del que hizo gala su histórico e ilustre alcalde, icónico detonante del levantamiento contra la invasión francesa. La falta de vacuna, de rastreadores contra el contagio, de médicos, de recursos hospitalarios, de enfermeros de atención primaria, de dinero para pagar el paro a los empleados de empresas obligadas a cerrar, de recursos para sostener a autónomos y pymes deben ser problemas secundarios para el líder de Vox si disponemos de la soñada dosis de orgullo patrio que nos librará de todos los males. Acabáramos.
El crecimiento electoral de Vox en los últimos años ha tenido a parte de los sectores sociales más castigados por la última crisis económica entre sus fuentes alimenticias. Puede que Móstoles, como también Badalona, donde el discurso clasista y xenófobo de Xavier García Albiol volvió a imponerse en las últimas elecciones municipales, no sean inmunes a los mensajes de la ultraderecha populista de bandera rojigualda.
Pero creo que el espectáculo publicitario que Abascal buscaba con su moción de censura de esta semana no le ha salido tal como pretendía. Su facilón discurso mitinero flojea en la tribuna de oradores y apenas fue capaz de responder al agresivo ‘no’ con el que Casado le sorprendió más que reconociendo su «perplejidad» de novio despechado con un «no me lo esperaba». A las pocas horas frenaba la negociación de los Presupuestos andaluces con el gobierno de Moreno Bonilla pero nadie espera que lo deje abandonado hasta el punto de provocar un posible retorno de los socialistas a la Junta. Antes morir que perder la vida.
Móstoles no puede salvarnos de esta pandemia ni de todas las crisis que ha desatado. Tampoco bandera alguna. El antieuropeísmo de los de Abascal no es buen reclamo para ganar amigos en tiempos de necesidad. Los millones de euros que necesita nuestra sanidad pública y nuestra Seguridad Social sólo vendrán de Bruselas. Y del patriotismo excluyente por el que claman desde Vox solo cabe esperar el llanto y el crujir de dientes.
Periodista y directora de El Siglo desde 2011, revista que contribuye a fundar, en 1991, formando parte de su primer equipo como jefa de la sección de Nacional. Anteriormente trabajó en las revistas Cambio 16 y El Nuevo Lunes y en la Cadena Ser. Actualmente también participa asiduamente en diferentes tertulias políticas de TVE y de Telemadrid.