
Sin Maldad / José García Abad
Con la excepción de los primeros gobiernos socialistas, que con el triunfo aplastante de Felipe González España vivió una cierta ruptura, en las sucesivas elecciones se ha mostrado, lo que ya se había visto en la II República: que España está dividida en dos mitades, la izquierda y la derecha. Lo que ha cambiado últimamente es la presencia creciente de Vox, de la extrema derecha que mete al lobo fascista dentro del corral.

Nos jugamos mucho el 23-J. Por primera vez desde la aprobación de la Constitución existe peligro de involución. Una involución populista, por llamarla de alguna forma, incruenta pero no indolora, que ya se ha hecho con el gobierno italiano como ya se instalaron en otros del este de Europa; un proceso a lomo de las urnas, y no por los tanques, pero de tremendas consecuencias.
Ahora con las elecciones del 23-J se produce un hecho extremadamente alarmante: ya no es posible establecer el cordón sanitario español a distintas versiones de fascismo, al que han procedido otros países europeos al compartir el poder el PP, un partido hasta ahora democrático, con una formación neofranquista, una deriva sorprendente en un partido que se había disputado el Gobierno en las urnas con el PSOE.
Nos jugamos mucho el 23-J. Por primera vez desde la aprobación de la Constitución existe peligro de involución. Una involución populista, por llamarla de alguna forma, incruenta pero no indolora, que ya se ha hecho con el gobierno italiano como ya se instalaron en otros del este de Europa; un proceso a lomo de las urnas, y no por los tanques, pero de tremendas consecuencias.
Una ultraderecha más nacionalcatólica que falangista
La de Vox, es una ultraderecha sui géneris, que a diferencia de la que hemos sufrido en los años treinta, imbuida de exaltación patriótica de inspiración fascista, se basa ahora en planteamientos de radicalismo ‘neocon’, del liberalismo económico más salvaje.
Vox no ha heredado su bagaje ideológico de la Falange, que llevaba debajo del brazo en alto la revolución pendiente de José Antonio Primo de Rivera. Santiago Abascal parece inspirarse más bien en el nacionalcatolicismo que fue el verdadero sustento ideológico del régimen de Franco combinado con el neoconservadurismo económico sin patria ni corazón.
Las elecciones del próximo 23-J son casi tan trascendentes como las constituyentes de la restauración democrática de 1977. Ciertamente, desde entonces han cambiado muchas cosas en España. Entonces pugnaban los que trataban de hacer una Constitución que garantizara la democracia sin adjetivos, al estilo de Francia, Alemania o el Reino Unido, como la UCD de Adolfo Suárez, el PSOE de Felipe González y el PCE de Santiago Carrillo y aquellos que intentaban mantener el régimen de Franco con algunos cambios cosméticos.
La victoria de UCD, el centro, en aquellas elecciones y el liderazgo de Adolfo Suárez, que asumió los mayores riesgos con el paraguas del rey Juan Carlos y el realismo de González y Carrillo, permitió el desmontaje de la dictadura, un proceso que superaría su prueba de fuego tras abortar el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.
Si ganará la trinidad no santa…
Mucho me temo que si ganara la coalición del PP con Vox no se produciría, como es normal en democracia, la sana alternancia en el ejercicio del poder. El día 23 de julio, si gana la coalición negra, este país pasará el Rubicón que ya han atravesado Italia y países de más más allá del Danubio en un revisionismo de los profundos valores democráticos que en Europa dábamos por definitivamente consagrados desde la victoria aliada en la II Guerra Mundial.
He comparado la trascendencia de estas selecciones con las del 15 de junio de 1977, pero no dejo de pensar en los comicios del 19 de noviembre de 1933 que, en la República, ganó la derecha. Algo muy importante hemos aprendido los españoles desde la Guerra Civil, que, como decía Pío Baroja –cito de memoria–, con sangre no se puede hacer nada bueno, salvo morcillas”.
Me remonto hasta noviembre de 1933 como anécdota histórica que, aunque irrepetible, no hay que despreciar. Como se sabe, a los pocos meses de aquellos comicios que dieron la victoria a la derecha monárquica de la CEDA de Gil Robles, inspirada y apoyada por la Asociación Católica Nacional de Propagandistas del cardenal Herrera Oria, se inicia la crisis de la República; con la sublevación de Asturias y las represalias contra los socialistas y sindicalistas sublevados; así como la proclamación de la independencia de Cataluña por Lluís Companys; el triunfo del Frente Popular y, finalmente, la Guerra Civil.
Creo no exagerar si sostengo que en España no hemos celebrado unos comicios de tanta trascendencia desde las primeras elecciones democráticas, la de las constituyentes del 15 de junio de 1977 que enhebraron un pacto histórico, un compromiso realista entre vencedores y vencidos en la Guerra Civil que liquidó el franquismo sin sangre. Sin más armas que las papeletas.
Lleva ejerciendo la profesión de periodista desde hace más de medio siglo. Ha trabajado en prensa, radio y televisión y ha sido presidente de la Asociación de Periodistas Económicos por tres periodos. Es fundador y presidente del Grupo Nuevo Lunes, que edita los semanarios El Nuevo Lunes, de economía y negocios y El Siglo, de información general.