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Olga Belmonte (filósofa): “El trabajo de coser un país desgarrado, como España, está por hacer”

por El Siglo de Europa
5 mayo, 2022
de Cultura
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Juana M. Vera Meizoso (Santiago de Compostela)

 

“En España hay una relación compleja con la realidad de las víctimas (todavía más si son del lado de los adversarios, en el caso de una guerra)”, reflexiona Olga Belmonte García, autora del libro ‘Víctimas e ilesos. Ensayo sobre la resistencia ética’ (Herder Editorial, 2022). Doctora en Filosofía por la Universidad Pontificia de Comillas y profesora del Departamento de Filosofía y Sociedad de la Universidad Complutense de Madrid, piensa que “para que haya justicia y reparación hay que trabajar antes por elaborar una verdad que no “hiele el corazón” de la otra parte, sino que reconforte a toda la sociedad española, porque se ve reconocida en ese relato. Autora también de ‘Pensar la justicia, la violencia y la libertad’ y ‘De la indignación a la regeneración democrática’, en esta entrevista nos habla de las fuentes de la crueldad, de la esencia del mal, de la bondad y de resistencia ética, para ella “una llamada a la lucidez, a una mirada atenta que reconozca situaciones en las que se están cometiendo injusticias o se está atentando contra la dignidad de alguien”.

 

¿Qué es una víctima? ¿Hay víctimas falsas? ¿Cuál es la diferencia entre una víctima real y una falsa?
Víctimas hay de muchos tipos. En el ensayo me ocupo de las víctimas morales, que lo son porque alguien ha atentado de algún modo contra ellas, las ha dañado injustamente. Más que de víctimas falsas, prefiero hablar de víctimas imaginarias, que son las que se consideran víctimas sin serlo realmente. La víctima imaginaria se considera víctima de hechos que no han acontecido o no ha sufrido ella. También puede ser una víctima imaginaria o caer en el victimismo quien ve enemigos donde no los hay y considera culpables de sus males a personas que en realidad no tienen relación con ella, por lo que no influyen directamente en su vida.

¿Se es víctima para siempre o se puede superar?
En ese capítulo cuestiono lecturas del pasado que justifican los males ocurridos, como si por el hecho de haber pasado ya no doliesen o como si todo lo que sucede fuese bueno en algún sentido todavía desconocido. No siempre es así, la antigüedad del daño no implica necesariamente que duela menos, tampoco hay siempre un bien que descubrir en los males que acontecen. Hay hechos que no debieron suceder. Hay males que no son emisarios de ningún bien. Las víctimas pueden dejar de serlo hoy, pero depende de cada persona y de la situación. Hay personas que no logran des-identificarse respecto de lo que han sufrido y no abandonan la condición de víctima; pero hay otras que sí, que lo superan, no porque lo olviden, sino porque lo integran en su vida presente. Lo que sí parece claro es que para superar el hecho de ser víctima hay que atravesar la condición de víctima: reconocerse como tal, para poder después abandonar esa identificación.

“La comunidad no se da por el hecho de coexistir. Es algo que se construye cuando se toma conciencia de que nos necesitamos”

El historiador británico Anthony Beevor ha expresado, en una entrevista reciente, que “los españoles tenemos muchas cualidades pero que no comprendemos el punto de vista del adversario”. Lo exprexó al opinar sobre las heridas provocadas por la Guerra Civil Española, aún abiertas, a causa de esa falta de comprensión. ¿Es España un país victimista, le gusta ser víctima?
En España hay una relación compleja con la realidad de las víctimas (todavía más si son del lado de los adversarios, en el caso de una guerra). No creo que haya una identificación generalizada con la condición de víctima, sino más bien un olvido de lo que significa realmente serlo. No se ha tomado conciencia de lo que supone para una persona ser vulnerada por otra y ser expulsada de la patria humana en muchos sentidos, como señalo en el ensayo. Socialmente no se reconoce el daño que han sufrido, sino que se las invisibiliza o se las culpabiliza en algunos casos (revictimizándolas). Esa falta de reconocimiento impide que puedan sanar y recuperar el lugar en la sociedad y en la historia que se les ha arrebatado.

¿Cómo podemos hacer frente a estas heridas abiertas, a las que Antonio Machado se refirió tan bien en los versos siguientes: “Españolito que vienes al mundo,/te guarde Dios,/ una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón/”? ¿Qué papel tiene una mirada heterodoxa, abierta, comprensiva,  en la cura de estas heridas?
Para tener esa mirada comprensiva es importante la educación y cada vez se habla más de recuperar la memoria en los programas educativos. Pero si no se trabaja antes por construir un relato común, tejido con muchas voces, que nombre y reconozca esas heridas del pasado, la introducción en las aulas de la historia de España seguirá siendo fuente de sospecha, resentimiento y polarizaciones que aumentarán el abismo entre las supuestas dos Españas. Para que haya justicia y reparación hay que trabajar antes por elaborar una verdad que no “hiele el corazón” de la otra parte, sino que reconforte a toda la sociedad española, porque se ve reconocida en ese relato. Este trabajo de coser un país desgarrado está por hacer. Quizá tenían que pasar todos estos años para que estemos en condiciones de abordarlo, del mismo modo que hay víctimas que no pueden mirar de cara a su pasado hasta después de 30 o 40 años. La herida seguirá abierta si no la reconocemos e intervenimos en ella para sanarla.

 ¿Hay algún país al que podamos emular por haber desarrollado leyes y redes sociales leales con las víctimas, sean estas del tipo que sean?
Los países que han creado Comisiones de verdad, justicia y reparación, desarrollan estrategias que ayudan a que la sociedad afronte responsablemente su pasado y a que las víctimas inicien procesos personales de sanación. Es el caso por ejemplo de Argentina, Chile, Ruanda, Colombia –desgraciadamente en España se optó oficialmente por el “silencio y el olvido”–. Estos modelos, que han sido positivos en algunos aspectos y limitados en otros, no son extrapolables de un país a otro, porque la realidad del conflicto y de la sociedad que lo ha vivido es diferente en cada caso, pero conocer esas experiencias ayuda a analizar qué elementos hay en nuestra sociedad que pueden ayudar a esclarecer la verdad, a velar por que se haga justicia y a reconstruir vínculos.

Al final del capítulo titulado “Testimonios del horror” usted escribe: “La falsa idea de que somos autosuficientes (individualmente) y de que tenemos derecho a serlo es la que está en la base de la actitud de quienes, desde el victimismo, evitan asumir que somos vulnerables y nos necesitamos mutuamente”. También reflexiona: “Considerarnos autosuficientes -cuando de hecho no lo somos- es lo que conduce a la barbarie en aquellos momentos en el que el llamado Estado de bienestar y las comodidades se resienten. Asumir la común vulnerabilidad e interdependencia nos lleva, en cambio, a reconocer que los otros no son necesariamente una amenaza, ni culpables de nuestra situación, sino más bien aliados en la tarea de afrontarla, sobrellevarla o superarla”. ¿Cómo podemos acercarnos a la comprensión de que somos vulnerables y desde ahí desarrollar comunidad y sentimiento de comunidad?       

“En España no hubo Comisión de la Verdad, Justicia y Reparación como en Ruanda, Argentina, Chile o Colombia. Aquí, desgraciadamente, se optó por el silencio y el olvido”

Como afirman E. Levinas o J. Butler, la prueba de que somos interdependientes y de que en el origen hay siempre una acogida y no una relación hostil es el hecho de que estemos vivos. Somos una especie cuyos individuos al nacer perecen, si no reciben alimento y protección por parte de otros. Esta vulnerabilidad constitutiva nos obliga a depender unos de otros para sobrevivir y, posteriormente, para que nuestra vida tenga un sentido humano (pues no nos basta con estar vivos, necesitamos amar la vida que vivimos). Hoy en día se promueve la autosuficiencia y la independencia como el mejor camino para lograr el éxito y la felicidad, pero ni hay que identificar estas dos metas, ni hay que creer que la autosuficiencia es una meta alcanzable, porque no lo es. Como especie y como seres sociales, somos vulnerables e interdependientes. Pero la comunidad no se da por el hecho de coexistir, es algo que se construye, cuando se toma conciencia de que nos necesitamos. Es entonces cuando generamos vínculos con quienes compartimos inquietudes o metas y decidimos iniciar una búsqueda de sentido en común.

¿La maldad es una enfermedad, es parte del ser humano, es una elección? ¿Cómo puede un sujeto llegar a torturar a un semejante? ¿Cuál es la “Lógica de la barbarie”, título de otro capítulo de su libro? ¿Cuáles son las fuentes de la crueldad? ¿Cómo cerrarlas?
Kant dice que no somos buenos ni malos por naturaleza, sino que en nosotros está la capacidad de dirigirnos tanto hacia el bien, como hacia el mal. La maldad puede darse por muchos motivos. Solemos pensar que en su raíz hay impulsos o tendencias ciegas e irracionales, pero también hay lógicas y estrategias muy bien pensadas que conducen a la barbarie. Por eso hablo de una lógica cruel, como hace Joan Carles Mèlich. Las fuentes de la maldad no solo están en quienes disfrutan dañando a otros, también están en quienes desean hasta tal punto conseguir sus propósitos que consideran un mal menor atentar contra otras personas para lograrlos. En un Estado totalitario, por ejemplo, la defensa de la patria (de la seguridad frente al enemigo) se traduce en el cumplimiento del “deber” (de la ley), que se sitúa por encima de la bondad. En este caso, para que las fuentes de la crueldad se sequen, habría que revisar el modo en que nos relacionamos con nuestras ideas, nuestras creencias y metas, porque de ello depende en parte cómo nos relacionamos con los demás, sobre todo, con quienes no piensan como nosotros.

Usted habla de resistencia ética ante la indiferencia hacia los vencidos, sean éstos los que sean y de donde sean. “El grito de las víctimas inocentes es una forma de resistencia ética”, escribe usted y añade: “Esta resistencia es, por tanto, una llamada a respetar nuestra humanidad y una respuesta en clave de responsabilidad, que nos proteja de la crueldad y de la barbarie y que, ojalá, nos sitúe en la senda de la bondad de la que también somos capaces”.  ¿Por qué nos cuesta tanto ser buenos?
La resistencia ética es una llamada a la lucidez, a una mirada atenta que reconozca situaciones en las qu se están cometiendo injusticias o se está atentando contra la dignidad de alguien”. El individualismo creciente lleva a pensar que basta con no dañar a alguien y con preocuparse por uno mismo para ser bueno. Creo que se ha reducido la bondad a su versión menos comprometida: no implicarse en la vida de nadie, ni para bien ni para mal. Pero la bondad es generosa, no solo evita, sino que crea, genera. Esto es más exigente. La bondad es activa y fecunda, pasa por facilitar la vida a los demás, tener gestos amables y comprometerse con la construcción de un mundo más habitable para todos.

Hay guerra en Ucrania. Hay millones de víctimas de diferentes tipos: violación, tortura, maltrato… Muchas personas han abierto las puertas de sus hogares a este tipo de víctimas que, según escribe usted en el capítulo titulado “Resistencia ética”, “reclaman verdad, justicia, memoria, garantía de no repetición, reformas institucionales y reparación”. Agenda necesaria, según explica usted seguidamente, “para la reparación del daño sufrido por las víctimas y la posible reconciliación”. ¿Se lleva a cabo este proceso, esta agenda, habitualmente en los países democráticos y en los países que han sufrido guerras?, ¿qué hay que mejorar en este sentido y cómo hacerlo?
La movilización para ayudar a las personas desplazadas de Ucrania ha provocado también algunas críticas, porque no siempre se responde de la misma forma ante personas que solicitan refugio en España o en Europa. Siendo constructivos, podemos valorar que es un ejemplo de que, cuando hay voluntad política, las leyes se cambian, por el bien de las personas. La solidaridad es algo que caracteriza a nuestra sociedad, pero es inevitable que se dé más ante quienes vemos como nosotros o ante situaciones que nos afectan más directamente. El reto está en ensayar también una solidaridad abierta, que abarque a quienes no son como nosotros o a quienes sufren una realidad que no viviremos, pero que reconocemos como injusta. Una vez atendidas las víctimas, se plantea la cuestión de cómo responder a su demanda de verdad, justicia y reparación. Esto es más difícil y no conviene que se haga desde fuera, sino que cada sociedad genere sus propios caminos de regeneración. Los procesos de reparación y reconciliación son un paso posterior que se iniciará si se dan las condiciones personales y sociales para ello.

Escribe usted también acerca de los ilesos, es decir, acerca de quienes no han sufrido tortura, maltrato u otra vejación física y/o psicológica. ¿Dónde se sitúa hoy la resistencia ética en los ilesos? ¿Podría proponernos un ejercicio diario de resistencia ética?
Tendemos a pensar que los ilesos no pueden hacer nada para evitar que haya víctimas morales, sobre todo si no conocen casos concretos, no tienen poder o cargos importantes. Pero considero que la resistencia ética depende también de las pequeñas acciones y gestos cotidianos, que permiten crear un cortafuegos moral cuando el odio y el desprecio o la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno comienzan a propagarse. Tenemos diariamente oportunidades para cuestionar discursos de odio; para dejar de compartir información que sabemos que es falsa, tendenciosa o destructiva y difundir la que es constructiva; en definitiva, para favorecer que todos tengan una vida más digna de ser vivida. Como hacía Martin Buber, cada día podríamos plantearnos esta pregunta: ¿En qué situaciones he contribuido hoy a extender males evitables o a impedir que se produzcan?

“Para que las fuentes de la crueldad se sequen, habría que revisar el modo en el que nos relacionamos con nuestras ideas, nuestras creencias y metas, porque de ello depende en parte cómo nos relacionemos con los demás, sobre todo, con quienes no piensan como nosotros”

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