
Cristina Narbona
Dice Feijóo que eso de hablar de ricos y pobres… es “antiguo”. El líder del PP se ubica en una supuesta modernidad. A continuación, afirma que hay que reorientar la política energética, dilatando el proceso de descarbonización, para erradicar la “ideología” en esta materia: ¿el líder de un partido político considera la ideología como algo no deseable…?
En realidad, sus afirmaciones responden a una inconfundible ideología. Una ideología negacionista, tanto en lo social como en lo climático. Lo mejor, según Feijóo, es mirar para otro lado: no reconocer que hay pobres (y creciente desigualdad), y que eso del calentamiento global (igual que afirma Vox) es una excusa para tomar medidas contrarias al crecimiento y al empleo…, en lugar de aceptar la oportunidad que supone para orientar una profunda modernización de nuestro sistema productivo.

Madrid es, sin duda, un buen ejemplo de región muy rica, con el PIB per capita más alto de España, pero con la desigualdad más elevada del país. Una realidad que incluye, entre otros, datos bochornosos de pobreza infantil, le parezca o no “antigua” esta mención al líder del PP, Feijóo
Pero mirar hacia otro lado sólo agravaría los dos mayores desafíos del siglo XXI: la desigualdad y la emergencia ecológica –que, además, se retroalimentan recíprocamente–. Centrémonos hoy en la desigualdad, y en cómo debemos abordarla. Algunos creemos que todos los ciudadanos y ciudadanas tienen exactamente los mismos derechos básicos (a la educación, a la sanidad, a un trabajo decente, a una pensión digna…), y que para garantizarlos, nuestra Constitución (mucho más moderna en algunas cuestiones que algunos que tanto la defienden pero no la cumplen…) establece el deber de contribuir al bien común de forma acorde con las propias capacidades. Recordemos la literalidad de su articulo 31.1.
Traducido al debate actual, ello significa una fiscalidad progresiva, y , por desgracia, la fiscalidad en España no cumple hoy satisfactoriamente con ese criterio de progresividad. Los perceptores de rentas medias y bajas soportan una carga fiscal desproporcionada respecto a la que soportan quienes tienen mayores ingresos. Las medidas anunciadas por el Gobierno van sin duda en la buena dirección, aumentando los impuestos de los segmentos de las rentas más altas y reduciendo los de las más bajas. De acuerdo con recientes encuestas, así parece comprenderlo la mayoría de nuestros conciudadanos; y asi lo aconsejan organismos internacionales nada sospechosos de radicalidad (OCDE, FMI, Banco Central Europeo…).
La fiscalidad es una herramienta indispensable para reforzar el Estado del Bienestar, pero su adecuación a dicha finalidad depende, en gran medida, de las decisiones de los gobiernos autonómicos, competentes en la gestión de la educación, de la sanidad, de la dependencia, de los servicios sociales…; y de poco sirve la disponibilidad de recursos públicos formalmente destinados a estas políticas, si la Comunidad Autónoma redirige tales recursos hacia la iniciativa privada en el ámbito de dichas competencias, como sucede, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid: los resultados de esa reducción de los medios de los servicios públicos se evidenciaron dramáticamente durante la pandemia del Covid-19.
Madrid es, sin duda, un buen ejemplo de región muy rica, con el PIB per capita más alto de España, pero con la desigualdad más elevada del país. Una realidad que incluye, entre otros, datos bochornosos de pobreza infantil, le parezca o no “antigua” esta mención al líder del PP… Por mucho que se empeñen Feijóo y los suyos, no es verdad que al bajar los impuestos no se reducen los ingresos públicos porque aumenta la actividad económica y por tanto la recaudación. Ni siquiera está probado que, al bajar los impuestos a los más ricos –o a las empresas con mayores beneficios– se genere una atracción de capital hacia el territorio con fiscalidad más “amable”: Aragón, Valencia y Baleares, que mantienen el impuesto sobre el patrimonio, han visto incrementarse en mayor cuantía el número de contribuyentes más ricos que la Comunidad de Madrid, a pesar de que ésta eliminó hace tiempo el citado impuesto. Y la reciente experiencia del Reino Unido –donde el gobierno se ha visto obligado a descartar su anunciada bajada de impuestos a las rentas más altas, tras la estruendosa caída de los mercados–, parece indicar algunos fallos en la “ideología moderna” que inspira a Feijóo.
Presidenta del PSOE, partido del que es miembro desde 1993. Vicepresidenta Primera del Senado. Doctora en Economía por la Universidad de Roma, ha sido, entre otros cargos, secretaria de Estado de Medio Ambiente y Vivienda (1993-1996) y ministra de Medio Ambiente (2004-2008), así como embajadora de España ante la OCDE (2008-2011). Desde enero de 2013, y hasta su elección como presidenta del PSOE, ha sido consejera del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). Es miembro del Global Sustainability Panel del secretario general de Naciones Unidas (2010-2012), de la Global Ocean Commision y de la Red española de Desarrollo Sostenible. También forma parte del colectivo Economistas frente a la Crisis.