El sector empresarial se muestra consternado ante la grave situación financiera que atraviesa el país y el continente. Advierten de la importancia que tendrán los próximos meses, y apuestan por medidas económicas que repartan equitativamente el peso de la crisis entre empresarios y trabajadores.
El invierno será crucial
Olga Sánchez
CEO de Axa España
En mi opinión, lo que urge, tanto en España como en Europa, para hacer frente a los desafíos que ha desencadenado la guerra de Ucrania es unidad, cohesión, cierre de filas. En este sentido, me alegré mucho de la primera respuesta que dio la Unión Europea a la violación rusa de la legalidad internacional y de la integridad territorial de un país vecino. El bombardeo y asesinato de civiles no puede quedar impune. Y en eso, creo que todos estamos a acuerdo. De hecho, la rápida entrada en vigor de los sucesivos bloques de sanciones por parte de la Unión es una prueba de ello. Sin embargo, el principal temor es que esa cohesión mostrada hasta ahora comience a agrietarse como consecuencia de los distintos efectos que el cierre del suministro de energía ruso pueda tener en el resto de los países europeos. La disparidad en el nivel de dependencia energética y en la capacidad de resistencia a la crisis económica, podría debilitar la posición de fuerza de Europa. A nuestro favor juega la completa alineación con EE. UU. y con el Reino Unido, y el desgaste que nuestras medidas puedan tener sobre el Kremlin. Este invierno va a ser crucial. Si conseguimos salir airosos ante la falta de suministro de gas y con la inflación más o menos controlada, habremos ganado una batalla importante. En el medio plazo, reducir la dependencia energética de Rusia es crucial, pero ojo con hacerlo a base de incrementar esa dependencia con otros regímenes productores que podrían desestabilizar otras zonas del planeta.
Mi lectura interna de la guerra de Ucrania no difiere mucho de la externa. Es difícil encontrar aspectos que congreguen la unidad del arco político nacional, y mucho me temo que este conflicto no es una excepción. El clima electoralista que impregna la política española, que ya tiene la mirada puesta en la próxima cita con las urnas, no va a ayudar a cerrar filas en torno a la forma de afrontar las consecuencias de esta guerra para España.
Recuperar los valores de la Unión Europea
José Ignacio Goirigolzarri
Presidente de Caixabank
En Europa nos enfrentamos a grandes retos estructurales que nos van a ocupar la agenda en los próximos años. Retos como son el problema demográfico, con una población cada vez más envejecida, la transición energética que nos debe llevar a una economía más sostenible y a una mayor independencia energética y la transformación digital donde Europa debe ocupar una posición estratégica.
Este es el mundo que nos rodea y ante el cual debemos responder. Y, personalmente creo que la mejor respuesta que podemos dar a los desafíos actuales es más unión, más integración, más solidaridad… en definitiva, más Europa.
Porque se demostró en la pandemia y se está demostrando con la contundente reacción frente a la invasión de Ucrania, que la unidad de acción es el camino, porque es evidente que está dando buenos resultados.
Dicho esto, también creo que tenemos que ser muy conscientes de que en Europa hoy partimos de una posición privilegiada que no será fácil mantener: la Unión Europea supone un 6% de la población mundial, pero concentra el 15% del PIB, y el 41% del gasto social de la OCDE.
Mantener esta situación cara al futuro es un enorme reto, porque tenemos unos competidores formidables que legítimamente quieren mejorar su posición relativa.
Y esto no va a ser sencillo, porque no podemos dar por hecho esta situación como si fuera un derecho adquirido.
Además, en los últimos años, ya antes de la guerra de Ucrania, hemos sido testigos de cómo el mundo tendía hacia una mayor polarización entre los países y sociedades que defendemos los derechos y las libertades individuales bajo el paraguas de las democracias liberales, y aquellos, que, por el contrario, subordinan la libertad del individuo en pro de una supuesta seguridad.
Debemos recordar que las democracias liberales, que son los regímenes políticos y sociales que nos han ayudado a alcanzar las mayores cotas de bienestar social en la historia de la humanidad, están en claro retroceso, cuestionadas por regímenes iliberales que se creen mucho más eficaces para la sociedad.
Y esto lo debemos comunicar con claridad a nuestros conciudadanos. Debemos recuperar y promover los valores que nos llevaron a construir la Unión Europea. Unos valores relacionados con la cultura del esfuerzo y del trabajo por un lado, y de la tolerancia y la defensa de los derechos individuales, por otro. Valores que son todo lo contrario a la pasividad y a la autocomplacencia que a veces se siente en partes de la Sociedad Europea.
Pero yo soy optimista, y estoy seguro de que, entre todos, y como ya lo hemos demostrado en el pasado, superaremos esta encrucijada.
Depende de nosotros, de nuestro esfuerzo y de nuestra visión.
Integración energética para una Europa más resiliente
Antonio Llardén
Presidente de Enagás
Son tiempos excepcionales y extremadamente complejos para Europa, que está siendo amenazada y agredida con la energía como moneda de cambio. Toca demostrar más que nunca nuestro europeísmo, nuestra solidaridad y nuestra capacidad de colaboración.
Europa ha sido capaz de reaccionar muy rápidamente: ha situado la seguridad de suministro como una prioridad y ha entendido que conseguir una mayor resiliencia y autonomía energética, y avanzar en la descarbonización, pasa por promover una mayor integración de los sistemas energéticos europeos.
Esta crisis ha evidenciado que contar con una verdadera política energética común era una de las grandes tareas pendientes en el proyecto europeo, algo paradójico habiendo sido precisamente la energía el origen de lo que hoy es la Unión Europea.
La Comisión Europea ha plasmado por primera vez esa política en su plan REPowerEU, cuyo principal objetivo es reducir la elevada dependencia del gas ruso. Hablamos de ir reduciendo, hasta eliminar en 2030, los 150 bcm de gas que Europa importaba anualmente de Rusia, cifra que equivale a cinco veces el consumo total de gas de España. Un objetivo aún más apremiante tras lo ocurrido en las últimas semanas con los gasoductos Nord Stream 1 y 2, y un desafío de tal magnitud que requiere poner sobre la mesa todas las soluciones y aportaciones posibles.
Estamos ante un nuevo paradigma energético europeo, que exige altitud de miras. Por supuesto, es vital que el centro y el norte de Europa afronten este invierno de la mejor manera posible, y para ello se están haciendo todos los esfuerzos y adoptando medidas efectivas, pero también es necesario mirar más allá con un enfoque verdaderamente estratégico. Una mayor soberanía y seguridad energética requieren poner en común las infraestructuras en Europa, y para ello es imprescindible reforzar las interconexiones entre los estados miembros, tal y como contempla REPowerEU.
Esto va a permitir que España, que ya está jugando un papel clave y solidario enviando gas a Europa, gracias a la fortaleza que nos da nuestra red de infraestructuras, pueda incrementar aún más su contribución. Ahora mismo tenemos almacenado en las seis plantas de regasificación españolas tanto gas licuado como el del resto de las plantas de Europa juntas. En concreto, tenemos una capacidad excedentaria de 20 bcm que podemos poner al servicio de otros países europeos.
Contar con corredores que nos permitan vehicular más gas hacia Europa hoy, e hidrógeno renovable más adelante, es la mejor apuesta e inversión a corto y a largo plazo para contribuir a alcanzar los objetivos europeos de seguridad de suministro y de neutralidad climática en 2050 y, por tanto, para que Europa esté bien preparada para el futuro.
La economía española ante el contexto actual
Manuel Azuaga Moreno
Presidente de Unicaja Banco
Al igual que las economías de su entorno, la economía española se enfrenta a un escenario altamente condicionado por el notable incremento de la incertidumbre y la materialización e intensificación de riesgos a escala global, sesgados a la baja, por el crecimiento de las tensiones geopolíticas tras la invasión rusa de Ucrania, la gravedad del actual proceso inflacionario y el endurecimiento de las condiciones monetarias, en mayor magnitud y a un ritmo superior a lo esperado.
Para que la economía española logre superar los retos que impone el difícil escenario actual y sus tradicionales problemas y desequilibrios estructurales, la política económica tiene que seguir desempeñando un adecuado papel y adquirir un importante protagonismo al igual que lo ha hecho en la crisis de la pandemia del Covid-19. Para ello, se precisa de la utilización apropiada y óptima de los instrumentos disponibles, con una evaluación de la contribución a los objetivos que se pretenden alcanzar, tanto desde una perspectiva global como de sus impactos específicos. Dadas las restricciones con las que cuenta la política fiscal, debido a los altos niveles de endeudamiento y déficit públicos, la respuesta que pueda dar a las perturbaciones negativas sobre la actividad y sobre la situación de las familias y empresas tendría que ser selectiva y temporal, a fin de garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas. En este sentido, sería conveniente elaborar una reforma completa, que no comprenda sólo el apartado de los ingresos, creando nuevas figuras impositivas e incrementando los tipos de gravamen de las ya existentes, sino que abarque también su contrapartida, los gastos, tanto en lo referente a su cuantía como a su composición.
Por otro lado, el establecimiento de un pacto de rentas, en el que la pérdida de renta nacional sea compartida entre empresas y trabajadores, de forma ajustada a las diferencias de actividad y productividad, constituye una condición necesaria para que no se produzca una pérdida de competitividad frente al exterior y no se desencadene un proceso espiral inflacionista difícil de frenar de forma no traumática.
Asimismo, con el fin de que el crecimiento económico futuro sea sostenido, sostenible, inteligente e integrador, y que resulte compatible con la garantía de la cohesión social y la preservación del equilibrio medioambiental, es esencial afrontar sin dilación todas las reformas estructurales que la economía española demanda. De este modo, se contribuirá a elevar el potencial de crecimiento y configurar un modelo productivo más diversificado, en el que los componentes de innovación, tecnológico y de conocimiento adquieran un peso creciente, ya que estas inversiones, junto a aquellas que mejoren las infraestructuras, están llamadas a desempeñar un papel básico.