Javier Quintana
Carlos III solo lleva unos días al frente del trono de Reino Unido, pero ya ha tenido varios gestos desagradables que han dado de lo que hablar.
Ya en el día de su proclamación, en el Palacio de St. James, el monarca recibió numerosas críticas por su conducta con sus asistentes. Con gesto irrespetuoso y arrogante, el recién proclamado rey pidió a sus asistentes en dos ocasiones que retiraran la bandeja de bolígrafos de la mesa antes de proseguir su labor.
La segunda polémica se produjo el pasado martes. El monarca y la reina consorte viajaron esta semana a Irlanda del Norte y, durante una ceremonia en el Castillo de Hillsborough, el rey tuvo que estampar su firma en el libro de visitas. Tras mostrarse hastiado por haberse equivocado de fecha al plasmar la firma, el monarca perdió los nervios cuando la pluma con la que había escrito empezó a perder tinta, manchando su mano. “¡Oh Dios, odio esto! ¡Es asqueroso!”, exclamó Carlos mientras sacaba un pañuelo para limpiarse.
Pero el mayor revuelo se formó este miércoles, cuando se conoció la noticia de que Carlos III ha despedido nada más subir al trono a casi cien trabajadores de Clarence House, su residencia mientras fue príncipe de Gales. Algunos de estos trabajadores llevaban décadas al servicio de la Corona, y recibieron la notificación en plena mudanza de los reyes a su nuevo hogar.