
Mari Carmen Martínez
Septiembre es un mes de cambios. Tradicionalmente tomamos el fin del verano y el inicio del otoño como el momento perfecto para hacer nuevos propósitos y enfrentarnos a esos cambios que quedaron pendientes desde el mes de enero. La vuelta a la rutina, al colegio o a la oficina nos impulsa, siempre, a mejorar.
En lo que nos ocupa, septiembre se presenta como un mes especialmente activo que da inicio a un invierno difícil. Para empezar, PP y PSOE parecen querer volver a 2015 vendiendo como un ‘cara a cara’ lo que no es más que un debate parlamentario en el que el resto de fuerzas políticas tenemos mucho que decir sobre la situación energética de nuestro país. Más tarde tendremos que hacer los deberes ante Bruselas y acometer el temido plan de contingencia para cumplir con nuestros compromisos ante el peligro del corte de gas de Putin. Y todo ello con la inflación desbocada y las cuentas del año siguiente a la espera de su debate parlamentario.

En lugar de acometer medidas y reformas ambiciosas, Sánchez y sus ministros se han acostumbrado a poner parches cada pocos meses para ir ganando tiempo. Pero el horizonte que se vislumbra necesita pensar a largo plazo y abandonar la improvisación
Y esto es solo el principio. Ya lo dijo Stoltenberg aprovechando el regreso a las pantallas de ‘Juego de Tronos’: “Winter is coming”. Macron, con un tono algo más grave, hablaba del “fin de la abundancia”. En lo que todos coinciden es que nos adentramos en uno de los inviernos más difíciles de las últimas décadas. El problema es que muchos españoles llevan ya demasiados meses en este invierno, sufriendo la inflación, el encarecimiento de la energía o de sus alquileres e hipotecas.
Los meses que se avecinan necesitan, más que nunca, de políticas eficaces y esfuerzos extra para superar las dificultades. Por eso, bien haría el Gobierno de Sánchez en aprovechar el mes de septiembre para hacer propósito de enmienda.
Primer propósito: diálogo
El anunciado plan de contingencia con Europa será el primero, pero no el último paquete de medidas que tendremos que impulsar para acometer las embestidas de la crisis en los próximos meses. Ya hemos visto cómo es el procedimiento habitual del Gobierno cada vez que toca aplicar medidas: sin diálogo con la oposición, sin debate y utilizando el chantaje para conseguir los votos necesarios.
Es hora de abandonar esa actitud de soberbia y unilateralidad para comenzar a tratar a la oposición con el respeto que merece. Las medidas que deben lograr limitar las consecuencias de la crisis han de contar con el mayor consenso posible. Y para ello es fundamental sentarse a hablar, de verdad, con el resto de grupos; escuchar sus propuestas y abandonar el sectarismo para incorporar aquellas que puedan mejorar la situación del país.
Por último, devuelvan la dignidad a las instituciones. No confundan diálogo con repartirse sillones; ni chantajear a la oposición mezclando temas en un decreto con negociar con todos los grupos; no confundan abrirse a tramitar sus medidas con guardarlas sine die en un cajón. La erosión, por constante, termina por ser irreparable.
Segundo propósito: previsión
Cada decreto con medidas para combatir la crisis que el Gobierno ha aprobado en los últimos meses quedaba prácticamente inservible antes de convalidarse. En lugar de acometer medidas y reformas ambiciosas, Sánchez y sus ministros se han acostumbrado a poner parches cada pocos meses para ir ganando tiempo. Pero el horizonte que se vislumbra necesita pensar a largo plazo y abandonar la improvisación.
Sobre todo, porque la actitud indolente del Gobierno ha hecho que medidas presentadas por Ciudadanos en el mes de marzo sean aplicadas ahora, casi seis meses después, simplemente por no aceptar lo que venía de la oposición. Estaría bien que, de aquí en adelante, abandonen su cerrazón ideológica y se abran, por ejemplo, a ampliar el calendario de cierre de las centrales nucleares y no seguir desperdiciando un tiempo muy valioso.
Tercer propósito: moderación
Para ir sacando adelante las votaciones clave en el Congreso y mantenerse unos meses más en Moncloa hemos visto al Gobierno de España agachando la cabeza mientras en Cataluña se incumplen sentencias como el 25% del castellano en las escuelas dejando sin derechos a millones de ciudadanos; permitiendo que en las calles de Alsasua se insulte a nuestros servidores públicos; cediendo a las demandas de los presos etarras y concediendo el acercamiento al asesino de Miguel Ángel Blanco; o reescribiendo la Ley de Memoria Democrática al dictado de los herederos de ETA.
Las reformas que España necesita para seguir la estela de Europa y superar el invierno no van a venir de la mano de populistas, separatistas ni extremistas. Mirar a Europa, casi siempre es la solución, y mientras los liberales en Alemania consiguen impulsar un ambicioso paquete de alivio fiscal para sus ciudadanos o se replantean la cuestión nuclear, en España el socio de Gobierno habla de control de precios y demás recetas comunistas.
El problema de los propósitos es que, a menudo, se quedan en eso: en buenas intenciones que nunca llegan a materializarse. Mientras tanto, los liberales seguiremos trabajando día a día por los españoles para que el invierno no sea tan frío. Está en la mano del Gobierno rectificar. Cuando lo hace, suele acertar.
María del Carmen Martínez Granados (Jerez de la Frontera, 1979). Diplomada en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Huelva. Diputada en el Congreso de los Diputados por Cádiz desde 2019. Previamente ocupó un escaño en el Grupo Parlamentario de Ciudadanos en el Parlamento de Andalucía. Actualmente es portavoz del GPCs en las Comisiones de Hacienda; Industria, Comercio y Turismo; Agricultura, Pesca y Alimentación; y Transición Ecológica.
Creadora de la marca Miss Catas, proyecto empresarial para acercar el mundo del vino a todos los públicos con catas exclusivas para particulares y empresas. Fundadora y presidenta de la Asociación de Sumilleres de Cádiz. Es también miembro de la Asamblea de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa).