E. S.
25 millones. Es la cifra de menores de cinco años afectados por la crisis climática para 2050. Una crisis que, si todo sigue como hasta ahora, aumentaría la desnutrición crónica en un 62% y en 189 millones el número de personas con inseguridad alimentaria en los próximos 30 años. La alerta la lanza Acción contra el Hambre, que rescata su informe “Por un clima contra el hambre” para lanzar una batería de propuestas técnicas y políticas con las que tratar de revertir una tendencia devastadora.
Las sequías crecientes y más duraderas no solo minan la producción de alimentos: están en el origen de gran parte de los conflictos que hay en el mundo produciendo hambre directamente y a través de la violencia.
Acción contra el Hambre atiende los casos de desnutrición derivados de la crisis climática y cubre las necesidades básicas en emergencias provocadas por desastres naturales, al tiempo que ha desplegado sobre el terreno una serie de soluciones técnicas para mitigar el cambio climático como la gestión integrada de cuencas o los sistemas agroalimentarios más sostenibles y para apoyar la adaptación al mismo a través de la agroecología o los cultivos resistentes a la sequía, entre otros.
Todas estas soluciones, así como una batería de propuestas técnicas y políticas, están recogidas en el informe “Por un clima contra el hambre”.
Una aproximación al problema
La crisis climática amenaza todos los pilares de la seguridad nutricional, reduciendo la producción agrícola y afectando al contenido de nutrientes de los cultivos. Las sequías, detonante de gran parte de los conflictos actuales y cada vez más frecuentes y duraderos, son uno de los impactos más evidentes sobre la salud nutricional: en este siglo se han producido 16 de los 17 años más calurosos desde que se tienen registros.
En este siglo se han producido 16 de los 17 años más calurosos desde que se tienen registros
Sequías que se dilatan en el tiempo mientras crece el número y la intensidad de huracanes, inundaciones y olas de calor: “a medida que la crisis climática agrava las crisis humanas, debemos trabajar para aumentar la capacidad de recuperación de las comunidades ante estos choques, brindar apoyo en el desarrollo de medios de vida sostenibles para la adaptación a futuras crisis y prevenir posibles conflictos derivados de la competencia por los recursos naturales”, señala Didier Verges, responsable de prevención de desastres y resiliencia en Acción contra el Hambre.
Ganar terreno al desierto y preservar agua segura para garantizar la nutrición
“Solo gestionando el agua como un recurso estratégico y de forma integrada con el resto de recursos naturales podremos ganar terreno al desierto”, apunta Pablo Alcalde, que coordina en Acción contra el Hambre proyectos relacionados con la gestión comunitaria y transfronteriza de las cuencas hídricas. La contaminación del agua en casos de inundaciones masivas es otro de los factores que pueden aumentar las crisis nutricionales: “se estima que entre 500 y 3.000 millones de personas se enfrentarán a una mayor escasez y riesgo de contaminación del agua debido a los desastres relacionados con el clima. En grandes inundaciones, sin respuestas de saneamiento de emergencia, se dispara el riesgo de epidemias como el cólera o enfermedades como la malaria, el dengue o la diarrea”, insiste Alcalde.
Migración y conflictos: las nuevas caras del cambio climático
La degradación de los medios y de las condiciones de vida, y el frágil acceso al agua y a las tierras cultivables aumentan la presión sobre los recursos naturales existentes, que pueden desembocar en conflictos entre comunidades. El desplazamiento forzado también puede desestabilizar a las comunidades de acogida y generar tensiones a medida que se intensifica la competencia por los recursos cada vez más escasos.

“En los conflictos en Siria, Somalia y Nigeria ha resultado ser un factor decisivo y se prevé que pueda convertirse en una fuente de conflictos importantes en muchas otras regiones. En África, los años más cálidos están asociados con una mayor probabilidad de guerra civil. Las proyecciones para 2030 sugieren un aumento del 54% de los conflictos armados en este continente”, afirma Verges.
Una nueva agricultura para frenar la crisis climática
Los sistemas alimentarios producen hasta un 57% del total de emisiones de gases de efecto invernadero. Pero pueden y deben ser reformados para reducir notablemente su huella de carbono. “La agroecología ofrece soluciones a este desafío, situando a la alimentación y a la nutrición en el centro de los problemas de desarrollo”, explica Hélène Pasquier, responsable de seguridad alimentaria y medios de vida en Acción contra el Hambre.
Financiar la resiliencia en los países golpeados por la crisis climática
Durante la última década, el déficit de financiación en la respuesta a crisis humanas provocadas por desastres se ha ampliado de 1.700 millones de dólares en 2006 a 9.300 millones de dólares en 2016, un periodo en el que las necesidades humanitarias han aumentado casi cuatro veces. “Es fundamental aumentar la financiación para responder las emergencias, pero también para generar la resiliencia necesaria para mitigar el daño”, concluye Verges.
Principales recomendaciones
Los cambios de política deben suceder en muchos niveles. Siguiendo las explicaciones anteriores y los impactos del cambio climático basados en la evidencia sobre la seguridad nutricional y las necesidades humanitarias, Acción contra el Hambre promueve en su informe los cambios que reproducimos a continuación.
Seguridad nutricional
Las partes en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) deben participar en una acción climática ambiciosa a través de contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC por sus siglas en inglés) y políticas estatales que establezcan una forma de alcanzar el objetivo de 1,5 ° C –manteniendo por debajo de esta cifra el calentamiento global–, al tiempo que promueven la seguridad nutricional y los derechos humanos. La revisión de la NDC debe ser transparente e inclusiva para considerar las necesidades de adaptación de los más vulnerables.
Los sistemas alimentarios producen hasta un 57% del total de emisiones de gases de efecto invernadero
Las partes en la CMNUCC deben considerar la agricultura y los sistemas alimentarios de manera integral, incluida la adaptación y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, además de garantizar la seguridad alimentaria y lograr una buena nutrición y el ODS2 (Objetivo de Desarrollo Sostenible para 2030: Hambre cero) en general. Esto podría hacerse mediante un programa de trabajo conjunto entre el Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico y Técnico y el Órgano Subsidiario de Implementación.
Las políticas nacionales, los compromisos internacionales y las estrategias de desarrollo en el extranjero relacionadas con todos los pilares de la seguridad nutricional y los sectores involucrados, como la agricultura, el desarrollo rural, el agua, la salud pública y la educación deben tener en cuenta los impactos futuros del cambio climático a la escala pertinente. Esta es la única forma de que estas políticas logren un impacto duradero en los más vulnerables. Esto implica la incorporación sistemática de la adaptación al cambio climático y la reducción del riesgo de desastres.
La agroecología responde al triple desafío de la agricultura: adaptación, mitigación y seguridad alimentaria y nutricional
Los productores de alimentos más vulnerables, y especialmente los de pequeña escala, deben estar en el centro de las políticas agrícolas y de cambio climático, ya que son la piedra angular de la seguridad y soberanía alimentaria. Se debe aumentar el financiamiento disponible para la adaptación al cambio climático, especialmente las subvenciones, y se deben definir los criterios para su mejor uso.
La agroecología debe promoverse en las políticas y estrategias de desarrollo agrícola y rural, ya que es la mejor respuesta al triple desafío de la agricultura: adaptación, mitigación y seguridad alimentaria y nutricional.
Sistema humanitario
Los estados, los donantes y los profesionales de la ayuda deben tener plenamente en cuenta los impactos actuales y futuros del cambio climático en las necesidades y riesgos humanitarios. Esta es la base para la planificación estratégica, las políticas y la asignación de recursos adecuados.

La preparación, la reducción y la mitigación del riesgo de desastres, junto con la protección social y las redes de seguridad, deben promoverse a nivel nacional y local de acuerdo con las recomendaciones de la Cumbre Mundial Humanitaria 2016 (WHS2016) y el Marco de Sendaï para la Reducción del Riesgo de Desastres (FDRR).
Se debe desarrollar un mecanismo de financiación innovador para mejorar la capacidad de respuesta de los Estados y los donantes en caso de desastres repentinos y crisis de inicio lento.
Los fondos disponibles para la respuesta de emergencia deben incrementarse para llenar el vacío existente y prepararse para las necesidades crecientes.
Conflictos y desplazamientos forzados
Los Estados y las instituciones de las Naciones Unidas deben considerar el cambio climático como un factor de riesgo en la desestabilización, la violencia y los conflictos. Por lo tanto, los enfoques de prevención de conflictos y estabilización deben tener en cuenta las medidas de mitigación y adaptación al cambio climático.
Las partes en la CMNUCC deben reconocer el impacto del cambio climático en los desplazamientos forzados y abordar las necesidades de protección a través de soluciones sostenibles y a largo plazo.
Las personas en movimiento deberían recibir protección y ayuda humanitaria en función de sus necesidades y vulnerabilidades, independientemente de su estado y de la causa inicial de los desplazamientos.

Los Estados deben garantizar que las personas vulnerables, como las mujeres, los niños y los desplazados internos, reciban un nivel adecuado de protección y que se satisfagan sus necesidades específicas. En particular, los Estados deben garantizar que la situación de los desplazados internos debido al cambio climático se aborde en las leyes y políticas nacionales e internacionales, como en la Convención de Kampala.
Los Estados deben facilitar la migración regular, segura y digna como mecanismo para hacer frente a los efectos del cambio climático
Los Estados deben facilitar la migración regular, segura y digna como mecanismo para hacer frente a los efectos del cambio climático. Aunque los desplazamientos inducidos por el cambio climático no conducen al estatuto de refugiado, los países de acogida deben admitir a las personas en movimiento debido al cambio climático y brindarles protección, como se establece en la Convención de Kampala y los Principios Rectores sobre el desplazamiento interno.
Después del evento, los países anfitriones deben asegurarse de que la decisión de devolver a las personas se base en evidencias y una evaluación de impacto exhaustiva y neutral de la situación del país después de un evento climático y sus capacidades para desarrollar condiciones de recepción adecuadas y humanas.
Cuando el retorno no es posible, los Estados deben garantizar que las personas desplazadas tengan acceso a soluciones duraderas; por ejemplo, residencia renovada o permanente en el país anfitrión, reasentamiento en un tercer país.